𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔
Sale de la escuela en cuánto el maestro da por finalizada la clase. Con la mochila al hombro, camina lo más rápido que puede, siempre con la cabeza gacha para no encontrarse a alguien que lo entretenga y llegar tarde a su reunión.
Solo alza la vista cuando se encuentra lo suficientemente lejos de la entrada y voltea la esquina con aire misterioso. Cada cinco minutos mira por sobre su hombro y solo puede respirar tranquilo cuando corrobora que nadie le sigue los pasos. Pero aun así, no baja la guardia.
Él afirma ser más cauteloso si de su seguridad se trata pues tiene muy presente la promesa que hizo y la promesa de no romperla.
Mira a ambos lados antes de cruzar la calle que lo separa del punto de encuentro acordado por un mensaje de texto hace una hora. Cuando se encuentra en la puerta del establecimiento, duda un minuto en si regresar a casa o entrar y conocer por fin las intenciones de los padres de su padre.
"La ignorancia voluntaria, apesta" se dice a sí mismo antes de cruzar el umbral de la puerta, lo que provoca el sonido de una pequeña campana en lo alto del techo.
Revisa el móvil cada dos minutos creyendo haberse equivocado de lugar, pero treinta minutos después de llegar y elegir una mesa al fondo, un poco más discreta a su parecer se cerciora de que aquella, es la dirección correcta.
La campanilla vuelve a sonar y gira a ver quién entró al restaurante, tal como lo ha hecho el tiempo que lleva ahí sentado.
Ve a una mujer de tez clara y cabello rojo muy brillante que va vestida de forma elegante de pies a cabeza pararse en puntillas y con la mirada recorrer el lugar hasta que repara en la presencia de Alex. No sabe si es la mujer que espera, pero cae en cuenta de que sus sospechas son ciertas cuando esta se acerca a la mesa en donde él se encuentra.
–Siento la demora, gracias por aceptar reunirte aquí Alex –dice sentándose frente a él.
–Creí que nos veríamos hace cuarenta minutos –bufa.
–Conducir hasta este lugar no es tan sencillo... además, el kilómetro veinticuatro sigue cerrado –comenta poniéndose cómoda.
– ¿Aún? –pregunta sorprendido tratando de recordar si Felipe le mencionó aquello, alguna vez–. Han pasado casi dos meses –susurra.
–Y seguirá así hasta que concluyan las investigaciones –responde escudriñándole con la mirada–. Vaya, ¿Dónde están mis modales? –pregunta nerviosa–. Permíteme presentarme, soy Mariana Chávez, la abogada de tus abuelos –dice estirando su mano en forma de saludo.
–Soy Alex Noriega –le corresponde al gesto–. No tenía idea de que supiera que se está investigando el accidente.
–Estoy enterada de todo cuanto tus abuelos desean conocer, ellos también perdieron a alguien Alex –dice como poniendo en una balanza que parte sufre más, si él o ellos.
Interiormente el rencor hacia los padres de su padre aumenta. No puede explicarse cómo es que permiten que una desconocida entre a sus vidas habiéndole negado ese privilegio a su madre.
–Vayamos directo al grano, si no le molesta –sugiere sin ánimos de discutir sobre quién perdió más en todo esto, como si aquello fuese una competencia.
–Alex, tus abuelos me contrataron para encontrar una solución que te favorezca tanto a ti, como a ellos –empieza a decir diplomáticamente.
– ¿Encontrar una solución a qué? –cuestiona completamente confundido.
–A tu situación legal, por supuesto –contesta tranquilamente en el momento en que alza la mano y le hace una seña al mozo.
–No creo que cualquier decisión que me favorezca, les favorezca de igual manera a ellos –le asegura.
– ¿Por qué lo dices?
–Porque mi situación legal quedó clara en el testamento de mi padre el cual se leyó tres días después del funeral, ellos no asistieron a ninguna de las dos fechas.
–Comprenderás que no fue nada fácil para ellos –excusa la abogada.
– ¿Y ellos creen que lo fue para mí? –pregunta irónico–. No veo porqué de repente luzco tan importante para los Noriega –habla cegado por la rabia que siente recorrer su espina dorsal en forma de sudor frío.
–Tus abuelos están preocupados por tu seguridad –comenta bebiendo un sorbo del vaso de agua, mientras espera a que el muchacho del restaurante llegue a la mesa.
–No entiendo –balbucea.
–Después de lo que te ocurrió –menciona señalando el rostro del chico, haciendo referencia a las pequeñas cicatrices que saltan a la vista, por la golpiza que le propinaron recientemente–. ...han puesto en tela de juicio el cuidado que te brinda la familia con la que ya vives.
–No sabía que supieran lo que me pasó –confiesa aturdido.
–Buenas tardes –saluda el chico moreno que lleva un delantal negro amarrado a la cintura–. Aquí tienen el menú –dice ofreciendo una carta a cada uno.
–Te volveré a llamar cuando decidamos... gracias –la mujer sonríe de forma amigable y espera a que el moreno se retire para continuar con la conversación que mantenían antes de que llegara–. Son tus abuelos, están al pendiente de todo lo que te ocurre dice cruzando sus manos sobre la mesa.
–Los García han sido más familia en dos meses, que ellos en dieciséis años –afirma.
–Como sabrás yo solo cumplo con mi trabajo, Alex. No estoy enterada de su situación familiar antes del accidente. Lo cual tampoco me incumbe, yo solo conozco la información que ellos desean brindarme –habla rápidamente, casi sin respirar.
– ¿Entonces qué es lo que pretenden hacer? –pregunta al caer en cuenta de que aún no conoce el motivo que le hizo quedarse.
–Por ahora desean que tú y yo nos mantengamos en contacto y eso incluye reunirnos de vez en cuando. Esperando que tú estés de acuerdo –responde la mujer buscando algo en su bolso.
– ¿Para qué? No lo entiendo –la cabeza le empieza a dar vueltas por tantas interrogantes que Mariana no responde de forma específica.
–Quieren conocerte Alex para establecer una relación contigo. Una relación que tu padre les negó –le contesta, creando un silencio sepulcral en la mesa.
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Todo por Alex
أدب المراهقينAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...