¬Capitulo Único¬

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 Una tarde me di cuenta de cuánto hay que amar a las mujeres. En un paso de peatones subterráneo ayudé a una anciana que cargaba unas bolsas a subir las escaleras. Ella me agradeció el gesto y después de vacilar un poco me pidió que la acompañara hasta la entrada de su casa. Resultó que le hacía falta mi ayuda para alcanzar cuanto antes su hogar, porque su marido cada vez que ella salía, iba hasta el portal a buscarla. Un anciano, casi ciego, con un bastón, apenas se movía a la entrada de la casa. Caminaba para encontrarse con su amada y llevarle las bolsas que ella cargaba desde la tienda. Inmediatamente, me vino a la mente con qué frecuencia me negaba a ir a buscar a mi novia, que venía de una tienda o desde el tren, porque simplemente no me apetecía levantarme y salir.

A los 25 años perdí una pierna. En aquel tiempo seguía con la misma chica y estábamos muy enamorados. De repente, ella se fue al extranjero, alegando que lo hacía para ganar dinero para nosotros. Quería creérmelo, pero entendía que me estaba mintiendo. Un día le dije que quería dejarla, porque era lo mejor para ella. Aproximadamente un mes más tarde, estaba en casa cuando sonó el timbre. Agarré mis muletas, abrí la puerta ¡y allí estaba ella! No tuve tiempo de decir nada cuando recibí una bofetada en la cara, no pude aguantar de pie y me caí. Se sentó a mi lado, me abrazó y me dijo: "Idiota, no te abandoné. Mañana vamos a la clínica, donde te podrás probar tu prótesis. Me fui a ganar dinero para ti. Puedes volver a caminar de nuevo, ¿entiendes?" En ese momento, sentí un nudo en mi garganta, no podía decir media palabra. La abracé con fuerza y simplemente me eché a llorar.

Mi ultima esperanza (One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora