Prólogo

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-¿Me dormí con las luces prendidas? - Dijo Runa a sí misma. Miró alrededor sin poder entender en dónde se encontraba, ya que todo era borroso y demasiado iluminado; se sentía desorientada, casi como si la hubieran drogado. El cuerpo le pesaba y no le permitía mover sus extremidades con facilidad pero, a pesar de ello, lo siguió intentando. Su cuerpo se sentía ajeno, antinatural, como si estuviera manipulando una marioneta desde un lugar distante y no tuviera la suficiente energía como para conectar completamente su consciencia al cuerpo extraño, como si cada una de sus extremidades fueran extremadamente pesadas pero no lo suficientemente como para no poder moverlas ni un poco.

Después de unos minutos, alzó la mano, tomó cuidadosamente la cobija que la cubría y la movió a un lado, volteó súbitamente a la puerta y reconoció perfectamente dónde estaba.
"¡Estoy en mi cuarto!", pensó.
"¿Y por qué me sorprende? ¿Por qué no lo estaría?", reflexionó.
Se levantó con dificultad y caminó lo más rápido que pudo hacia el interruptor, pero ella percibía que iba lento, sumamente lento...
"¿De verdad estaré drogada?" Se preguntó inquieta. No se sentía normal, sentía que sus pensamientos no eran lógicos, coherentes ni mucho menos sensatos. Solo pensaba en palabras clave; "luz" "sueño" "padres" "¿estarán bien" "¿sanos?" "Agua" "sed" "necesito" "cocina". 

Justo a lado del interruptor, se encontraba la puerta que daba al pequeño pasillo con dirección a la cocina, pero hasta una pequeña acción como tomar la perilla le parecía bastante ardua, el solo hecho de pensarlo la hacía sentirse sin ganas de seguir con su camino, le daba ganas de rendirse y dejarse de preocupar de la luz prendida, de su sed o si su padres estaban bien, aunque la pregunta le parecía extraña ya que, ¿por qué no lo estarían?
Se debatía entre seguir o no seguir, pero el simple hecho de volver a la cama, acostarse y cubrirse le parecía sumamente agotador, asi que se decidió y emprendió camino hacia su destino; la cocina.
Tomó la perilla con toda la desición y valentía que pudo reunir en su pequeño cuerpo y avanzó por el corto pasillo sin titubear, pero, en cuanto volteó a ver al cuarto de sus padres, se percató de la luz brillante proveniente del foco prendido y, extrañada, llamó a la puerta para poder saber la razón del despertar de sus padres, sin embargo, en cuanto sus nudillos tocaron la gélida puerta, la luz se apagó.
"¿Hola?" Quiso pronunciar, pero las palabras no salían de su boca, ni siquiera se movía al ritmo que ella le ordenaba, como si fuera incapaz de hablar o algo no se lo permitiera.
Inconscientemente, volteó hacia su propia habitación y comprobó que su luz y la luz que daba al exterior en la parte trasera de la casa estaban apagadas.
"¿Las apagué al salir?" Se preguntó. Empezaba a sentir que nada de todo eso era real, que tal vez era un sueño del que debía despertar pronto, después de todo, no era raro que de vez en cuando tuviera sueños lúcidos, pero aquello se sentía real, completamente diferente a cualquier cosa que haya soñado previamente.

Volteó en dirección al baño para verificar si había algún atisbo de luz y comprobó aliviada que el foco estaba encendido. Se acercó lenta pero decisivamente hacia la puerta y, justo como con la puerta anterior, en cuanto sus nudillos tocaron la dura puerta de madera, el destello de luz desapareció.
-¿Mamá?- Pronunció al fin con la voz temblorosa y sin poder dar crédito a lo que sucedía; ninguna respuesta fue pronunciada por parte del otro lado. Se sentía débil, vulnerable y sumamente asustada de lo que podría estar pasando, de tal forma que su previa valentía se había tornado rápidamente en lamentos. Su cuerpo se sentía pesado, sentía que sus piernas le fallarían en cualquier momento, sentía que nada de aquello era real, se sentía mal, se sentía inútil, se sentía incapaz, asustada y sumamente preocupada.

"¿Por qué no me quedé acostada?" Sollozaba en su mente mientras todo lo demás iba perdiendo brillo, mientras sentía que la oscuridad empezaba a reinar la casa a medida que avanzaba por ella.
Miraba hacia atrás intentando mantenerse alerta y luchando contra su yo interno que le pedía a súplicas que simplemente se sentara y cayera rendida ante el deseo de dormir plácida y profundamente, pero algo le advertía que estaba en una lucha en la que no podía ceder, algo le decía que si se rendía ante aquél deseo, su vida terminaría. Decidió avanzar por la sala, siendo este el único lugar con luz en la casa, en dirección a la puerta principal. Con el corazón acelerado y el pálpito presente en cada uno de los miembros de su cuerpo, avanzó hacia la puerta principal, tomó la perilla y abrió la puerta lo más lento y calmado que pudo.
Observó el exterior unicamente sacando el rostro y analizó cada uno de los detalles que allí yacían; vió el cielo completamente oscuro, sin la luna o alguna sola estrella presente, vió a su perro con la cola completamente estirada que poco a poco empezaba a gruñir en dirección a la parte de afuera del cerco en la cual se erguía una figura...
Una mujer, cabello largo y levitante, vestido blanco y caminar inhumano, como si cada uno de los miembros de su cuerpo hubiera sido roto, como si sus articulaciones no funcionaran y se doblaran en direcciones imposibles, como si su piel hubiera sido bañada en un líquido extraño y verdoso, como si no tuviera alma o consciencia, sin embargo, en el momento que la mujer reparó en la presencia de Runa, le dió una gran sonrisa, casi angelical.
Anonadada por la escena y sin saber cómo actuar, Runa volteó en dirección a la sala esperando poder borrar esa imagen de su mente, percatandose que la luz desapareció completamente de su propia casa, reinando la oscuridad. Ella, temiendo aún más de lo que no podía ver que de lo que podía ver, regresó su mirada en dirección al exterior para darse cuenta que la luz también había desaparecido afuera.
Cerró los ojos.
Deseó que nada fuera real.
Deseó con todas sus fuerzas despertar.
Deseó con todas sus fuerzas que fuera un día más.

Era cada vez más dificil luchar contra el sueño que la inundaba pero le daba miedo morir.
Aún con los ojos cerrados, se dió cuenta que su perro había dejado de gruñir y, aliviada por creer que la mujer se había alejado, empezó a dejarse caer poco a poco por la pared hasta que, repentinamente, sintió una ligera respiración enfrente de su rostro.
"Ah, mi salvador, por eso eres el mejor" pensó aliviada y, antes de estirar la mano para acariciar a su mascota, su mente conectó las ideas: "¿Cómo podría ser él si ni siquiera alcanza esta altura?" Pero ya era demasiado tarde.
Una fuerza la empujó directamente al suelo dejándola sin aire y sin poder moverse. Vió fijamente hacia la nada esperando poder distinguir alguna figura, algún movimiento, algo que le indicara su futuro, pero esto le fue imposible, solo quedó tirada en el suelo de su sala, expectante.
Quería erguir la cabeza, pero no podía.
Quería mover los ojos, pero no podía.
Lo único que pudo hacer fue caer rendida ante la fatiga, ante el sueño y ante la cruda idea de que fue vencida sin saber por quién.

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2019 ⏰

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