Capítulo II

36 10 3
                                    


Y, ¿ese otro que está por allá? —le pregunté a Gus en el recorrido que él me ofreció en mi cuarta puesta de sol ahí.

—Él, mmmm, veámos: me ha platicado que lo que logra recordar es que en su antigua vida había algo llamado "trabajo" donde tenía que poner su huella a diario. Llegó aquí antes que yo, hace 2034 puestas de sol, dice que antes todo estaba peor... Oh, ¿y, ves a ella?, dice que ve cosas en su mente, pero no las puede explicar.

—¿Y, qué hay si todos ven algo en su mente también?

—Probablemente, como un sueño, como una pesadilla ¿no?, pero si ha sido así, nadie lo ha dicho, y ahora que lo dices, quizá creen que es producto de su mente, y lo pasan por alto —dijo Gus, aceptando un buen hallazgo.

—¿Nadie ha vuelto jamás allá? —quise saber.

—Que yo sepa, no —me respondió —¿en serio crees que valga la pena volver?

—Quizá... Solo es una suposición, no me creas todo —le advirtí.

—En todo lo que yo llevo aquí eres la única que se lo cuestiona. Y no sé exactamente qué significa eso —dijo Gus, dudoso.

—¿Alguien sabe cómo volver?

—Nadie de nosotros, todo lo que hemos encontrado que pensamos que nos trata de hacer volver, lo pasamos desapercibido... Pero si lo quieres saber, allá tú, aquí te va. Una vez uno de los nuestros fue detrás de aquella montaña que ves a tu derecha —señaló con el dedo índice y su puño cerrado —dice que había un dibujo, o al menos eso fue lo que le entendí a sus señas —rió.

Me reí con él —no sé cómo les entiendes, yo solo veo un espectáculo cuando tratan de comunicarse contigo. En fin, ¿vienes?, voy en busca de ese famoso dibujo —repliqué, decidida.

—Anne, estás loca —rió Gus.

—No he hecho nada en cuatro puestas de sol —le regalé a Gus una sonrisa irónica, mientras comenzábamos a desplazarnos.

—¿Absolutamente todos han estado aprendiendo e inventado el nuevo lenguaje? —me interesé

—No, la verdad es que no. Hay un chico que no... —calló un momento —según lo que todos hemos comunicado, nadie sabe cuándo llegó aquí. Probablemente ya estaba aquí antes que todos nosotros.

—Que irrespetuoso, ¿no les ha ayudado?, ¿han hablado con él?

—Nadita, evidentemente tampoco recuerda la gran cosa, como casi la mayoría...

—¿Crees que quiera ayuda? —traté de animarlo.

—Ya lo hemos intentado varias veces, y ni siquiera nos voltea a ver...

—Bueno, tal parece que llegamos, ¿dónde están esas cosas? —lo interrumpí.

—Necesitas entrar por ese orificio —me indicó Gus.

No la pensé dos veces, y me introduje en la montaña. Al contrario de como lo imaginaba, había luces de colores por todos lados, parecían arco iris. Ahí no había un dibujo, había cientos de dibujos esculpidos con delicadeza, y cada una de las pinturas tenían distintas señas. Contemplé, sabía que cada una quería decir algo relevante.

Comencé a mirar, detalle por detalle. Milímetro por milímetro.

La primera. Tenía a alguien, no específicamente a una persona, recordando algo. Escaneando de abajo hacia arriba, terminé por descubrir una nube que se encontraba sobre su cabeza, probablemente recordando algo que había vivido él, al buscar el contenido de aquello que suponía era un pensamiento, me percaté de que todo en el interior de la nube se encontraba borroso. Así que me llevó buen rato darme por vencida y saltarme a la siguiente pintura. La miré, al principio solo veía aristas de color blanco, pero no, parecía un zoom del pensamiento. La misma criatura de la anterior, siendo atacada.

La segunda, se volvía a repetir el mismo dibujo, con otra criatura, con distinto cuerpo. Pero distinto final, ahora la criatura solo estaba recostada.

La tercera. Ahora la criatura había muerto al nacer.

La cuarta. Esta vez la criatura murió ahogada.

La quinta. Murió enferma.

La sexta.

La séptima.

La octava.

La novena.

Me desplazaba con más aceleración, y las siguientes veces no contemplando con la misma minuciosidad con la que comencé. Pero si con la suficiente atención para saber que la mayoría tenían distintos escenarios al pensar.

¿Qué tanto pensaban?, ¿su muerte?

806 pinturas.

Pintura, por pintura. Toda una exposición de arte tratando de decir el mismo mensaje. Toda una hilera que al principio pareció no tener fin. Pero lo tuvo, y desde la pintura número 1.

No podía estar equivocada. Lo que estaba frente a mí no podía tratar de decir otra cosa, sino lo que estaba deduciendo. Para volver a tu vida, debes saber cómo tuvo lugar tu muerte.

Fuegos artificialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora