Capítulo 8

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Antes de empezar con lo que sea que les tengo que contar, nos levantamos y vamos a por nuestros platos de comida.

Para tomar decisiones importantes, hay que tener siempre el estómago lleno.

—Buenas tardes señorita Mellark —me saluda la cocinera, que como es normal siempre sale a saludarme.

—Buenas tarde Mady, parece que la sopa de hoy tiene muy buena pinta —y es la verdad, huele que alimenta, Mady es la mejor cocinando.

—Me alegro mucho —responde amablemente—, que os aproveche.

Volvemos a la mesa, y una vez que ya estamos todos sentados con nuestros platos llenos empezamos ha comer, y yo también empiezo a contarles lo que tengo pensado.

—Esto prácticamente me parece ya normal, y parece que está rutina la llevo haciendo toda la vida. —aseguro mostrando mi aburrimiento.

—Ya te digo —me apoya Lucas.

—Bueno, tu llevas prácticamente un mes más que nosotros aquí —asegura Adrián.

—Esto es siempre igual: por la mañana desayunamos y entrenais mientras yo visitó a los prisioneros, después comemos y pasamos la tarde rascandonos la barriga, y acabamos cenando y yendonos a la cama. —resumo nuestro día a día en pocas palabras—. Casi echo de menos los días en la arena, al menos allí no sabías lo que te iba a pasar, y se vivía con más emoción.

Las caras que mis amigos me dirigen son indescriptibles, me miran como si fuese una enferma mental que acabase de escapar del psiquiátrico.

—¡Qué! Es la verdad, esto me aburre.

Parece que nadie va a hablar, y todos me miran con cara de decepción, como que se esperaban que lo importante fuera otra cosa, pero al final Adrián lo hace:

—Yo prefiero saber que mi culo está a salvo.

Tengo que hacerles ver un poco más allá de sus narices

—Adrián, aún que estemos aquí, hay gente que no está a salvo, y esto me aburre mucho, quiero vivir y correr riesgos.

—Esto empieza a ser demasiado tentador para mí —me apoya Jeannine como si mis palabras fuesen un trozo de pollo súper jugoso.

—Pero ¡Jeannine! Como puedes estar a favor de lo que dice Rose, es una locura, yo me niego a volver a vivir como en los juegos.

—Tu sabrás lo que haces, porque Rose tiene razón.

—Pero...

Desconecto un momento de la conversación para ver qué Lucas me sigue mirando como si estuviese loca, y posiblemente lo esté, ¿quién querría volver a vivir los juegos?, bueno, pues una persona que disfruta arriesgando su vida y la de los demás. A parte, Lucas no sabe lo que es verdaderamente tener una constante presión por temor a perder tu vida todos los días, es algo aterrador, pero a la vez te da una energía que después, cuando ya no la tienes, sientes que te falta algo.
También me tomo un tiempo para intentar adivinar lo que piensan Megan y Aris, ya que ambos estuvieron con nosotros y todavía no han opinado, posiblemente sea que les parece una auténtica locura, pero no quieren llevarme la contraria.

—¡Pero bueno! —Adrián se levanta de la mesa y a su vez la da un golpe con la palma de la mano, lo que hace que todos los que están en el comedor nos miren— No me puedo creer que penséis así, aprecio mi puta vida, y parece que vosotras no...

—Adrián, por dios, tranquilo, baja el tono —lo intenta calma Lucas en dos segundos.

Pero claramente no está calmado, sino que simplemente prefiere permanecer callado.

—Esto ya no son los juegos Rose, tus padres nos sacaron para que viviesemos, no para que volviésemos.

Las demás personas que nos están mirando empiezan a apartar sus miradas de nosotros, pero claramente sus conversaciones están enfocadas en la tensión que se respira sobre nuestra mesa.

Me fulmina con la mirada y después la clava en su plato y continúa comiendo ignorandonos por completo.

Todos acabamos nuestra comida en muy poco tiempo, y rodeados por una constante tensión que resulta súper incomoda.

—Bueno... Si queréis algún cambio, hoy salen los de cuarentena —nos recuerda Aris con una voz débil, como si no quisiese despertar a nuestras bestias.

—Vale, yo voy yendo.

Adrián se levanta, no se despide y se va.
Me quedo mirando a la puerta durante unos cuantos segundos.

—No soporto cuando cree que su opinión es la más correcta, no siempre es así, y cada uno tiene un punto de vista distinto —le critica Jeannine—. Pero lo peor no es esto, sino que va a ser la brasa que me va a dar a mi después, así que si no te importa, ¿puedo quedarme a dormir hoy en tu apartamento?

Se hace un silencio y me doy por aludida cuando nadie responde.

—¿Me preguntas a mí? —ella asiente con la cabeza—. Sí sí, ningún problema.

Nos levantamos y cogemos nuestras bandejas para dejarlas otra vez en la barra.

—Bueno, ¿vamos a ver a los de cuarentena? —pregunta Lucas.

Decidimos que sí, y empezamos a dirigirnos hacia esa zona.

Por el camino me quedo la última mirando como los demás hablan entre ellos y sin involucrarme en su conversación, pues en mi cabeza ya hay un plan que se empieza a desaroyar poco a poco en ella:

«Posiblemente este plan resulte más loco incluso que el de volver a una especie de vida en los juegos, sino que en mi plan, nos lanzaríamos abiertamente a la aventura, saldríamos de este distrito e intentaríamos llegar nosotros solitos al capitolio. Lo más probable es que si lo compartimos con nuestros padre no nos tomarían ni en serio, pues en algún caso parece que todavía nos tratan como a mocosos que no saben ni atarse los cordones de las zapatillas, pero ya no somos unos niños pequeños, muchos estamos a punto de cumplir los 17 años, y Adrián ya tiene 19, ya después si hablamos de los pequeños, pues solo podemos decir que han sobrevivido en los juegos, y que para algo vamos a estar nosotros, para ayudarlos. Así que, sí, en mi mente se está formando la idea de largarnos de este sitio y empezar a actuar por nuestra cuenta, porque no se a que están esperando nuestros padres para atacar el capitolio...»

—¿Rose? —Jeannine me llama la atención— ¿Estás bien?

—Sí, tan solo estaba pensando.

—¿En qué? —pregunta curioso Lucas.

Dudo en si decirlo tan pronto, pues se me acaba de ocurrir y no se si es coherente o no, pero si lo digo ellos me pueden ayudar.

—En qué deberíamos escaparnos y actuar por nuestra cuenta en contra del capitolio.

Se giran Megan y Aris (eran los dos que todavía seguían andando), todos se quedan callados y me vuelven a mirara como si fuese una enferma mental.

—Perdona, creo que no te he escuchado bien —Lucas es el primero en hablar— ¿¡Quieres que nos escapemos!?

Empieza a gritarlo por todo el pasillo, y doy gracias al cielo que en esta planta no haya guardias.

—Lucas calla , acabo de pensarlo ahora, ni siquiera se que oportunidades tenemos de salir de aquí sin ser vistos...

Cuando giramos la esquina, nos encontramos con alguien que aparentemente ha estado escuchando toda nuestra conversación, y parece tener ganas de participar en ella:

—Muy pocas, hija mía.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE: Cenizas [2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora