Capítulo 21: Permanezcamos juntas

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    El tren había llegado a su destino, la gente comenzó a salir. Las jóvenes tomaron sus cosas y también se retiraron, la estación no era muy grande así que no tardaron en atravesarla.

    Afuera pudieron visualizar un poco del lugar a donde habían llegado, era más bien como un pueblo.

    Y todo parecía tranquilo, casas bonitas, muchos árboles, incluso el clima se sentía agradable.

    Al menos era algo.

    —Lapis.

    —¿Sí? —para ser honesta, aún se sentía ida.

    Era como se sentía después de haber llorado por tanto tiempo.

    —Allá hay una cafetería, ¿quieres ir? No has comido y en realidad yo tampoco.

    —Oh, sí... sí, está bien —asintió.

    Peridot suspiró y la tomó de la mano nuevamente, caminando hacia el pequeño establecimiento.

    Entraron al lugar, el olor del café y la comida se hizo presente. Era bastante agradable. No había mucha gente y tampoco tanto ruido, un poco de música acompañaba el ambiente.

    Fueron a sentarse a una de las mesas junto a las ventanas, acomodando sus cosas bajo la misma. Una muchacha no tardó en llegar y dejarles los menús.

    Pidieron un típico desayuno.

    Cuando la joven anotó lo que querían Peridot le preguntó que si tenía algún mapa del lugar, y después de pensarlo unos segundos la chica asintió y dijo que lo traería enseguida.

    —Lazuli.

    Ella miraba a través de la ventana, tenía su rostro apoyado en una de sus manos.

    No le contestó, aún se veía perdida.

    Dio un suspiro, observando de nuevo el golpe en su cara y sus cabellos desordenados.

    —Lapis.

    Esta vez parpadeó y luego llevó su vista a la rubia, colocando su mano en la marca —¿Qué pasó?

    —¿Cómo te sientes?

    La peliazul solo torció un poco los labios y se encogió de hombros. Peridot sabía que eso no era una respuesta, pero no quería insistirle.

    Si ella se había sentido mal por sus experiencias con Aquamarine, no imaginaba cómo debía sentirse Lapis por todo lo de Jasper.

    Esa había sido una horrible etapa en la vida de ambas.

    —Aquí está el mapa, enseguida les traigo su orden —y se retiró.

    Peridot lo extendió un poco, comenzando a analizarlo. Habían un par de pueblos alrededor, y ya estaban algo lejos de la costa.

    Comenzaba a pensar a dónde sería bueno dirigirse.

    En su mente estaba preguntarle a Lazuli si quería dirigirse a su lugar de origen, pues su viaje por la costa había sido para buscar a la madre de la ojiazul.

    Y eso no había resultado.

    Y bueno, ella le seguiría a donde fuera, de todos modos no había nadie que la estuviera esperando en algún lugar.

    No tenía un hogar.

    La mesera llegó y acomodó lo que las chicas habían ordenado. Peridot no tardó en empezar a comer, y había animado a Lapis a que lo hiciera también, aunque fuera un poco.

    Cuando terminaron ambas fueron al baño por turnos, luego pagaron y salieron del establecimiento aún con el mapa.

    Después de caminar un poco, entraron a una tienda de autoservicios y compraron botellas de agua y barras de chocolate.

    Al salir caminaron un poco más, se detuvieron al final de una calle. De ahí solo se lograba ver un gran campo, ese era uno de los límites del pueblo.

    Se sentaron en el pasto, admirando el enorme terreno de césped y árboles. El viento osilaba moderadamente, el clima era templado y agradable.

    Peridot observaba a la perdida Lapis Lazuli.

    —Una vez más siento que no tengo ningún rumbo —murmuró la ojiazul—, ni plan a futuro.

    La rubia arrugó las cejas y miró hacia el campo también.

    Por muchos años su plan a futuro había sido que la adoptaran. Que una linda pareja llegara y la sacara de ese horrible y aburrido lugar. Porque a pesar de lo apática y ermitaña que era, muy en el fondo deseaba que alguien volviera a amarla.

    Que alguien le ofreciera seguridad.

    Que no la dejaran sola.

    Pero nunca pasó, ella no fue una de los pocos afortunados en ser adoptados. Aunque siempre supo que sus posibilidades eran menores al ser una niña grande.

    Cuando entró a la adolescencia prefirió buscar la forma de escaparse. Y ahora que lo pensaba bien, qué torpe había sido, aquello que otra niña del orfanato le había dicho era cierto.

    Que afuera no había nada para ella.

    Quién sabe qué habría pasado de no ser por Lapis.

    En el mundo de Peridot, Lazuli era un ángel.

    Maravillosa y solo para ella.

    La persona con la que más había podido contar.

    —Entonces... —murmuró la rubia—, solo permanezcamos juntas —le extendió su mano.

    Lapis Lazuli volteó a verla, el aire movió su cabello una vez más y ella soltó un suspiro, tomándola al fin.

    «Sé mi futuro ahora»

    Lapis Lazuli solo pudo anhelar que esa fuera su mejor decisión.

    El camino correcto para tomar.

    Ambas se pusieron de pie y sin pensarlo mucho comenzaron a avanzar por el campo.

    Hablaron un poco, llegando al acuerdo de que viajarían por esos pueblos. Solo conociendo y disfrutando. Sin presiones ni nada malo. Al menos un par de semanas, hasta que pensaran bien en qué harían después.

    Estaban de acuerdo en que necesitaban un descanso, una desintoxicación de lo que ambas habían vivido en aquel pueblo costero.

    Después de un rato se detuvieron bajo un árbol a tomar agua, Lapis Lazuli tomó su guitarra y comenzó a tocar algo.

    Una melodía lenta, acompañada por la suave voz de la peliazul.

    Peridot sonrió sinceramente después de mucho tiempo.

    Pasaron meses para que pudiera volver a verla de esa manera, serena y tocando su guitarra.

    Lapis Lazuli sonrió al ver a la ojiverde, después siguió cantando.







Uff, ya tenía rato que no actualizaba.

Pero bueno, algo cortito para empezar este mini arco.

¿Qué piensan de la historia?

Y ya por último mis mejores deseos para ustedes por este año entrante, espero que se la hayan pasado bien ❤

Sin hogar | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora