Capítulo 4: ¿Estamos... felices? (Parte 2)

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—Todas las grandes leyendas de la música escribieron sus mejores canciones estando ebrios.

—¿Qué? —interrogó Darren, levantando la mirada de su celular.

—Que... dijiste que Alex, Dexter y yo sólo nos juntamos a beber y...

—Eso fue hace diez minutos, Tarik... ¿en serio estuviste todo este rato pensando en esa respuesta? Ni siquiera es verdad.

—No... No todo este rato —se cruzó de brazos el rubio.

—Vale. Bueno, mientras pensabas arrendé el estudio para que graben sus maravillas —guardó el celular en el bolsillo interno de su chaqueta. —¿Qué tal tu café?

—Picante.

—Era de esperarse. ¿Quieres probar el mío? —Tarik parpadeó ilusionado, pensando que sería un beso indirecto y luego recordó que había besado a Darren, esa misma tarde, y que ya era su novio, por lo que no necesitaba excusas para imaginar el roce de sus labios. Igualmente, recordar la sensación lo hizo tomar color en las mejillas y, de seguro, poner una expresión pervertida. —¿En qué diablos estás pensando? Sólo te ofrecí café.

—¡Sí quiero! —contestó, tomando la taza de sus manos y preocupándose de apoyar los labios exactamente donde creía que los de Darren estuvieron. —Está bueno —sonrió conforme. —¿Quieres probar el de chilli...?

—Ni por casualidad.

La inteligentísima respuesta que pudo dar Tarik fue interrumpida por su ringtone: una canción de Drowning Pool que le costaba muchísimo dejar de escuchar para contestar. —Let the bodies hit the... flooOOOOOR! —cantó a la par. —Hola papá. Eh... ¿era mi turno? ¿Seguro? Yo creo que te tocaba a ti. ¿Crees que sea necesario cenar todos los días...? Hay niños en África que... ¡OK, vale, voy! —cortó la llamada. —Bueno... resulta que olvidé que es mi turno de cocinar y Jecht opina que es razón para desheredarme, porque además me tocaba hacer las compras. Ahora, ¿qué tanto significa su herencia...? ¿Una tienda de discos que estará obsoleta en...?

—Tarik. Te llevo al supermercado y luego a tu casa. La familia es importante, podemos tomar café otro día —regañó Darren, tocándole la nariz al rubio. —Recuerda que estamos saliendo —agregó al ver esa tonta cara de cachorro pateado, que cambió de inmediato con sólo esas palabras. Tarik era demasiado honesto y expresivo.

Y Darren, a su manera, también. Cuando pasaron frente al mesero para salir del café, se acercó celosamente a Tarik y tomó su brazo, a sólo unos segundos de hacer un gesto tan infantil como mostrarle la lengua. Afortunadamente, un Hunt nunca perdía la compostura y se repitió eso, porque a veces era difícil.

Nuevamente en el automóvil, Tarik escogió la música que escuchar y estuvo un buen rato tocando guitarra en el aire antes de tener una brillante idea: —Oye, podrías cenar con nosotros. Como antes.

Si bien el peliverde apenas sonrió en aceptación, su corazón se aceleró. No podía evitar que la invitación lo hiciera sentir exactamente igual que cuando era pequeño y se emocionaba por ir a casa de Tarik, la cual siempre estaba llena de música y risas, pese a que eran sólo dos personas que la ocupaban. El padre de su amigo -a quien ahora tendría que referirse como suegro- le preguntaba cómo estuvo su día, lo ayudaba con las tareas y le sanaba las heridas cuando se raspaba jugando con Tarik. Le recordaba a su tío y a su madre, las personas que cuidaban de él, pero aportaba un carisma y una cercanía honesta y torpe que nadie en su familia biológica podría. Eso, sumado a lo mucho que Tarik lo divertía y hacía reír, hacía de esas cenas sus recuerdos más preciados.

La banda: El inicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora