Epílogo

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Un año después.

Tiempo después supe que tanto Andrea como el amigo de Tomás intentaron advertirme de distintas maneras sobre lo que venía, pero yo jamás hice caso a esas pistas. Me cegue ilusionada por Tomás y por algo que en cierto punto jamás existió.

Volví a verlo una vez caminando por la calle y cuando me miró supe que los sentimientos de ambos habían sido reales, pero estaba demasiado lastimada para intentarlo de nuevo. No sólo con él, sino con quien sea. Debía curar mi corazón, valorarme y quererme mucho más.

Hacia una tarde preciosa, así que me fui al lago y me senté en la orilla. Pensé en todo lo que había pasado y en cómo me sentía en ese momento. Al menos me había dado cuenta de que no hay edad para encontrar el amor, mucho menos el amor propio. Y yo había encontrado el mío. Espero que los demás también puedan hacerlo.

No hay edad para el amor. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora