Si hay amor, no habrá obstáculos.

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Antes, el mes de Junio, era un mes más del año, un mes más por pasar en la vida. Hasta que la conocí.

Un día aburrido en mi aburrido trabajo de mesero (aburrido)  en la fonda de mi tía (aburrida), llegó ella tan bonita y presentable. Además de no parecer aburrida. Se sentó en la mesa junto al ventanal y yo, cual rayo veloz, me acerqué a su lado para apoyarla en su orden.

De una forma muy amable, me regaló la mejor de las sonrisas que había visto en mi aburrida vida. Tan perfecta, tan única.

El momento que podía compartir con ella, sólo era la hora de su comida. Pero aún así, yo me deleitaba al máximo al ver sus reacciones al degustar sus alimentos. Y es que en verdad, mi aburrida tía tiene un buen sazón, no por nada somos la mejor fonda de la zona.

Una tarde, cuando fui por algunos insumos, la encontré. A esa hermosa chica con cuerpo de diosa y rebelde cabellera rojiza.

- ¿Encontró lo que buscaba? - preguntó al chequear los códigos de barras.

Ella, esa damisela que me robaba el aliento en el trabajo, era la linda cajera de este minisúper. Mi mirada se prensó en su gafete "Mónica", leí atento.

- Eh... - Tonteé. - Noté que no había cúrcuma - respondí.

- Claro ¿algo más?

- ¿Su número de teléfono? - susurré.

- ¿Disculpe?

- N-nada. Sólo era un chistorete.

- Pues no se haga el chistoso - susurró. - Gracias por su compra. Vuelva pronto - sonrió.

Sólo sonreí. Tomé mis compras y me fui. Sentí mi cara hecha un caos, roja y ardiente. Con mi corazón palpitante al mil, destruyendo por completo mi pecho y mi razón arrepintiéndose por ser tan estúpido. Me deprimí. Creí que ya no iría más mi linda Mónica a comer a la fonda por mi metida de pata. Y así fue. O al menos no en ese día.

En la tarde siguiente a las 2:10 en punto, como era costumbre, apareció. Tan bella, tan sublime, dirigiéndose al lugar de siempre, la mesa apartada cerca del ventanal que alumbraba cada detalle de su precioso ser. Yo, con las piernas tambaleantes y el aliento cortado, corrí a paso lento, con timidez y euforia a dejarle el menú.

- En verdad lo siento. No quise ofenderte Mónica - susurré y de inmediato ofrecí la carta en sus manos.

No me miró. No me respondió. Sólo ordenó sus alimentos y yo sólo obedecí. No podía obligarla a  perdonarme. De la nada me porte como un idiota sólo por haber descubierto su nombre y el lugar donde trabajaba.

Cuando se retiró, en la charola donde poníamos la cuenta y unos dulcecillos como regalo, mi hermosa doncella me dejó como propina una linda nota adherible de color rosa: "No te pongas tan serio, Israel". Leí. Además adjuntó su número y firmó con su sublime nombre, Mónica, seguido de un corazón.

Noté que de igual forma había visto mi nombre por mi gafete. O eso supuse.

Me emocioné y al terminar el trabajo le escribí. Así empezamos una linda rutina de casi un mes, donde nos escribíamos para  hablar del clima, noticias diarias, tonterías, de precios de la tienda donde ella trabajaba y del menú que comería en ese día.

- Salgamos este fin - susurró cuando recibió su flan napolitano como postre.

No me miró, pero pude notar bajo sus rulos escandalosos la timidez que sentía pues sus hermosas mejillas la delataban.

- Claro Moni - sonreí animoso.

Y huí. También tenía pena y de nuevo me temblaban las piernas.

IMPARABLESWhere stories live. Discover now