El Génesis del Apocalipsis. (preludio)

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Estaba harta del vacío de la santidad que no me dejaba florecer, que me ahogaba con sus cadenas divinas llenas de una pureza enfermiza.

Rodeada de un asqueroso paraíso, donde los malditos Santos habían olvidado el nombre de los colores, quería salir volando de allí con mis alas de ave.

Pero Santa Miriam era una Santa.

Santa Miriam nunca había tenido fe ni en el mundo ni en el cielo.

Y estalló la guerra.

Oculta entre las nubes quemadas por las antorchas de la ira, fui testigo del poder hermosamente destructivo de la sangre que teñía el suelo carmesí y pintaba los rostros desencajados por la furia perturbada.

Y desperté.

Horrorizada por como todos esos humanos habían arruinado un mundo entero con su ignorancia.

¿Acaso creían que una espada de mierda podía servir como pincel?

¿Qué no sabían que el rojo no era el único puto color que existía?

Menudos ciegos de mierda que murieron sin ni siquiera saber hacerlo bien.

Justo cuando esta monstruosidad ya había sido arrasada, dejé de ser santa. Bajé del cielo divino y me corté las alas con una espada carmesí para poder volar más alto.

Joder, que bien sienta.

Convertí mis alas en dos plumas, ellas serían mi pincel.

La sangre que esos idiotas habían derramado en vano sería mi pintura.

Y el mundo torturado por los salvajes desagradecidos sería la tela en que vivirían mis obras de arte.

Del líquido escarlata nacieron los demás colores infinitos que se deslizaron desde la punta de mi pincel hasta la superfície muerta del desierto, rebosándolo de vida.

En dos semanas había poblado de bosques, selvas y sábanas a medio continente, y a los capullos de los humanos les gustaba.

El de arriba pasaría de mi puta cara mientras no le ocasionara problemas.

En siete semanas, inauguré mi mayor exposición de arte.

La nombré Renacimiento y firmé con mi pseudónimo de artista: Naturaleza.

Tenía vagos recuerdos de cómo era la vegetación antes de que toda fuera incendiada, así que tras pasar varias horas delante del lienzo, creé una infinidad de nuevas plantas. Plantas preciosas, plantas mágicas, plantas alucinógenas...

Todo fruto de mi arte.

Sin embargo, el Todopoderoso ya se había aburrido de mirar y me llamó con su voz inexorable, haciendo que me ahogara de nuevo.

Y, ante la necesidad de aliviar el dolor del cielo que retorcía mis pulmones, cogí un montón de plantas de mi obra de arte y les prendí fuego.

Y sin pensar en que coño estaba haciendo, me las metí en la boca, y prendí.

El humo ahogó mi alma, inundando todo mi ser.

Por fin.

Por primera vez en toda mi puta vida, pude respirar.
El tabaco se convirtió en mi pequeño vicio, en mi nueva paz.
Y poco a poco recordé. Recordé mi otra vida, una vida que se me había negado. Recordé que en un pasado, fui una Orisha y portaba el nombre de Obbá, diosa del amor reprimido, diosa de las guerreras y guardiana de los cementerios.

Busqué a mi venerada diosa y hermana Yemayá, ni rastro.
Aunque encontré a sus hijas, las brujas.
Las acogí bajo mis hojas y las salvaguardé de la cruz en llamas.

Busqué a sus hijos en montañas de sal, y los encontré llorando desesperanzados. Les prometí venganza y luego les acogí bajo mis ramas.

Las lágrimas de las brujas y de los hijos de las montañas, cayeron encima de mi arte e hicieron crecer las flores más bellas de la galería.

El ameno color de sus pétalos y su deleitoso aroma, llenaron de esperanza y fuerza sus almas, otorgándoles a cada uno de mis acogidos el don para conseguir la venganza que tanto anhelaban.

Si conseguía proteger a los descendientes de los Primeros Santos, en un futuro, podrían ser ellos quienes jodiesen el prodigioso paraíso del gilipollas de la cruz.

Sonreí victoriosa, porque sabía que ya había ganado.

Acto seguido me encendí un cigarro y dije:

-Que le jodan.

*

*

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Colabo amb Laura D.Luffy (aunque el 80% del relato es puramente suyo y lo ha petado)

girasoles caídosWhere stories live. Discover now