Capítulo I

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Las pisadas aceleradas de un bello peliverde con el rostro lleno de pecas retumbaban en los pasillos del inmenso castillo Yuei. Y tras él, los desesperados gritos de una rechoncha mujer de cabellos igualmente verdosos, intentando inútilmente detenerlo.

― Izuku! Vuelve aquí! No puedes andar por allí en esa pintas! Izuku!

Haciendo oídos sordos, Izuku siguió con su carrera. Su madre siempre exageraba. No es como si anduviese corriendo como un loco en calzones. No era un idiota. Se había puesto una bata, para cubrir su ropa interior.

Sus pies descalzos lo guiaron al patio de armas, donde los caballeros alfas y betas solían entrenar por las mañanas. Y esta mañana no fue la excepción, el patio estaba repleto. Como si fuese la cosa más normal del mundo, apenas sus pies tocaron el espacio de entrenamiento, un cordón humano se formo para darle paso. Mientras avanzaba respondía a todos los cordiales saludos que le dirigían, agitando su mano con una inmensa sonrisa. No era extraño ver al pequeño omega peliverde haciendo una de las suyas, sacándole canas verdes a su pobre madre, si es que eso era posible. Correr con escasas prendas en medio del entrenamiento de la guardia real ya no era algo de lo que sorprenderse.

El omega finalmente localizó su objetivo a pocos metros. Un rubio gigantesco y fornido que siempre mantenía una sonrisa en su rostro. Aceleró aun más su carrera y saltó sobre él.

― Padre! ― gritó el peliverde colgándose del cuello al mayor ― ¿Es cierto? ¿En verdad es cierto?

― No entiendo de que me hablas, mi pequeño ― habló paciente el hombre, al parecer ignorante del alboroto recientemente provocado por su hijo.

― Shoto. Shoto, me ha enviado una carta diciendo... Diciendo!... Espera― el omega comenzó a buscar en su ropa la carta de su mejor amigo.

Al no sentirla por ninguna parte optó por quitarse la bata y comenzar a sacudirla, con la esperanza de que el papel cayera. Y la carta cayó, pero no fue lo único. Al otro lado del patio, su madre acababa de desmayarse por la impresión de ver a su hijo en ropa interior frente a una multitud de alfas y betas macho. Fue un sonido sordo que hizo a todo el mundo quedar inmóvil. Algunos soldados miraban con la boca abierta a la reina derrumbada en el suelo y otros, los más jóvenes, observaban sin disimulo los hermosos calzones del joven príncipe de Yuei.

― Creo que un día de estos mataras de los nervios a tu madre ― mencionó el rubio mientras se dirigía hacia su inconsciente mujer ― Aizawa, voy a llevar a Inko a descansar. Te encargo el resto ― habló al pelinegro que se mantuvo todo el tiempo impasible junto a él, más que acostumbrado a este tipo de escenas.

― Por supuesto, Majestad Yagi ― consintió para luego ofrecerle su capa al omega ― Alteza, tenemos aún alfas jóvenes e inexpertos en el autocontrol. No querríamos que ocurra ningún accidente. Por favor, cubrase.

El peliverde escaneó la multitud, topándose con varios rostros sonrojados que lo miraban con una sonrisa bobalicona. El bochorno lo inundó como un baldazo de agua. Sintiendose como un tomate, y ardiendo hasta las orejas, tomó la capa que Aizawa le ofrecía para salir corriendo del lugar, completamente avergonzado.

...

En la tarde de esa, alborotada y vergonzosa, mañana. Luego, de horas y horas de soportar el sermón de su madre sobre las cosas que un príncipe debe y no debe hacer, Izuku entraba junto a ella al despacho de su padre . Esta vez, elegante y apropiadamente vestido.
Con pasos delicados, al la vez que firmes, se acercó a su padre e hizo una leve reverencia, esperando pacientemente su permiso para hablar. Cuando el rey se lo otorgó, aguantando una risilla, el joven prosiguió.

― Padre, espero disculpe mi mal comportamiento de esta mañana. Lo cierto es, que no pude contener la emoción por los rumores que Shot... digo, el príncipe Todoroki me ha mencionado en su carta.

― ¿Oh, si? ¿Y qué rumores ha mencionado el príncipe de Endeavor?

― La boda

― ¿Boda? ¿De quién? - Izuku frunció el ceño

― La mía - contestó impaciente

― ¿La tuya? ¿Con quién?

El omega se encontraba con las mejillas infladas y los ojos vidriosos, intentando mantener la compostura.

― Yagi...― habló Inko en advertencia. A veces creía que estaba criando a dos críos en lugar de uno.

Yagi no pudo contener más su risa y explotó en una sonora carcajada. Inko sólo palmeaba su frente, mientras que Izuku ya había empezado a llorar de la impotencia. Odiaba cuando su padre jugaba con él de esa forma.

― Lo siento, lo siento, hijo. No llores ― Yagi le sonrió― Quería ser el primero en decirtelo, pero veo que impaciencia de tu prometido se me ha adelantado. Te casarás con él en un mes.

La cara del peliverde no podría mostrar más felicidad que en ese momento. No cabía en si. Por fin había llaga el día que desde pequeños tanto esperaban. Su mejor amigo, con el que estaba comprometido desde que tenía uso de razón, sería su esposo en un mes. Él quería muchísimo a Shoto y Shoto a él. No tenía dudas de que su matrimonio sería uno feliz. En un mundo donde los matrimonios y vínculos por conveniencia y sin amor eran moneda corriente, tener uno con una persona que aprecias mucho era una gran bendición.

Izuku no pudiendo más con la emoción, comenzó a dar saltitos como un chiquillo. Tirando por la borda todo el protocolo de conducta omega que su madre se había encargado de recalcarle horas antes, saltó sobre sus padres plantandoles un sonoro beso a cada uno, y salió corriendo a su habitación para escribir la respuesta a la carta de su futuro marido.











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Por la flor de mi alfa [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora