Capítulo 17

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Aiden acomodó su moño frente al espejo de su habitación, peinó su cabello mientras hacía una pitada a su cigarro y repensaba sus pasos y todas las razones que lo motivaban, las consecuencias y los reveces de la historia. Inspiró profundo mientras pensaba en sus desventuras y en su suerte: la muerte de sus padres, en esa miseria y de esa manera tan cruel, era una desventura; pensó en sus ojos pidiendo comida, y ese dolor apretado retorciendo su pequeño estómago, otra desventura sin dudas; su delgado cuerpo trabajando en la mina que a pesar de cómo sonaba, sin duda había sido una suerte, al igual que el cariño que Hammill le había dado, la educación y los cuidados para los dos; esa mujer, sin duda era una desventura agria y amarga que no dejaría pasar; y al pensar en Elena, se detuvo con el ceño fruncido y el cigarro entre sus labios, se acercó a la ventana y miró hacia la calle, aun no lo sabía, no tenía claro que era ella en su vida.

-Elena... -dijo mientras llamaba a su puerta. - ¿Estás lista?

-Enseguida.

Caminó hacia la escalera y aguardó apoyado en la baranda. Tomó otro cigarro y llevó la cerilla hacia sus labios para encenderlo, cuando oyó el crujir de la puerta y a ella que avanzaba unos pasos en el corredor hacia donde él estaba.

 Tomó otro cigarro y llevó la cerilla hacia sus labios para encenderlo, cuando oyó el crujir de la puerta y a ella que avanzaba unos pasos en el corredor hacia donde él estaba

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Dejó la cerilla suspendida en sus dedos y el cigarro encendido entre sus labios mientras la observaba embelesado. Se veía hermosa y espléndida, aquel vestido rosado entallado en su estrecha cintura, sus brazos delicados y su cuello largo y elegante, enmarcado por una gargantilla, resaltaba absolutamente todo, deleitando a cualquiera que se detuviera a mirarla, y él había caído en semejante hechizo.

-¡Auch! -bramó al sentir el calor de la cerilla en su dedo y la lanzó al suelo de inmediato

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-¡Auch! -bramó al sentir el calor de la cerilla en su dedo y la lanzó al suelo de inmediato.

-Por Dios, ¿es que no presta atención? Va incendiar la casa. -Espetó ella, mientras él maldecía por lo bajo y llevaba su dedo a sus labios para aliviarlo y darles algo de frio. -¿Le duele?

-¿Y a usted que le parece? -masculló enojado.

-Yo no sé para qué me demoro en preguntarle... -murmuró indignada por su respuesta áspera y grosera.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora