IV

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  JiMin se fue, lo más lejos que pudo de todo y de todos. Deseando olvidar, deseando alejarse de todo lo que lo atormentaba. Incapaz de encontrar un lugar donde se sintiese seguro, donde pueda descansar e ignorarlo todo.

  Ya no había hogar, ya no había un lugar a donde volver y sentirse a gusto. Ya no existía una forma de estar bien. No desde que había comenzado a preguntarse por todo, a desear lo prohibido.

  Desde que habló con YoonGi.

  En él, en él estaban las respuestas que quería. Iba a sacarlo, iba a sacarlo de su mente ya olvidarlo todo. A verlo una vez más y buscar respuestas hacia sus dudas.

  Por eso volvió, volvió al mismo lugar donde siempre eran sus encuentros. Volvió, con una única esperanza de que el demonio, por alguna razón, se interesara en ir al mismo lugar.

  Se sentía estúpido al pensar en que tendría una oportunidad, pero no tenía otra opción. Prefería aferrarse a la esperanza de volverlo encontrar, al menos para poder aclarar su mente.

  Para sacar al demonio de ella.

   —Yai sou, angelus (hola, ángel).

  JiMin subió su mirada, encontrándose al demonio sentado sobre las ramas de un árbol. Mirándolo con una sonrisa altanera y segura.

  YoonGi había vuelto casa día, a la espera que el arcángel volviera. Sabía que lo haría, que la curiosidad de este sería demasiada como para resistirse.

  Y con él ahí estaba afirmando sus sospechas.

   —Así que has regresado, por un momento pensé que no lo harías.

   —Ahórrate las palabras —gruñó el arcángel, arrugado el ceño molesto—. Si he venido sabes por qué.

   —Por respuestas, claro está. ¿O me equivoco?

  YoonGi bajó del árbol con elegancia, caminando hasta quedar enfrente del arcángel. JiMin bajó la mirada, avergonzado de saber que el demonio tenía razón.

   —Quiero entender.

   —Lo sé, angelus —susurró YoonGi, su mano cerca del mentón del contrario sin llegar a tocarlo—. ¿Has decidido ya dejarte caer en el pecado?

   —Nunca —bramó con rapidez, diciendo la verdad.

  JiMin había comenzado a cuestionar muchas cosas, pero sabía que nunca se convertiría en un ángel caído.

  Entonces se preguntaba qué era, un ángel desobediente, o uno demasiado curioso.

   YoonGi bufó —¿Entonces qué quieres?

   —Que me dejes —respondió sin titubeos—, que dejes mi mente y de atormentarme. Que saques esas ideas de mi cabeza para siempre. Que todo vuelva a ser como antes, eso quiero. Alejar de mi todo signo se pecado, darle final a esto.

  YoonGi lo miró confundido. Eso no era lo que esperaba, lo que había ideado no estaba saliendo como pensó. 

   —No intentes engañarte, angelus. Tú y yo sabemos que eso no es cierto.

   —No, tú crees en lo que quieres creer aunque sea mentira. Tú crees que puedes tomarme y romper mi voluntad. Crees que soy tan débil como para dejarme vencer por ti y entregarme al pecado tan fácil. Pero te equivocas, yo no soy como tú. Y aunque me hagas dudar y confundirme sobre mi misión en este mundo, aunque abras mis ojos y me ofrezcas el mundo entero, yo no seré como tú. Nunca. Así que vas a dejarme.

Divina Peccatum──⋙YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora