Hace unas semanas murió atropellado un trabajador de Glovo. Pasó lo inevitable, una empresa dedicada al transporte de comida a domicilio que apuesta por la precariedad laboral no tiene otro rumbo. Tengan por seguro que al que se le quedó realmente cara de tonto no fue ni el cliente que había llamado para comer ni al CEO que llamaron para que preparara unas solemnes declaraciones. A quiénes destrozaron la vida fue a la familia del trabajador, muerto por una triste cena. Quisiera remarcar que esto no fue un simple accidente, como en aquella gran obra de García Márquez ésta es la "Crónica de una muerte anunciada". El lector sabe ya en la primera página como acabará el cuento; el argumento de la narración, el nudo y conflicto está entonces en el desarrollo de la trama. Así, nuestros protagonistas serán los parásitos al mando de su exprimidora capitalista y sus cómplices seremos nosotros, los no tan ilusos ciudadanos.
La empresa pone la bala y los clientes la pólvora, nos lo ponen realmente fácil: un click, un billete. Creemos lavarnos las manos por lo impersonal del asunto, el que llega a la puerta no se percibe a la práctica como un ciudadano más sino simplemente un amable rehén de sus cadenas. Normalizan el látigo del sistema con un marketing basado en la marca, en los valores abstractos y se apoyan en la tecnología para presentarnos un único rostro a recordar, normal que a la postre aceptemos tan fácil inmoralidad. Los trabajadores de Glovo son un ejemplo más entre tantos conocidos; ¿qué responsabilidad criminal tiene la empresa cuando son obligados a comprar de su sueldo la mochila amarilla que deben usar, a registrarse como autónomos en lugar de asalariados para reducir costes (pagando cuotas como si todos fueran pequeños empresarios), a ofrecerles flexibilidad laboral con nimias pero necesarias recompensas económicas (o indirectamente pues penalizaciones) según la disponibilidad de horario que tengan, a aceptar condiciones de riesgo en las carreteras con escaso apoyo material e informativo? Lobos con piel de cordero y sangre en las manos.
Hasta aquí podríamos decir que nada nuevo bajo el sol, sin embargo me escandalizó un anuncio que ví en la TV el otro día y que nos lleva definitivamente al último círculo del infierno de Dante; reservado a los culpables de malicia y fraude, a los traidores de la humanidad y sus valores. Dicho anuncio sería como cualquier otro que pasa inerte ante nuestros ojos si no fuera porque en un preciso momento dice textualmente: "¡Pide un Glovo y llévate el mérito!". ¿Cómo?, ¿Es ésta una suerte de plusvalía moral ya de pleno derecho? Sabíamos que no dudan en sacrificar la vida de quién haga falta, pero ahora presumen de robarte el sentido de tu trabajo. No quisiera yo cerca de mí alguien dispuesto a llevase el mérito del trabajador exhausto por hacer una llamada, me imagino la situación que nos plantean:
- Cariño, he pedido sushi que sé que te gusta mucho y quería darte una sorpresa.+ ¡Gracias! Sólo tú podrías hacerlo, que gran idea te quiero mucho.
Ahí es cuando llega el pobre chico de los recados e interrumpen su pasión para que desaparezca lo antes posible, sin rencor alguno, solo un trámite habitual. Eso en el caso de si el que ha llamado le da igual dar cuenta de la situación, otro optará por tomárselo al pie de la letra esperando a su pareja con el sushi en la mano y una sonrisa en la boca. Ni rastro del repartidor. No importa quién lo traiga, la cuestión es que la mesa ya está puesta. La plusvalía económica de Marx se refiere al pilar fundamental de la rentabilidad de las empresas, el robo del sudor y producto de tu trabajo. Es decir, si fabricas 10 te pagan 2, reinvierten 3 y la junta de accionistas se queda 5. Si la empresa quiebra tú serás el primero en cubrir costes y ellos los primeros en cobrar. En fin, usura institucionalizada con la ayuda del tiempo y los poderosos. Información prudentemente omitida del contrato llamado económico (aunque en el fondo social pues configura el porvenir de tu vida), núcleo del capitalismo depredador e imperante. Esto es de sobras conocido y suficiente ruin de por sí, ahora añadenle el hecho de que el sentido de tu trabajo ya no te pertenece: plusvalía moral. No es mérito tuyo, sino del cliente o en su defecto de la empresa. El proletariado, reconocido hoy en día como el precariado en el que nos englobamos casi todos (conscientes o no) no es ciudadanía de 2nda con vistas al ascenso como percibíamos sino ciudadanos de 3ra dócil e immóbil. Si nos roban el valor, el mérito, la ilusión y la esperanza, ¿entonces que nos queda? me pregunto; su marketing nocivo seduce al público gracias al maltrato físico y psíquico del trabajador.
Debemos decir basta para que no nos pase lo mismo que a Santiago Nasar, (el desgraciado protagonista de la obra de García Márquez) que consciente él y todo el pueblo de que los gemelos querían darle muerte no pudo evitarlo. Fuera por una cadena de infortunios, sea por una ceguera oportuna nadie querrá andar sus últimos pasos aguantando sus propias vísceras saliendo de la tripa. La situación se asemeja peligrosamente, estamos avisados.
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Política actual (Teoría y Praxis)
No FicciónMi más humilde opinión sobre el panorama político del momento. Sin filtros. Luchando por un mundo mejor en el frente de la cultura, la primera víctima siempre es la verdad.