Capítulo único.

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No puedo evitar verte...

Dime, ¿qué me has hecho?
*

Estoy sentado aquí, de nuevo en la misma cafetería, en la misma mesa que da a la misma vista.

Ahí en el balcón te veo, tu hermoso cabello fresa, ese color de la pasión, la carne y la amargura de la muerte.

Estoy de nuevo aquí con la misma taza de café sentado tras el autorretrato de Édouard Levé, mientras te observo a lo lejos, mientras no puedo evitar mi obsesión, esa que me carcome al no poder tocarte, sólo, fantasear tras mis sábanas tu piel de seda, tan tersa como de seguro tus labios.

Sólo puedo admirarte y nada más, y es que, me dejaría consumir, me dejaría secar tras esa boca tuya, tras esos ojos como el diamante, tras esa belleza abrasadora como el beso de la muerte.

Tomo de mi taza al mismo tiempo que tú lo haces, así imaginando que son mis labios los que tocan los tuyos, que la taza que mis comisuras rozan es tu boquita de pétalos de flor.

Y es que no puedo, no pude dejar de venir aquí, a la misma hora, en el mismo día, en la misma mesa desde que te conocí, desde que luego de meses de pasar en soledad aquí por las mañanas de miel, apareciste tú, sin desearte, sin esperarte, sólo, de pronto mis ojos conectaron con los tuyos y desde entonces no he podido dejar de seguirte, porque vislumbré mi universo entero desde esa única vez que nos vimos, tú mirándome al alma, yo sin estar en mi cuerpo, flotando en las cálidas aguas del Nilo, en las cálidas alfombras de las nubes celestiales.

Y es que no puedo alejar de ti mis pensamientos durante el día, durante mis días en soledad que me acoge como solo ella sabe hacerlo.

Pero es que no sé como llegaste aquí y no sé por qué no puedo volver a la realidad, no sé por qué apesar de que sé que este enamoramiento es absurdo no puedo hacerlo aún lado, no puedo, no lo deseo.

Eres tan hermosa, como nunca me pareció el mundo o un rayo de luna bajo jardines. Eres ese placer exquisito de solo mirarte, como un cuadro en el que más puedo sumergirme en sus detalles, en ese símbolismo irreal, afrodisíaco. Dime, ¿que me hiciste?

Me siento triste, por alguna razón hay algo que me hace falta, tal vez porque mis ojos no están posados ahora en tu cuello, blanco como la nieve, y es que, todas las tardes al volver a casa me siento frente al sol, y me imagino una vida contigo, una por la que mi corazón sangra, me imagino, a ti y a mí sonriéndonos, completos, sin ese vacío y ese temor en mi pecho, ese que se desvanece cuando tú estás presente.

*
Dime, ¿por qué te sigo ahora?

Recuerdo haber oído tu nombre por parte del camarero, y sonreír, ah, que bonito nombre tienes, me suena a un caramelo, a un helado de chocolate.

Puedo verte desde aquí rellenando el crucigrama del periódico que fielmente te dejan cada sábado, ¡y cómo no!, si tiene las mejores secciones ese día, como puedes ver, me he tomado el tiempo de saber un poco más de ti.

Desde esa mesa, al pleno amanecer, tus cabellos me parece que estan en llamas, así como mi pecho al verte, al pensar en esas pestañas tan espesas que tienes, esa boca.

¿Sabes? No puedo concentrarme en nada que no sea en tu silueta tras esos vestidos de niña, de una princesa, de mi propio reino.

Ayer mi jefe me ha despedido, dice que ya no rindo como antes, y créeme, le doy la razón, no me importa nada más que el que pasen los días para que ya sea otro sábado en el que te veré.

*
Hay algo que me carcome, y es el...

¿Por qué camino tras de ti de manera sigilosa?

Obsession Mit Den Sternen - Christoph Schneider (Rammstein) One-shot. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora