Salimos del comedor como una hora después de que Adrián me pida todo tipo de detalles, y parece que en ese tiempo que hemos tenido todos en privado, nos ha dado tiempo a discutir todos los puntos flojos que el plan pudiera tener, y todo tipo de inconvenientes que la gente tuviera.
Al final hemos salido de la sala con un magnífico plan ideado entre todos, un plan en el que todos hemos aportado ideas, y todas perfectas. Un plan que ha conseguido que nos volviésemos a sentir un grupo desde hace mucho tiempo.
Y eso se nota cuando cada uno empieza a alejarse por el pasillo, todos miramos hacia atrás y lanzamos sonrisas, incluso parece que no nos queremos separar, porque en cuanto nos separamos, nos damos cuenta de que perdemos todo nuestro poder.
Siempre se es más fuerte cuando se está unido que separado.
Me despido de los pocos que queda, y empiezo a caminar en dirección a mi apartamento, seguida por Ángela, que ha decidido acompañarme.
—¿Cuándo tienes pensado hacer la llamada?
—Cuando estemos listos, eso sólo el tiempo dirá, pero ya te digo yo que no pasa de la próxima semana.
—Vale, tengo que tener las armas preparadas.
Nos quedamos en silencio, asintiendo como tontas, y al final, acaba haciendo la pregunta que todos temen hacer, hasta yo misma.
—¿Podemos confiar en él?
Estoy unos minutos en silencio, intentando averiguar si se refiere a Alex o a mi hermano, pero supongo que la pregunta va para ambos.
—Mi hermano no me traicionaría, ni a mí ni a mis padres, y seguramente tampoco a ninguno de vosotros —se que mi hermano y Ángela se llevan muy bien—. Y si te sientes más segura, mantendremos a Alex atado y vigilado, Lynn viene con nosotros.
Ella vuelve a asentir, pero se la ve más tranquila, mucho más tranquila.
El resto del camino lo seguimos haciendo en silencio, y no es hasta que llegamos a la puerta de mi apartamento cuando me vuelve a hablar.
—Eres una auténtica líder. Lo pensamos todos, pero también somos muy orgullosos como para confesártelo.
—Aquí no hay líderes, somos un grupo, y cuando estamos unidos, solo somos uno.
Ella niega con la cabeza y me sujeta por lo hombros.
—No te equivoques Rose —empieza a decirme seria—. Podremos ser un grupo, pero si no hay alguien que lleva la voz mandante, todos creemos ser los reyes, por mucho que sólo seamos uno —aparta sus manos de mi y empieza a alejarse de mí puerta—. Que nadie te diga lo contrario, ya nos has salvado la vida más de una vez —intento replicar para que no caiga tanta responsabilidad sobre mí—. Si cuando estamos en grupo somos solo uno, ese uno eres tú.
Se aleja por el pasillo, y hasta que no dobla la esquina y la pierdo de vista, no entro en mi apartamento.
Una vez dentro, me tiro sobre el sofá y me quito los zapatos para relajar los pies, cojo uno de los tantos cuadernos que hay sobre la mesa del comedor, y empiezo más y más detalles del plan, para intentar tenerlo todo planeado, hasta el más mínimo cambio o el más mínimo fallo, pero cuando vuelvo a la realidad para ver lo que he escrito, tan solo me encuentro con un montón de rayas sobre la hoja, como si hubiera estado dibujando todo este rato un laberinto sin ningún sentido, ya que todas las líneas acababan chocándose con otras e impidiendo que el laberinto pudiera tener una salida.
Puede que por muy perfecto que crea tener el plan, tan sólo sea un maldito laberinto sin salida, sin solución, en el que acabemos todos atrapados.
Dejó otra vez el cuaderno sobre la mesa, y me levanto del sofá para ir a mi cuarto y volver a darme una ducha, es lo único que me despeja la mente.
Me quito la ropa y la dejo sobre el apestoso cesto de la ropa sucia, el cual debería hacer el favor de llevar a la lavandería lo que viene siendo ya de ya.
Entro en el baño desnuda, y saco una toalla limpia del armario que dejó en la barra que hay a la salida de la ducha.
Entró dentro de la ducha y doy el agua caliente.
En un principio me cae un gran chorro de agua fría, pero no me aparto, no hago amago de echarme hacia atrás, tan solo dejo que el agua caiga sobre mí y empiece a mojarme por completo, mientras el agua caliente empieza a llegar poco a poco.
******
Salgo de la ducha cuando por lo menos a pasado una hora, y ya tengo mis dedos completamente arrugados, como si fuera una pasa extremadamente arrugada.
Me envuelvo en la toalla, y con ayuda de otra pequeña, me seco un poco el pelo para no empapar la ropa que me pongo:
Unas mallas negras y una sudadera blanca con tan solo mi ropa interior debajo.Me acerco al cesto de la ropa sucia y la meto toda en una bolsa para ir directa a la lavandería.
Cuando llego allí se la dejo al hombre que está nada más entrar, y él me indica que en una hora ya estará limpia.
Cuando salgo de allí, no se muy bien a donde ir, pero a la vez lo se perfectamente.
Empiezo a bajar niveles y más niveles, hasta que me duelen las piernas, y hasta que las luces empiezan a ser más y más oscuras.
Desde luego, sería un buen momento para cambiar las luces del pasillo de las celdas.
Voy directa a la 40 y no me hace falta decirles nada a los guardias, ellos abren la puerta y me dejan pasar dejándola cerrada tras de mí.
Avanzó por la pequeña celda hasta llegar a la pequeña cama que hay en ella, y me siento al lado de su ocupante.
—Tenemos un plan —hablo en susurros.
—Ya lo sé —interviene él, pero en realidad no tiene ni idea.
—No, otro —se gira para definitivamente mirarme—, más complicado, pero creo que nos será más fácil salir sin ser vistos.
Nos quedamos en silencio y miro a ver cómo tiene las manos por la última rotura, pero afortunadamente esta vez le curaron las heridas.
—Sé que solo me lleváis porque soy vuestro seguro —interviene repentinamente.
—No...
No me deja acabar la frase porque se levanta y se planta frente a mí.
—Sé que no le agrado a nadie —empieza—, y sé que me va a costar volver a recuperar tu confianza.
Yo le miro para intentar anticipar sus palabras y sus acciones pero como de costumbre con él, no lo consigo.
—Por si acaso sigues pensando que somos pareja, será mejor que lo dejemos, lo único que hago es darte problemas —asegura él—. No quiero que piensen que actúas como actúas porque estas conmigo, y no quiero seguir aguantando como Adrián te reprende por haber confiado en mí.
Yo me quedo callada, mirándole inexpresiva y calmada por dentro, porque la verdad, ya no sabía ni que considerarnos.
—Lo siento.
Yo niego con la cabeza y me levanto para abrazarle.
—No lo sientas. Gracias.
Él me abraza y puedo notar que todavía tiene un miedo dentro de él, pero yo puedo quitárselo.
—Esto no cambia nada —me separo de él y empiezo a caminar hacia la puerta—. Tu sigues siendo parte del grupo.
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LOS JUEGOS DEL HAMBRE: Cenizas [2]
Science FictionHan conseguido escapar de los juegos con vida. Han conseguido capturar a la presidenta. Y ahora viven en un nuevo distrito... En un refugio, bajo tierra. Pero por muy seguro que crean que es, siempre han dicho que las apariencias engañan. De una for...