6

33 7 0
                                    


Marcos 13,32: "Más de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el hijo, sino sólo el Padre".

Ajusto el enorme abrigo a mí cuerpo.
El momento ha llegado. Estamos a punto de marchar a Mont-Tremblant, Canadá. Contengo y suelto el aire con lentitud, calmandóme. He estado esperando ésto desde que tuve conciencia de mi existencia. Es momento de que el mundo arda, pues la hija del infierno está en camino.
Un golpe en la puerta hace que apresure mi preparación.

— Adelante —Bael entra con rapidez, va con una gabardina negra y con su cabellera obscura desordenada, parece que ha pasado muchas veces su mano por sus alborotados cabellos. Debe estar nervioso. Muerdo mis labios al observarle.

—Es hora, Eyra —habla de forma solemne.

No vino aquí como mí prometido. Está aquí como el general de las tropas infernales.

Asiento y nos ponemos en marcha rumbo al salón donde se celebró nuestro compromiso hace apenas unos días. Bael va escoltando mi paso, nada debe pasarme o todos nuestros planes se arruinarían.

Cuando llegamos todos estallan en vítores y gritos de guerra, yo les devolveré a la gloria, aunque esta vez será creada de forma distinta.
Avanzo con decisión, los demonios que me acompañarán están a los costados de mi padre; Agares, Amón y Abigor incan una rodilla en cuanto estoy frente a frente con mi señor.

— Et hic sunt ad  terram heredis —(La heredera de la tierra está aquí) grita mi progenitor ante todos. Los gritos extasiados no paran de escucharse. Oigo a mi padre con orgullo, me llena de satisfacción dar este primer paso a la victoria sobre los seres celestiales,— Protejan con su vida a su suprema. Ella es la clave de nuestro éxito.

Bael inca la rodilla en el suelo y los demonios en conjunto hacen un juramento, si se llegara a dar la ocasión darán su vida por la causa, por mí.

— Sí, mi rey —exclaman todos al unísono.

— Triunfa, mi hermosa criatura.

— Se lo prometo, Padre.—Pongo la mano sobre mi corazón y me pongo de rodillas ante él.

Su enorme y poderosa aura nos envuelve a los allí presentes. Está creando la brecha por la que hemos de cruzar al plano terrenal, las llamas se oyen furiosas a nuestro alrededor. Yo solo me concentro en mantener los ojos cerrados y a esperar, hasta que el más sepulcral silencio nos rodea. Ya todo está hecho.

— Anda hija mía. Ponte de pie y muéstrales a aquéllos seres de lo que eres capaz. Hazme sentir orgulloso— Pronuncia ceremonioso.

Me pongo de pie y le miro, siento mucha incertidumbre de darme la vuelta y encontrarme con la puerta que ha creado para mí, pero sé que estoy lista. Él se encargó personalmente de aquello.  Toma mi rostro entre sus manos y me sonríe majestuoso antes de depositar un beso en mi frente. Siento a su poder envolverme, un hechizo.

— Un regalo —susurra, me envuelve momentáneamente entre sus brazos, hacía tiempo que no lo hacía.— Cuídate mucho, hija.

Asiento, me separo de su protector abrazo y le miro con una determinación férrea.

— Ganarémos —grito a todos los presentes antes de dar media vuelta he internarme en el portal.

Lo último que escucho de mi hogar son gritos extasiados. 

Emergemos de entre las cenizas del fuego provocado por la brecha

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emergemos de entre las cenizas del fuego provocado por la brecha. Aparecemos justo a la mitad de un bosque nevado en las montañas Laurencianas y a pesar del inclemente viento helado y la nieve, el fuego que nos trajo parece tener vida propia.

Estoy arrodillada en el suelo y el pinchazo del frío me atenaza el cuerpo. Interesante.  La sonrisa de satisfacción en mi rostro no mengua.

— ¿Eyra, te encuentras bien? —La voz de Bael me insta a levantar el rostro.
Extiende su mano hacia mí para ayudar a levantarme.

Observo a nuestro alrededor, buscando a mís camarillas.  Agares y Amón revisan el perímetro. Mientras que Abigor se acerca hasta mi con un enorme abrigo de pieles. No me doy cuenta de que estaba tiritando de frío hasta que siento la confortable sensación de la prenda sobre mi cuerpo.

— Hay que movernos— nos apremia mi prometido— Nadie sabía que llegaríamos, pero una vez aquí es seguro que los ángeles guardianes sentirán nuestra presencia. No podemos arriesgarnos a una pelea antes de lo planeado.

Todos asienten en acuerdo, sin embargo yo no me muevo con urgencia como ellos.

—A mí no me importan aquéllos guardianes mediocres Bael. Deberían saber que estamos aquí, y temer.

Todos me miran como si tuviera un tercer ojo, así que me yergo y les miro altiva, esperando.

—Vamos princesita. Debemos llegar a nuestro cuartel, acomodarnos y prepararnos para lo que venga.
Quieres pelea, y la tendrás.
Pero ahora no tenemos las armas suficientes para protegernos de celestiales. Así que sí quieres que esto salga tal y como planeas, deja la imprudencia y movámonos de una vez.—Me exhorta Abigor.

Bufo con experacion. Supongo que lleva razón así que sólo asiento.

Paciencia, paciencia.

Nos ponemos en marcha con rapidez y fluidez, tengo frente a mí a Bael, a mis costados a Abigor y Amón y cuidando nuestra retaguardia se encuentra Agares.

Caminamos lo más rápido posible para intentar llegar a donde se encuentra el lugar donde nos quedaremos. Parte de nuestro regimiento infernal estará ahí, resguardando nuestra estadía.
Caminamos por lo que me parecen horas hasta llegar a una enorme construcción alejada de todo, pero estratégicamente colocada para acceder a todos los puntos claves de Quebec.
La enorme reja negra es abierta para nosotros, la fachada es imponente, magistral.

Un formidable demonio con tez como el ébano nos espera a la entrada.
Hace una profunda reverencia mientras que yo le analizo.

— Bienvenida, alteza. Mi nombre es Valefar y me encargaré de vuestra seguridad aquí. Sigánme,—Se pone en marcha con rumbo a la puerta principal, nos explica lo que pasará mientras avanzamos tras de él.— Les propocionarémos ropa adecuada, el alimento que deseen y una vez que se encuentren instalados se les expondrá la información que hemos recabado.
Y una vez se encuentre satisfecha, estaremos esperando sus instrucciones para cualquier tipo de ataque.

— Muy bien, Valefar —le digo con autoridad.

Asiente con gusto y nos guía a través de la enorme estancia hasta unas escaleras. Nos dirige hasta el último piso donde se encuentra cuatro puertas cerradas.

— Este es su piso, únicamente puede acceder aquí personal altamente calificado, y uno que otro sirviente de nuestra entera confianza. Así que mientras estén aquí, pueden estar seguros que estarán a salvo de todo.— Nos dice el demonio.

Nos deja a cada uno en una respectiva habitación, dejándonos a Bael y a mí la más grande de todas.

— Vuestro uniforme lo encontrarás sobre la comoda. Tómense su tiempo para prepararse, —nos dice Valefar, una vez que está por marcharse parece recordar algo pues se detiene unos momentos para añadir con un brillo despiadado en su mirada.—  Oh, alteza. Casi se me olvida. Le tenemos un pequeño obsequio de bienvenida.

Dice de forma macabra antes de cerrar la puerta a sus espaldas.



EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora