Relato inicialmente que pronto se convertirá en novela, y que forma parte de ARI:
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La empresa había organizado una fiesta en la discoteca más prestigiosa de la ciudad y ahí estaba yo, apoyada contra la pared, con mi mojito, viendo a mi ex besando a una rubia explosiva con la que trataba de bailar sin mucho éxito entre movimientos más propios de una alcoba que de un lugar publico. «No hay otra Abby, te lo prometo» ¡Y una mierda! No había una sino todas las que pudiese camelarse. No debería importarme, no tendría ni que mirarle, así conservaría los añicos de mi corazón, había sido una estúpida al no verlo y aceptar que de un tiempo a esta parte, él había cambiado; únicamente le importaba su ego y la satisfacción de su polla.
La teoría era sencilla, sin embargo, seguía ahí de pie con la canción de Robyn sonando de fondo, a punto de llorar por el abandono de mi supuesto amor y ni siquiera estaba bailando; me sentía demasiado identificada con aquella letra que estaba perforando mis sentidos junto a mi coraza a marchas forzadas.
Inspiré buscando fuerza en aquel simple acto cotidiano y aparté la vista del espectáculo que se llevaba acabo abajo o lo que era lo mismo, mi ex con la rubiales.
A uno de los lados se había formado un considerable barullo, y no me había dado cuenta de la gente que se acumulaba hasta que al volver la vista, descubrí a chico en la barra que capturó por entero mi atención. Éste estaba ladeado frente a la barra en una pose indolente, el codo sobre la pulida superficie horizontal, la camiseta gris pegada a su cuerpo esculpido a la perfección, luciendo un aire de pícaro rebelde, sonrisa sexy y mirada irresistible. Barba de tres días, facciones viriles, cuadradas, labios de pecado y ojos de un penetrante azul que resaltaba gracias a su tono de piel, y el cabello negro por el que se podía perfectamente hundir los dedos y aferrarlo, por Dios que estaba tremendo, y lo más curioso, es que no dejaba de observarme y a la que vio que yo le prestaba atención le vi venir hacia mi con un botellín de cerveza helado en la mano.
Tragué repentinamente nerviosa, llevándome una mano a la boca del estomago que cosquilleó y me humedecí los labios en un acto reflejo. Era alto, de espalda ancha donde poder agarrarse, piernas y brazos fuertes, avanzaba con gracia felina, parecía un depredador al acecho, seguro, arrogante y terriblemente arrollador. «Calma Abby, seguro que no es por ti. A ti no te suceden estás cosas y él no es de tu liga» Me dije para tranquilizarme, pero ya lo tenía plantado frente a mi; los ojos entrecerrados, barbilla alzada y la sonrisa ladeada de un modo increíblemente devastador. Un calor tremendo me subió por los pies al ver como me recorría el cuerpo con sus magnéticos ojos. Parecía poder devorar hasta mi alma con esos ojos. «Magnífico» pensé pasándome una mano por la tela de la falda, las manos empezaban a temblarme, y aunque no sudase tenía la sensación de hacerlo cuando el pulso se me disparó.
—Se supone que la noche es para divertirse y no mantenerse apartada en un rincón.
La boca se me secó al oír su voz oscura, su tono tenía una cadencia sensual que te envolvía como terciopelo. Bebí aturdida y casi me da un pasmo cuando se me acercó tanto que pude oler su piel. Olía a fresco y desenfadado, como si hubiesen mezclado, limón, pimienta y la suavidad del bambú.
—¿Por eso has venido? ¿Eres de los que rescatan chicas tristes en las fiestas?
—Podría ser —.Torció la sonrisa acompañada de otra mirada descarada, me sentí fundir por completo.
—Ya —.Lo miré alzando la vista, era mucho más alto que yo, su cuerpo casi eclipsaba el mío, mis defensas saltaron respondiendo con más brusquedad de la necesaria; aparté la vista.