Capítulo 25

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La detuvo un momento mientras aún sorprendido por su desesperación infundada, la observaba detenidamente, sus lágrimas que corrían desenfrenadas, su respiración exaltada y su rostro por completo mudado.

—¿Se encuentra bien? —dijo finalmente mientras se agachaba con cautela para tomar la bata y extendérsela.

Elena la tomó entre sus manos y se la colocó rápidamente mientras intentaba recobrar la compostura y pensaba qué decir.

—S-sí... —apenas musitó con sus ojos apretados.

—¿Qué fue eso?

—Es que... —dijo aún exaltada e intentando coordinar las palabras en alguna oración. Aiden se cruzó de brazos y la observaba detenidamente. —Es que...

—¿Es que qué?

—Pues... que Lauren me trajo aquí prácticamente a rastras, me encerró con llave y me dijo que usted quería que durmiera aquí. —alcanzó a pronunciar mientras apretaba su bata cubriendo su pecho.

—Sí... es verdad... es que toda su familia está en la casa y no quería que se percataran de que dormimos en cuartos separados. —explicó, aunque en realidad, más allá de eso, no quería dar lugar a que Victoria hiciera un escándalo, o se le ocurriera meterse en su habitación, y mucho menos que descubriera que entre ellos dos no se había consumado el matrimonio.

—Yo no puedo dormir aquí... no podemos compartir... —hizo silencio y miró la enorme cama.

—La cama... dígalo... pues no pensaba en eso. Iba dormir en el sillón, pero vengo aquí y la encuentro en un estado de nervios e histeria que francamente me ha sorprendido.

—Lo siento... No quise golpearlo, es que estaba asustada.

Aiden no contestó nada, aún estaba impactado por su estado y por su actitud. Se veía tan pequeña e indefensa que sólo deseaba abrazarla. Había apretado sus brazos sobre su pecho, en un intento de sostenerlos allí y que no escaparan a su control. Estaba preciosa con ese cabello suelto y salvaje sobre sus hombros y su rostro, ese cuerpo delicado cubierto apenas por una liviana tela y aquel perfume a vainillas que había percibido en el mismo instante en que entró en la habitación.

—Es mejor que se acueste... está tomando frío y la tormenta ha enfriado todo. —Elena inspiró hondo mientras veía a Aiden acercarse a la chimenea y encender el fuego para calentar un poco el ambiente que recién notaba helado, al igual que su cuerpo que temblaba por completo, sus manos y dedos estaban rígidos y sus pies por completo insensibles. Miró hacia la amplia cama y el sillón que descansaba junto a la ventana.

—¿No hay posibilidades de que duerma en mi habitación? Cerraré la puerta con...

—No. No la hay. —dijo aún nervioso por su presencia allí, casi desnuda y él deseando estar a su lado con cada centímetro de su cuerpo. Se mantuvo alejado, junto al fuego, aunque en realidad, deseaba salir a la tormenta y que ésta enfriara su mente y su corazón.

Elena volvió a mirar la cama ante la determinación de él y se acercó despacio.

—¿Necesita que le ayude? —preguntó al verla que no llevaba el bastón.

—No gracias.

Corrió las sábanas y el edredón, metió su cuerpo dentro y se tapó casi por completo, se puso de lado hacia Aiden que aún seguía junto al fuego. Cerró sus ojos un instante mientras apenas por un hilo, veía al hombre quitarse la levita y el moño, se dejó la camisa suelta y sus pantalones. Apenas se giró a ella que de inmediato apretó sus ojos para que no lo notara. Cuando volvió abrirlos, Aiden estaba junto a la ventana y al sillón, el resplandor de los rayos tormentosos iluminaban su espalda amplia y su cintura estrecha. Elena tragó nerviosa y de inmediato se giró hacia el otro lado.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora