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«Quédate conmigo,

no sé cómo acaba el cuento».

Tenía los ojos clavados en el número que aparecía en la pantalla. Trescientos ochenta y cinco. A pesar de todo, aún me seguía faltando dinero. Y el plazo para pagar el congreso se acababa en una semana. Solté un bufido y dejé caer la cabeza contra el respaldo del sofá, asustando a Queen, que se levantó de golpe y dio un salto hacia el suelo, caminando alrededor de Natalia.

Ella, por su parte, llevaba una hora tirada en el suelo con un libro entre las manos y la cabeza apoyada en un cojín. A veces me costaba entender por qué parecía preferir eso a cualquier asiento o colchón, pero empezaba a acostumbrarme a tener que saltar por encima de su cuerpo cada vez que quería ir a la cocina. Levantó la cabeza por encima del libro y me miró con una ceja arqueada.

- ¿Qué pasa?

- Trescientos ochenta y cinco – repetí.

Natalia hizo un puchero y se irguió sobre los codos, dejando el libro junto a ella.

- ¿Por qué no vienes y te tumbas aquí conmigo un ratito? – sugirió, con un tono de voz muy suave.

Inspiré hondo y me levanté, casi arrastrándome hacia el lugar donde ella estaba. Me tumbé a su lado, dejando que me envolviera con sus brazos y sus piernas, y enterré la cara en su hombro. Llevaba puesto uno de mis jerséis, pero aun así, seguía oliendo a ella.

- ¿Cuánto te falta? – preguntó, con los labios apoyados en mi cabeza.

Gruñí, restregándome en su cuello como un gato.

- Casi cien.

La escuché chasquear la lengua entre los dientes.

- Mis padres van a ayudarme este mes con el alquiler – musité, irguiéndome para mirarla -, pero aun así, con todos los gastos del agua, la luz y todo, la Navidad... Me siguen haciendo falta cien euros para poder pagarlo.

Natalia tenía los ojos muy abiertos y la expresión triste. Cogí uno de los mechones de pelo sueltos de su moño y se lo coloqué detrás de la oreja, tratando de concentrarme en algo que no fuese el congreso que no iba a poder pagar. No lo consideraba un fracaso, porque haber vendido todas esas láminas y cuadros era más de lo que había esperado incluso en mis mejores sueños, pero aun así me daba rabia que no fuera a ser suficiente. Volví a colocar la cabeza en el hueco del cuello de Natalia, dejando que ella acunase mi nuca con su mano para acariciarme la piel, y cerré los ojos.

Noté a Queen ronronear un par de veces a nuestro alrededor, pero ni siquiera la gata consiguió que alguna de las dos se moviera hasta que el móvil vibró en el bolsillo trasero de mi pantalón. Me erguí sobre los codos, aún apoyada encima de Natalia, y leí los mensajes. Entonces, como un pensamiento fugaz, tuve una idea. Y no estaba exactamente segura de si era una buena idea o una estrepitosamente mala, pero las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera contenerlas.

- ¿Quieres venir esta noche con mis amigos?

Natalia, que hasta el momento había tenido los ojos cerrados, los abrió y me miró con una expresión de sorpresa.

- ¿Con tus amigos? – La vi morderse sutilmente el labio cuando asentí -. ¿Estás segura?

- Sí – respondí -. Vamos a salir todos al Alma Mía, y para ser justos, la mayoría se muere de ganas de conocerte.

Natalia giró la cara para esconderla en el hueco de mi brazo, y se podía adivinar un ligero rubor en sus mejillas. Cualquiera diría que debajo de esa chica que parecía llenar por sí misma cualquier escenario se escondía toda esa timidez.

wanna feel a thousand hands (from you)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora