Miradas

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Hace ya unas horas que los únicos miembros restantes de la Legión de reconocimiento habían vuelto de recuperar Shinganshina y el muro Maria.

—Ustedes, mocosos insolentes, vayan a tomar una ducha, huelen peor que la mierda —Eren y Mikasa se voltearon a ver, intuyendo que se refería a ambos—, su castigo procederá hoy mismo.

Definitivamente sí.

El capitán Levi subió un par de escalones, volviéndose un poco para observarlos por el rabillo del ojo.

—Tienen quince minutos.

Y así continuó con su camino rumbo a su propia habitación.

Ni el castaño ni la azabache titubearon en cumplir la orden dada por su superior, puesto que muy seguramente él iría a realizar lo mismo, y no demoraría demasiado.

Una vez aseados, se encaminaron en silencio rumbo a donde minutos atrás les habían indicado. Iban un tanto tensos, pero no nerviosos, pues como parte de su escuadrón ya les era conocidos los típicos castigos de Levi. Seguramente sería algo físico, unas mil vueltas a todo el campo, unas dos mil abdominales, o algo que tuviera que ver con dejar reluciente y sin una sola mancha de mugre todo el cuartel; incluso usaban un uniforme viejo para la ocasión, ni tan limpio ni tan sucio, que habían dejado por casualidad antes de salir en su última misión para así no ensuciar uno limpio.

Al bajar todo fue tal y como pensaron: él ya se hallaba esperando a ambos hermanos, recargado en una columna, mirada indiferente y una pose de brazos cruzados.

—Andando —señaló el camino sin más, pero sin moverse ni un ápice, claro indicio de que quería que ellos fueran por delante.

Eren y Mikasa caminaban a la par, mientras que el capitán los seguía de cerca.

Muy de cerca, según la percepción inequívoca de la joven oriental, puesto que sentía la penetrante mirada clavada en la nuca. No solo ahí, también en su espalda, en sus piernas ¿Eren tendría la misma sensación? Lo vio de reojo y este parecía normal, sin inmutarse.

¿Era cosa de su imaginación? Porque Levi jamás la había mirado así.

No que ella se diera cuenta.

Al cabo de un tiempo llegaron frente a una puerta de madera gruesa bastante conocida por el chico titán. Ninguno podía creerlo, ¿ahí los llevarían?

—Bajen —fue la tajante orden.

No fue difícil para sus mentes llegar a una sola conclusión ¿En serio iban a encerrarlos?

El ambiente del calabozo se sentía tal y como Eren lo recordaba, frio, húmedo, solitario. Para Mikasa era algo novedoso, pero nada que le produjera un grado fuerte de temor o ansiedad.

Más ansiedad le provocaban las miradas furtivas del hombre a su espalda.

Cuando al fin estuvieron frente a las celdas, Levi miró a Eren fríamente.

—Quítate la chaqueta y las correas.

—Sí señor.

Él obedeció sin rechistar, haciéndose a un lado e ignorando momentáneamente la interacción entre Mikasa y Levi.

Casi inmediatamente, este último volteó a ver a la única mujer ahí presente, sin embargo la acción para con ella fue diferente: la observó completa, de arriba abajo, analizando cada mínima parte del cuerpo, con ansiedad, con lascivia, casi como disfrutándolo...

O esa fue la sensación que atacó a la joven.

Un escalofrío la recorrió como hielo al reconocer el rayo que era su mirada durante todo el camino que les tomó llegar hasta allí.

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