Capítulo 24

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John volvía de dar el recorrido por la nueva textil, ya estaban instaladas las cinco máquinas y habían llegado las materias primas. Contrataron algunos operarios y solo restaba comenzar la producción y los contactos para las exportaciones, lo que incluía el transporte en barcos, algo que Aiden sabía que debía delegar en Hawthorne, por lo que esa misma tarde envió las cartas pertinentes solicitando que comenzara las tratativas.

No había vuelto hablar con Elena en el resto del día anterior, y apenas habían cruzado algunas palabras en el desayuno ya que había anunciado con su doncella un presunto malestar que le impedía cenar en el comedor, por lo que se limitó a comer algo en su habitación. Aiden se sentía inquieto como gato enjaulado, o al menos eso había dicho Harry al verlo caminar de un lado a otro del estudio, fumando interminables cigarros y revisando papelería. Debía hacer el viaje a la mina y constatar que todo marchara bien como cada semana, pero no deseaba irse, no quería viajar ni dejar la casa, al menos eso es lo que le dijo a Lauren cuando le preguntó por su partida, aunque dentro de su corazón sabía que había una sola cosa capaz de distraerlo de aquella manera.

Se detuvo junto a la ventana mientras la veía junto a Oliver caminar entre los ligustrinos volviendo de su paseo de cada día. Estaba hermosa y deseaba correr a ella y alcanzarla, caminar un tramo juntos y compartir alguna charla, pero sabía que era mejor no hacerlo, tomar las riendas de su corazón y silenciarlo para poder seguir adelante sin sentimientos que estorbaran y que no llegarían a ningún lado. Levanto los ojos y el cielo se estaba cubriendo de nubes que aunque aún lejanas, prometían una tormenta.

—John... —distrajo al hombre que revisaba los números de las últimas compras, mientras fumaba un cigarro.

—¿Mmm?

—¿Tienes idea si esta todo listo para la cena?

—Lauren dijo que así era.

—Muy bien, voy a prepararme. Recuerda a Oliver y habla con Martha y Harry, no quiero que vaya aparecerse en la mesa.

—Claro, cuenta con eso.

Hizo la última pitada de su cigarro mientras veía a Elena casi llegar a la casa, se detuvo un instante re calculando cada segundo y salió del estudio a paso presuroso, sabiendo que si todo salía según su plan, Elena abriría la puerta justo en ese instante, y así fue, chocó contra su pecho y Aiden la tomó por los brazos sosteniéndola mientras sus rostros quedaron muy cerca y un mechón de su cabello acarició su mejilla.

—Oh... lo siento... —Musitó y le ayudaba a incorporarse.

—No hay problema señor... —Respondió mientras Oliver se escabullía entre sus piernas y corría a robarle galletas a la cocinera.

—¿Y como se siente? ¿Está mejor? —No entiendo... —dijo dudando, mientras a él se le encendía ese brillo en los ojos.

—¿El malestar de anoche?...

—Ah... lo siento... —rio nerviosa —Sí, me siento mejor, gracias por preguntar. —se apuró a avanzar y alejarse de él, puesto que su mirada inquisidora y su cercanía alborotaban todo dentro de sí, pero Aiden se interpuso en su camino.

—Me alegra oírlo. —dijo como un murmullo que sólo ellos pudieron oír, y rozo su mano apenas con un dedo, ávido por al menos tocar un centímetro de su piel, pero ella la apartó, esbozo una tenue sonrisa y avanzo por el corredor. «Estoy enloqueciendo... definitivamente» se repitió a sí mismo con los ojos apretados mientras subía las escaleras en zancadas de a dos escalones.

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Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora