Éramos unos críos, apenas conocíamos el sabor del dolor...es por eso que decidimos crecer.
Decidimos jodernos la vida, alimentar nuestras pesadillas con químicos y nadar en los males de un ser humano desquiciado. Decidimos morir en vida.
Nos encantaba la adrenalina, era nuestra droga preferida. Corríamos tras los matones que hacían daño a los indefensos, rompíamos narices, atravesábamos estómagos con nuestras mariposas....joder, éramos imparables.
Para celebrar que habíamos sido unos héroes por una noche decidíamos meternos todo tipo de  mierda al cuerpo, no importaba nada que no fuera el caballo entrando por nuestras venas.
¿Compasión...? ¿Amor? Una eterna depresión y un infinito odio a una sociedad fascista y capitalista sumida en su mierda.
Odiábamos a todo el mundo pero a pesar de ello no podíamos evitar ayudar al necesitado. Innumerables veces nos jugábamos la vida por vivir ese momento, el momento en el que te sientes vivo y te crees un dios nórdico. Nos jugábamos la vida con cada brigada de policía asaltada, con cada incendio apagado, cada paliza recibida por un par de violadores, cada bala recibida por un borracho de mierda, por cada raya de cocaína, cada chute de caballo, crack, speed, toda mierda tóxica para nuestro amado cuerpo.
Éramos dioses desterrados por la misma sociedad la cual nos daba la espalda.
Deivid era mi hermano pequeño...nunca quise esta vida para el.
Recuerdo volver a casa a hurtadillas para no despertarle, guardar mis cosas de héroe fracasado en mi escondrijo asignado por un complejo de Bruce Wayne enorme. Después de todo eso...me lavé la sangre de mi rostro e intenté no quejarme mucho al coserme los cortes. Escuché unos pasos torpes, torpes pero imponentes. Era Deivid. Me pilló.

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2019 ⏰

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