Capítulo 22

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Elena caminó despacio por el pasillo hasta la sala donde ella la esperaba, apenas cruzó el arco de la sala, notó que llevaba su cara angustiosa y apesadumbrada.

—¿Victoria?

—Elena... —se puso de pie y se apuró a alcanzarla mientras tomaba sus manos entre las suyas y finalmente la abrazaba sorprendiéndola —¿Por qué estás en esas fachas? Estas repleta de polvo. —Elena rio.

—Es que fuimos de pesca.—Victoria enarcó las cejas.

—Vaya... ¿Y te gustan esas cosas?

—Bueno, yo no pesqué, pero sí me gusta estar al aire libre y cabalgar... la verdad que lo he disfrutado.

—¿Cabalgar? ¿con esa pierna estropeada?

—Aiden me ayudó. —Victoria rio.

—Pobre tu marido... bonita tarde le has hecho pasar.

—¿Por qué me dices eso?

—Perdóname... es que no estoy bien... no es nada contigo.

—¿Ha sucedido algo? Dime por favor. —preguntó preocupada mientras se acercaban a los sillones.

—Es que... Es el cúmulo de cosas... es que ya no soporto más. Necesitaba hablar con alguien, y sé que tú siempre me has apoyado, por eso estoy aquí

—Claro que sí, dime ¿qué te tiene tan atormentada? —preguntó angustiada al ver el rostro y notar su voz quebrada.

—Es todo... últimamente todo. Mi matrimonio es detestable, mi casa una prisión y mi vida un descalabro.

—Por Dios, ¿qué ha pasado? —imaginó lo peor ante las palabras y ansias de su hermana que no paraba de apretar sus manos entre las suyas y llevar su voz temblorosa al borde del llanto.

—Es cada día desde la bendita boda que todo está mal, apenas si hablamos, no tenemos cosas en común, no compartimos nada y se la pasa preocupado por los negocios que para variar, siguen siendo los mismos de papá... imagínate que fuimos a Londres y no ha hecho más que pasársela en clubes y ausente de la casa. Estoy agotada de todos sus problemas que es de lo único que habla cuando llega a la casa...

—Es normal... los hombres hacen eso Victoria, no están en la casa todo el día bebiendo el té y cotilleando.

—Ya lo sé... pero esperaba más... No sé cómo explicarte, es que tal vez tú no entenderías.

—Dime... tal vez puedo ayudarte.—hizo una pausa, como si dudara si decirle o no, se puso de pie dándole la espalda y con voz titubeante y apenas audible continuó.

—Hay otro hombre...

Elena se detuvo y llevó sus manos a su pecho que apenas se movía, sus cejas se hundieron y su boca quedó entreabierta, incapaz de reaccionar ante sus dichos que apenas si podía creer.

—Por Dios del cielo... no vuelvas a decir eso. —musitó. —Si se enterara Adam... no puedo ni imaginarme lo que podría sucederte, a ti, a mí, a papá... a todos. Piensa por un minuto y no vuelvas a mencionar una cosa así.

—Es la verdad... siempre lo hubo. Si lo que quieres es que siga mintiendo, entonces olvida lo que te he dicho. —tomó su bolsa e hizo amague de irse, pero Elena extendió su mano y la tomó por la muñeca.

—¿Cómo que siempre?

—Recuerdas en los servicios fúnebres de tu difunto esposo... te conté.

—¿Te referías a él? —dijo incrédula.

—Claro que sí... pero fue en el baile en Yorkshire que Adam pidió mi mano y obviamente los intereses de papá estaban sobre los míos.

—Pensé que habías escogido a Adam... Es joven, guapo y caballero. Incluso, siempre has querido un título, creí que ser vizcondesa te hacía inmensamente feliz—Victoria rio con ironía y se puso de pie mientras caminaba hacia la ventana y miraba a través de la misma a Aiden que se aproximaba a la casa.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora