Tan pronto el sonido de la puerta cerrarse colmó el recinto, una figura delgaducha se hizo presente en el hall con el largo abrigo oscuro ondeando a su paso. El hombre que acababa de cruzar el umbral alzó la mirada en el momento preciso que el joven —un muchacho que no parecía haber superado aún la adolescencia— se postraba frente a él con actitud devota.
—Bienvenido a casa, señor Dazai.
El aludido, un hombre que quizás comenzaba a rondar la veintena, cuyos ondulados cabellos castaños enmarcaban su atractivo rostro, sonrió con paciencia antes de depositar el abrigo en manos de un par de sirvientes que obedecían en silencio, con movimientos robóticos y carentes de toda posible voluntad.
—Ha pasado tiempo, mi pequeño Akutagawa.
El hombre de nombre Dazai se deslizó sobre el suelo hasta alcanzarlo y, una vez frente a él, se acuclilló y levantó el mentón del chico llamado Akutagawa con una delicadeza casi romántica capaz de extraer suspiros de incluso la chica menos dispuesta a caer en sus encantos. Una sonrisa se mostró en la expresión de Dazai al hacer contacto con la fiera mirada carmín que se asomaba en los ojos de su pupilo, el cual suspiró y se estremeció al entrar en contacto con el dulce y embriagante aroma de su mentor.
—Señor Dazai... —las palabras fueron pronunciadas en un vacilante susurro que fue acallado cuando los dedos del mencionado acariciaron con cariño una de las pálidas mejillas de Akutagawa.
—Mira nada más —dijo Dazai, quien estaba entretenido con las reacciones capaces de obtener con cada gesto que dedicaba a su pupilo—. Estás realmente hambriento.
Akutagawa tembló bajo ese delicado tacto mientras se reprimía para no acabar arrojándose sobre su maestro y hundir los colmillos en la piel de su cuello.
Luego de tragar saliva con dificultad, dijo:
—No quiero beber la sangre de nadie más que la del señor Dazai.
La sonrisa se desvaneció de la expresión de Dazai quien, en lugar de eso, suspiró cansado como cada vez que lo hacía cuando ese tópico salía a relucir.
—Si no lo haces acabarás muriendo de inanición —dijo él con reprobación disfrazada bajo un falso tono paciente—. Si me ausento por un milenio a causa de mis viajes, ¿Qué harás entonces? Te convertirás en polvo mucho antes que yo pueda volver.
—No lo hará —replicó Akutagawa de inmediato—. El señor Dazai no es capaz de dejarme a solas por mucho tiempo.
Dazai quería responder a esas palabras, pero al observar la mirada resoluta de Akutagawa no fue capaz de hacerlo.
Una nueva sonrisa se mostró en la expresión de Dazai, y una breve risa abandonó sus labios sin ser él capaz de impedirlo.
—Ah, cielos —murmuró sosteniendo el rostro de Akutagawa entre ambas manos, y éste bajó la mirada con una súbita timidez—. Eres tan lindo que me resulta imposible enojarme contigo.
Dazai se puso de pie y se deshizo de las vendas que cubrían su cuello.
Akutagawa siguió cada movimiento con la mirada, y en algún momento se obligó a tragar saliva al sentir una repentina ola de sed atacar su completa existencia.
Dazai se desabrochó la camisa y aflojó el nudo de la corbata, y mientras ladeaba la cabeza para dejar la piel expuesta a ojos de su pupilo, le dedicó una mirada seductora.
—Creo que te lo has ganado justamente. Ven aquí, mi pequeño Akutagawa.
El mencionado abandonó la postura que había adoptado con rapidez sobrenatural, y Dazai contempló divertido cómo intentaba conservar el recato pese a los impulsos que ahora se adueñaban de su cuerpo.
—¿De verdad puedo...? —preguntó con voz trémula, a escasa distancia de su maestro.
Con toda respuesta, Dazai lo invitó con un gesto a que se sirviera lo que deseara, y Akutagawa así lo hizo.
Un gemido —mezcla de placer y dolor— abandonó la boca de Dazai al sentir los colmillos de su pupilo perforar su propia piel.
«Sí que estaba hambriento» pensó con los ojos entrecerrados, haciendo caso omiso al agarre en los antebrazos que lo obligaban a no moverse.
Él, al ser un Altus, un vampiro de sangre pura, no necesitaba beber sangre con tanta frecuencia a diferencia de Akutagawa, un Soporati, un vampiro convertido.
Un vampiro al que él convirtió.
Alguien a quien estaba atado en cuerpo y alma hasta que uno de los dos —preferiblemente él mismo— muriera.
YOU ARE READING
Lazo de sangre
FanfictionAkutagawa era un simple aprendiz. Dazai era su mentor. Ambos estaban unidos por una conexión sobrenatural.