La noche terminaba por caer en la ciudad estadounidense cerca de las siete de la noche. El sol acababa de esconderse y la luna comenzaba a ser el punto fijo de la mirada de Guillermo. El primer día, oficialmente, había terminado. ¿Y adivinad qué? Él tenía razón, no había podido jugar en paz alguno de sus videojuegos, no había podido estar en el computador más de media hora. En fin, las cosas que normalmente hacía en el día le fueron arrebatas en su totalidad en uno solo, y eso que aun faltaba tres más.
Samuel tenía desde la cinco de la tarde, desde que apenas comenzaba a caer la noche, fuera de casa. Seguramente en casa de Miriam, su vecina del 301, como había asegurado antes de irse. Realmente no se había tomado la molestia de confirmar eso por la impotencia que sentía.
Miró el reloj como por quinta vez en los últimos dos minutos y concluyó por fin que el tiempo no iba a avanzar más rápido si él lo miraba. Se dio por vencido, y por hambriento, para al fin entrar a la casa y cerrar tras de sí la puerta del balcón. Caminó hasta la cocina en total silencio no sin antes pasar por el comedor mini para tomar su celular. La niña no era la única que tenía hambre. Sacó entonces del refrigerador un par de elementos mientras intentaba ver sus mensajes en el celular.
Varios, por no decir la mayoría, eran de Alexby.
Decidió entonces llamarlo mientras sus manos comenzaban ágilmente a preparar un emparedado únicamente con pan, queso, una jamón y algo de mayonesa. Entonces, después de un par de repiques, su compañero y mejor amigo contesto el teléfono.
— ¿Qué tal el primer día, amigo mío? —cuestionó el menor con cierto tono burlón que termino por amargar más a Guillermo.
— Horrible —concluyó en una sola palabra haciendo al contrario soltar una fuerte risa— Tío, yo no sirvo para cuidar niños, a duras penas me cuido yo.
— Lo sé, Willy, relájate… pero macho, sin ofender, ya tienes veintitrés años —ni una sola protesta de parte de Guille, el menor supo entonces que podía seguir hablando— Tarde o temprano tienes que comenzar a asumir más responsabilidades, toma a esta niña como un pequeño reto.
— Alex, te estoy diciendo que no sé cuidar niños, en mi vida lo he intentando, soy una mierda en eso —insistió el mayor de los dos con un tono de cansancio. Al otro lado de la línea se escucho un suspiro pesado, obviamente de parte a Alexby.
— Que pesao’ eres, Willy. Inténtalo, solo inténtalo, si sale bien o mal no es el punto, solo inténtalo —sin duda alguna cuando Samuel le llamaba cabezón no era por cualquier motivo. Realmente era un testarudo, y Alexby terminaba por comprobarlo en esos momentos— ¿Lana no dijo que la llamaran si necesitaban algo?
— Sí —confirmó Guillermo dando sus toques finales su deliciosa comida. De inmediato, antes de comer, comenzó a guardar todo en su puesto.
— ¿Entonces de qué te preocupas? Cualquier problema ella estará las veinticuatro horas en el celular para ayudarles, esto son tonterías tuyas.
La conversación hubiera dado para mucho más pero en esos momentos en los que Guillermo terminaba de guardar todo el ruido de las llaves de hizo inminente en la habitación. Colgó rápido sin despedirse apropiadamente de su mejor amigo y corrió, sin importarle el hambre o la comida, a la puerta. Definitivamente era Samuel, con la niña, llegando a casa después de estar afuera por tantas horas. Iba a decir algo, iba a protestar por haberlo dejado tan preocupado por tanto tiempo, pero antes de que siquiera sus labios se despegaran Samuel había pasado por delante de él, tomándose una pausa únicamente para dejarle un beso en la frente, hasta la habitación que sería de la pequeña estos días.
7:00pm.
El hambre parecía haberse esfumado como si de un truco de magia se tratase, había sido reemplazado por un sentimiento bastante molesto que hasta el momento no llegaba a entender. Era ese sentimiento que siempre se situaba en su vientre cuando Samuel estaba molesto. Estaba completamente seguro de que el mayor se había molestado con él por ser tan inútil, y le daba la razón de estarlo.