Mucha gente cree que el amor es costumbre, un hábito o...apego emocional. Eso creía yo hasta que lo conocí a él. Mi nombre es Fiera, y esta es mi historia.
Mi habitación era un lugar con mucha luz le entraba por casi cualquier espacio entre las cortinas, o alguna ventana entreabierta. Mis piernas estaban pegadas a mi pecho, claramente sin cortarme la respiración. Miraba por la ventana, cada persona que pasaba frente a mi casa, personas que se ejercitaban, otras que iban con su pareja caminando, algo que a mi me parecía indiferente. Pude concentrarme en los árboles, algunos tenían hojas verdes, otros naranjas con café y por último unos que ni siquiera tenían hojas.
–¡Fiera!– Gritó mamá desde la sala. Llevábamos días empacando, iría a la universidad y por fin el día había llegado. Me levanté de el piso, bajando para ayudarla con algunas cosas.
–Es hora, necesito que me ayudes a guardar algunas cajas.– Asentí con la cabeza llevando unas pequeñas y unas grandes a la cajuela de nuestra linda y bien cuidada camioneta. Era un largo camino, y todo el rato estuve completamente callada, sería bastante difícil estar lejos de casa, más que nada porque Eugene, era un lugar pequeño y lleno de vida, y claro...mamá ahora estaría sola. Al llegar miré a toda la gente que caminaba por el campus. –Respira Fiera– pensé para mis adentros inhalando y exhalando unas cuantas veces.
Antes de abrir la puerta de mu dormitorio, rectifique que el número fuera el correcto –C55, es este– susurré, para posteriormente abrir la puerta. Me encontré con mi compañera de cuarto que solo me echó una mirada sin fijarse mucho en los detalles, era una chica castaña con ojos claros, algo así tirándole a un color miel. Me dio un aspecto bastante incómodo, traía una cola de caballo bastante alta, unas botas negras y un vestido que seguro llegaba más arriba de las rodillas, también me pude dar cuenta de que tenia un tatuaje en la parte trasera de el brazo, un poco antes de el codo, también, tenía uno en la muñeca y por último uno en la nuca. Hice caso omiso de ellos por lo que no me pude fijar muy bien que eran exactamente. Reposé la caja sobre el escritorio, acomodando toda mi colección de libros sobre este.
–¿Que te gusta leer?– preguntó una voz aguda y chillona que me distrajo completamente de lo que me encontraba haciendo, volteé acomodando un mechón de mi pelo tras la oreja, sonreí y con dulzura respondí. –Romance y fantasía.– Irónico, lo sé, sin duda era raro leer amor sin creer en él, aunque en los libros era diferente. Historias hermosas que solo vivían en las páginas de un libro y en mi imaginación, historias que me llenaban el alma y me hacían sentir protegida.
–Yo también leo, pero me gusta mas la lectura poética.– Sonrío tomando uno de mis libros entre sus manos y observándolo de adelante hacia atrás y viceversa. Me sorprendió lo suficiente escuchar que le gustara la poesía, su aspecto no me decía lo mismo, aunque claro, no la juzgaba, tal vez su manera de pensar era diferente. No era una chica rebelde, o al menos fuera de su apariencia, pero estaba segura de que su personalidad no tenía nada que ver con que le gustara el rojo vino.
–Aún tengo varias cajas en el auto y creo que debo ir por ellas.– pronuncié sin intentar sonar grosera, la chica inmediatamente bajó el libro sobreponiendo en el escritorio de nuevo. –Puedo acompañarte, así te ayudo a cargar algunas cosas– propuso amablemente. Su voz era dulce y cálida, me preguntaba cuales eran sus razones de vestirse así, me causaba bastante curiosidad y me emocionaba conocerla y que fuera mi amiga.
Cargamos una caja cada una, mi madre, abrió la puerta de el piloto bajando rápidamente y acercándose a nosotras. Miró detenidamente de arriba a abajo a la chica, haciendo una rabieta con sus ojos, pude notar como mi compañera de cuarto se empezaba a poner incómoda, incluso hasta algo intimidada. Mi madre era demasiado intimidante, tomó mi brazo jalándome con fuerza atrayéndome hacia ella y susurrando con algo de rabia. –Espero que no te encariñes mucho con esa chica.– La recorrió con la mirada de nuevo, provocando que un suspiro saliera de mi boca y negara disimuladamente con la cabeza. –No dejes de hablarme, cariño.– pronunció de nuevo, esta vez más irritada que antes, para posteriormente entrar a el auto y conducir regreso a Eugene. Mi madre era algo juzgona, y eso no era algo que me agradara en absoluto.
La chica y yo caminamos por los pasillos regresando a nuestro dormitorio, estaba callada sin pronunciar una sola palabra, así que rompí ese silencio. No iba a dejar que mi madre, me impidiera ser su amiga. –¿Que tanto te espantó mi madre?– pregunté riendo un poco, mirándola volteando un poco la cabeza. –Solo un poquito.– rio conmigo, haciendo que sonriera. –Por cierto, soy Cassie.– dijo con dulzura nuevamente.
–Soy Fiera.– sonreí, definitivamente ella me hacia sentir con algo más de confianza, ya no me sentía con la inseguridad de caminar sola por los pasillos de la escuela. Esta era una nueva aventura que yo misma había decidido vivir, y tenía que vivirla de la mejor manera posible.
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Tenías que ser tú.
Любовные романыFiera Scott una chica de 17 años y medio, desesperada por conocer el mundo desde otro punto de vista, va a la universidad y conoce a un chico cautivador, algo irrespetuoso, cruel y bastante mal educado. Ella, no tiene idea de cuanto cambiara su vid...