Capítulo 4 - El hogar de la sabiduría

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- ¡Zoe! ¡Detente, esto es muy peligroso!- Decía el muy asustado Traful.

Ella ni le respondía, tan sólo miraba para adelante. Iba saltando entre las ramas de aquellos árboles gigantes, y cada tanto, saltaba desde la carretera hasta más arriba de estos. Él le continuaba hablando, pero ella ni lo percataba, parecía una bestia. De pronto, Traful, ve una especie de edificio, que se asemejaba a una biblioteca antigua. Había gente entrando a ella, y todos parecían provenir de el pueblo en el que esta se encontraba situada.

- ¡Zoe! ¡Zoe!- Ella ni lo escuchaba.- ¡Zoe, allí tal vez sepan curarme! ¡En el edificio antiguo!- Esta vez sí lo oyó.

Se dirigió, con una velocidad increíble, a el edificio. Pronto volvió a la normalidad, y entró a la biblioteca con Traful en brazos. Corrió sin decir una palabra, hasta llegar a una sección llamada "ciencias biológicas y medicinales", donde había libros que contenían información sobre cómo sanar a una persona, y toda la información sobre los seres vivos.

- ¿Qué necesitas pequeña?- Dijo un hombre viejo que usaba un bastón de madera, y cuyos pelos y barba estaban teñidos de marrón.

- ¡Quiero sanar a mi amigo! ¡Ayúdeme!- Ella aún sostenía a Traful en sus brazos, y lucía tristemente desesperada. Estaba a punto de llorar.

- Dejame verlo...- El hombre se acerca a ellos, y revisa a Traful.- ¿Qué fue lo último que comió?

- Un conejito que encontramos por el bosque.

- ¿En serio?- Comienza a reírse.- ¿En qué estaba pensando?

- Quería salvar mi vida... Dijo que eso recuperaría nuestras fuerzas...

- Ya veo ¿Tú también lo comiste, verdad?

- Sí...- Dijo apenada.

- Tranquila, puedo sanarlos a ambos.

- Pero a mí no me está generando ningún malestar.

- Es raro... Ven conmigo... Lleva al chico también.- Dice dando media vuelta y yéndose lentamente.

Llegan a una habitación que estaba bien cerrada, pero el señor llevaba con sigo las llaves para abrirla. Cuando al fin lo logra, los tres entran a ese lugar. Era algo pequeña, y tenía varias manchas de humedad, además de un terrible olor a escroto. Pero el lugar tenía montones de libros antiguos, cuyas hojas estaban desgastadas y algo rotas. El viejo sacó un libro de su estantería, que tenía el mismo grosor que un gran diccionario. Buscó y buscó, hasta que tras el polvo que lanzaban las antiguas páginas, encontró aquello que buscaba. Entonces abrió un cajón de su escritorio de madera, la cual se rajaba por su antigüedad. Sacó del cajón un par de artilugios dignos de un médico, y le dijo a Zoe:

- Siéntate en la silla mientras lo sostienes.

Y así lo hizo, se sentó en la única silla que había en ese habitáculo. Arriba de ella, estaba Traful, quien no daba más del dolor y la parálisis. Mientras Zoe lo sostenía, el hombre revisaba la boca de el joven, descubriendo así, lo que generaba su mal. Tomó otro libro de la estantería, y dedujo que ese veneno era proveniente de una planta encontrada en ese bosque, la cual era muy similar a el alimento de los conejos de la zona. Por la contextura de los restos encontrados en la boca de Traful, pudo confirmar que era el veneno de ese tipo de plantas.

- ¿Tomaste algo de medicina?- Le preguntó el hombre a Zoe.

- No, nada.

- Es increíble que no te haya afectado el veneno...

El hombre volvió a abrir su cajón, y de él sacó un frasco. Éste contenía un extraño líquido que Traful ingiere gracias al hombre. A los pocos minutos, Traful ya comenzaba a sentir de nuevo sus partes.

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