Capítulo 4: Una noche humeda.

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La rubia sentía como la humedad le pesaba en el cuerpo, sus rubios cabellos estaban empapados y estilaban. Aquel vestido elegante que había lucido toda la noche ya no lo parecía, había perdido el encanto debido al remojo que se traía encima, se le pegaba a la piel y con los tacones que llevaba puestos se le dificultaba mucho caminar. El Glamour no combinaba bien con la lluvia.

El aguacero que caía sobre Konoha era despiadado, no le había importado ni el festival, ni el arduo trabajo de los aldeanos que habían adornado las calles. Todo ahora era barrido por el intenso manto de lluvia que azotaba la aldea y los pétalos de distintos colores navegaban por las corrientes de las calles, víctimas de la masacre.

Un chasquido seguido de un resplandor se vio en uno de los generadores por donde pasaba la pareja, las chispas saltaron y se extinguieron al momento. Y entonces, la aldea quedó entre las sombras de la noche, en total penumbra.

- ¡Estamos cerca! - gritó el menor en el oído de su compañera para que así su voz no fuese silenciada por la lluvia.

Caminaron a pasos rápidos por los callejones hasta llegar al lugar en donde la extranjera estaba quedándose. Subieron con dificultad la escalera debido al peso extra que llevaban, al alcohol que habían ingerido y a la oscuridad que se había producido por culpa de la falla eléctrica. Todo les jugaba en contra, pero absurdamente a ninguno de los dos parecía preocuparles, pues si habían lidiado con amenazas como Akatsuki, un simple apagón no era gran problema.

Temari abrió la puerta tras cuatro intentos fallidos y ambos se internaron en la seguridad de la casa.

- Mierda... Jamás había sentido una tormenta así. - se quejó mientras se quitaba el exceso de agua del cabello.

- Solo es una lluvia, de las fuertes... Pero ha habido peores en Konoha. - contestó él mientras se sacudía la humedad de la camisa.

Temari rápidamente se quitó los molestos zapatos y se acercó a la chimenea del lugar, pensó por unos segundos y encendió un par de maderos utilizando un sello explosivo de poco impacto. El fuego no demoró e iluminó la sala, siendo la única luz existente.

- No vas a irte con esta lluvia. - Ordenó.

- Mi madre nos ha visto juntos, qué crees que pensará. - regañó el menor, mientras suspiraba para sus adentros y pensaba en lo difícil que sería explicarle a su madre toda esa problemática situación.

- Yoshiro-san puede pensar lo que quiera. No voy a dejarte ir, vas a coger un resfrío o algo y será culpa mía. - sentenció la princesa de Suna, sonando imponente, como siempre.

La rubia lo miró e indicó que se aproximara al fuego. Shikamaru asintió, se quitó los zapatos y caminó hasta donde se encontraba la mayor sin decir nada más. Como un niño obediente. La fugaz imagen de su madre apareció por un momento haciéndolo sonreír, Temari tenía un carácter de temer, igual a su progenitora.

El reflejo del fuego iluminaba danzante sus rostros, dando una imagen aún más poco constante de la que ya podían ver ellos debido a las copas de alcohol que les circulaban en la sangre.

- Quítate la camisa, está mojada. Te traeré algo para que puedas cubrirte. - soltó y se alejó, perdiéndose en la oscuridad.

Shikamaru suspiró sin remedio, no podía decir que no. Aquella mujer era demandante, terca, mandona y problemática. Desabrochó sus botones y dejó resbalar la prenda húmeda, tirándola a un costado. Desabrochó sus pantalones e hizo lo mismo, quedándose únicamente con sus boxer de color negro. Se inclinó más hacia el fuego y sintió como un ruido desde atrás le robaba la atención.

Temari traía consigo un futón, almohadas y una manta.

Vestía con una toga y se notaba que bajo eso, no traía nada más. Pues el menor alcanzo a notar aún en la oscuridad como se erguían por el frío los pezones de la chica.

Todo florece en primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora