LXXXIV. La Buena Esposa

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Después de que Jaime Lannister se fuera de Aguasdulces, Ellys hizo lo que todos esperaban que hiciera: se comportó como una buena esposa. Una aburrida y mojigata mujer que pasaba sus días encerrada en la sala de costura que tan amablemente su benefactor, Lord Edmure Tully le permitía utilizar.
Fuera de su habitación, y de las cuatro paredes que abarcaba el salón de bordados, Ellys no tenía poder alguno en el castillo.

Salvo por Alyn Blaclwood, Jeyne Westerling y el ama de cría de su hermano Roderick, nadie más le dirigía la palabra, ni siquiera el propio Edmure.

A dónde fuera, siempre habían guardias custodiandola. Podía oírlos hablar a su espalda, se burlaban de ella y decían que era "la mujer abandonada por el Matarreyes."

Nunca respondía a las ofensas. No odiaba a Jaime, ni lo condenaba. Es más, tenía tanta confianza puesta en él que estaba segura que ir a Kings Landing y dejar Aguasdulces con el Tully era parte de un plan importante. Se negaba rotundamente a creer que él la había abandonado sin mayor trasfondo. Pensaba que quizás, Edmure sabía algo de sus motivos, pero cuando ella pidió hablar con él, el nuevo Lord se negó.

Pasaron varios días de rutina repititiva. El apetito se le había reducido de tal forma que a veces, solo tomaba agua de uvas. Por las mañanas se antojaba pastelillos de cereza, pero en Aguasdulces era imposible conseguir la exótica fruta.

«En Roca Casterly aún deben quedar muchas jabas de cereza.» Recordó. Jaime las había traído para Harwyn, y ahora eran de Lorean.

Una noche, poco antes de que se cumpliera una luna desde que Jaime se fue, llegó a Aguasdulces una caravana ornamentada. Era un carruaje mediano, con pedrerías y escarcha. Varios inmaculados avanzaban a la par de los caballos. Todos llevaban el emblema Targaryen bordado en hilos rojos sobre el corazón.

Jeyne fue a avisarle a Ellys sobre las extrañas visitas. Si algo debía agradecerle la Reyne a Jeyne Westerling era su presencia incondicional. A pesar de que tuvo opción de marcharse sin problemas de regreso a El Risco, ella decidió quedarse ahí: «Hasta que el invierno pase y yo pueda ir a Winterfell a decir los votos de septa.» Había dicho.

Jeyne ayudó a Ellys a vestirse con ropas sencillas. Incluso, a falta de siervas, la propia Westerling le trenzó el cabello y le sujetó los mechones con broches de oro.

—¿Viste quiénes eran? —le preguntó Ellys a Jeyne mientras avanzaban al Gran Salón.

—Solo vi a un hombre —dijo ella— Era robusto, y llevaba capa, pero parece que no tenía cabello.

«Robusto y sin cabello... Solo puede ser esa araña.»

Los sirvientes le habían servido a Lord Varys y a los inmaculados que lo acompañaban, sopa caliente de arvejas. El eunuco le dio dos bocados a la comida y después se disculpó. Edmure Tully no estaba ahí, era Jason Bracken quien trataba de atenderlo.

—Lord Edmure ha estado muy ocupado arreglando los problemas que surgieron después de la Guerra de los Cinco Reyes —dijo Jason— Hoy el sueño lo ha vencido apenas se escondió el sol.

—Entonces no hay que molestarlo, hablaré con él mañana —dijo afable.

—¿Puede decirme el motivo de su visita?

El eunuco se levantó de la mesa y se limpió las manos en el largo mantel.

—La Reina me envía para asegurar la lealtad de Aguasdulces —dijo solemne— Hablaré mañana con su Lord, ahora por favor, ofrezcame una habitación. Llevo días viajando de un lado a otro y estoy muy cansado.

Antes de salir, se percató de la presencia de Ellys.

—Lady Reyne —le dedicó una reverencia por demás, exagerada— Es una sorpresa verla aún en Aguasdulces.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora