𝓘𝓷𝓲𝓬𝓲𝓪𝓷𝓭𝓸.

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Aquel demonio como de costumbre, se había levantado antes que los demás sirvientes de la mansión. Con un sentimiento que catalogaba como raro y a la vez placentero, se prestaba a encaminarse para su laburo del día.

El ya sabía de qué sentimiento se trataba. Y eso le encantaba. Estaba dispuesto a hacer real aquella fantasía. Obsesiva y a la vez hermosa.

Su naturaleza era demoníaca, no podía evitarlo. Absolutamente nada era sano con él, ni siquiera el amor.

Toc, toc. Cuando golpeó la puerta para después abrirlo, sintió y a la vez, escuchó, un leve movimiento dentro de la habitación de su amo. Con curiosidad, el ser de la oscuridad decidió abrir aquella puerta para luego entrar, metiendo consigo la charola y el carro de servicio. Vió a su amo moverse de manera incómoda en su cama, para luego dirigirle la mirada. 

El pequeño trasero del joven estaba casi a la vista. Ciel siempre había sido delgado y especialmente bajo para su edad. Tan frágil, que sentía que si lo trataba un poco mal se caería y rompería como porcelana.

—¿Joven amo?—Preguntó Sebastian. Aquella situación la encontró un poco extraña, no era común que Ciel despertara antes que él.

—¿Qué mierda quieres?—Preguntó el chico de cabellos azules, tenía no sólo mala cara sino también unas ojeras que recorría la parte inferior de sus ojos.

Ante ello, el demonio simplemente sonrió embelesado, sintió su falso corazón derretirse lentamente al verlo con ese malhumor.

—¿Durmió bien?—Preguntó acercándose a la cama de su contratista.

—Já, ¿Tú qué crees?—Preguntó el menor. Ciel de manera sincera se encontraba todavía intentando entender el por qué de su malestar emocional. Ansiosamente había esperado a que sólo saliera el sol debido a que no podía dormir, daba vueltas y vueltas, mientras la imagen de Sebastian llegaba a su mente de vez en cuando, y sentía su corazón latir a mil por hora. Había pasado antes, pasaba otra vez. Sólo que nunca lo había molestado con tanta insistencia.

Sebastian nunca había estado tan metido en los sentimientos humanos, pero esta vez su obsesión había avanzado lentamente, al punto en el que no sólo quería entender como funcionaban exactamente, sino también la manera correcta de manipularlo sin el fin de causar algún mal. 

Claro que lo hacía de manera egoísta, había pues, dejado de ver a su amo como contratista y comenzó a desearlo como un compañero de vida. Cuando se dió cuenta, había caído profundamente enamorado de aquel niño, y su obsesión crecía, a medida notaba los celos horripilantes nacer al verlo con su prometida. 

Así que leyendo los gestos del chico, junto con aquellas mejillas ligeramente rojas, sonrió para sí mismo, expresando no tan sólo orgullo sino también codicia. 

Bendita codicia demoníaca. 

—¿Me puede decir la razón por la que no pudo conciliar el sueño?—Preguntó en un tono de amabilidad. Como siempre, una amabilidad fingida, y también fingido desconocimiento. 

Pero su expresión de orgullo se cayó al suelo cuando vio a Ciel hacer un pequeño puchero a la vez que desviaba la mirada, pues el pequeño se sentía no sólo avergonzado sino también confundido. Todos esos sentimientos que había comenzado a notar desde hace varias semanas se convirtieron en un mar de angustia. Sus pequeños ojos se llenaron de lágrimas, el chico se volteó y enterró su cabeza en la almohada. Consiguiendo así, hacer suspirar al demonio. 

Ciel siempre era así. Orgulloso, pero secretamente un manojo de angustia y debilidad. Se había convencido a sí mismo de que debía aparentar ser fuerte, así que todo el tiempo dejaba que todo se acumule en silencio.

Tan vulnerable, se mostraba vulnerable frente al único ser que no lo traicionaría.

Ese hombre vestido de negro caminó hasta uno de los costados de la cama, en donde generalmente solía despertar al chico. Llevó consigo el carro de servicio y lo colocó ahí, de tal manera que el carro era lo único que separaba la cama de su amo de él. El demonio pasó de estar orgulloso a estar preocupado, realmente no sabía qué hacer en una situación así. Un amo de por sí malhumorado pero que ahora estaba irritable. 

—Creo que será mejor dejarle dormir un poco más.—Comentó. 

El menor no respondió. 

Sintiéndose un poco culpable, Sebastian decidió poner como prioridad su deber como mayordomo, dejando el carro de servicio ahí por si a su amo se le antojaba más tarde, hacia una reverencia para prestarse a salir del cuarto. Sin embargo una voz lo interrumpió cuando estaba por abrir la puerta. 

—Sebastian...—Llamó Ciel. Provocando que el nombrado voltee, y al no ser respondido, volvió a acercarse al carro de servicio. 

—¿Qué sucede, joven amo?—Volvió a preguntar. Éste sólo lo miró de mala gana, como de costumbre. Pero esta vez había un toque distinto en esa aura. La inocencia de un niño mezclada con la pena de un adolescente. 

Enternecido, Sebastian recordó aquella costumbre que tenía su amo de dormir sólo en su compañía. Así que sonrió. Le alegraba saber que todavía se sentía de la misma forma.

—Si quiere que me quede sólo dígamelo.

Ante tal respuesta, Ciel quedó congelado. No quería que se quede ahí parado, quería que se acostara con él. Una idea loca que por primera vez en toda su vida habría tenido. Nunca se había interesado en el calor de un ajeno cuerpo desde que sucedió aquella tragedia en la mansión. 

Esta vez sin embargo, estaba dispuesto a experimentar nuevamente esa sensación después de mucho. Y la única persona a la que se la quería confiar, era a su demonio mayordomo. Sentándose en la cama se las arregló para tomarle de la mano al mayor, y estirarlo por sobre el carro de servicio, provocando que cayera sobre su cama, sabiendo que Sebastian haría lo posible por mantener su papel y no dejar caer absolutamente nada.

¿Cómo lo consiguió? No tenía idea. Simplemente hizo lo que su instinto le había dicho. No pensó tener la fuerza suficiente. Tal vez fue el factor sorpresa, el hecho de que esto haya salido de lo profundo de su interior para canalizarse en ambos.

Ahora no estaba él solo en la cama, sino que estaba también su galante demonio acostado a su lado. Sebastian estaba de tal manera que quedaban frente a frente en aquella cama. Pero Sebastian tampoco dijo nada, él conocía ya la intención de su amo y no protestaba, porque en realidad no le molestaba. Ciel siempre lo había manejado a su gusto, nunca podía quejarse de sus acciones, pero hoy realmente no le molestaba.

Ciel de manera tímida decidió que las frazadas nunca fueron suficientes. Así que con las manos temblorosas se prestaba a apegarse más al cuerpo de su mayordomo, y envolverlo en un abrazo. El porte era muy diferente claro estaba, por lo que a Sebastian le resultó más que fácil corresponder aquel abrazo y envolverlo completamente. 

—Cuando me despierte arreglarás todo lo que los sirvientes hayan hecho.—Comentó en un hilo de voz el ojiazul. A lo que el demonio simplemente sonrió fingidamente, mientras sus orejas del infierno captaban como a lo lejos se rompía el primer florero. 

Así, un estado de paz absoluto, Sebastian veía como su amo se dormía profundamente estando tan sólo unos segundos en sus brazos, con un lindo sonrojo que decoraba sus mejillas, como si de muñeco hecho de porcelana se tratase. Esperaba sinceramente que este muñeco de porcelana no se rompiera.

❝Dentro de la habitación❞.-Sebaciel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora