35 | [PRE - EPÍLOGO]

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[Tiempo después]

— Psss —Emma suspiró, ignorando al molesto moscón que había decidido pasearse por su oficina— Psss —volvió a escuchar— Alfa, alfa, alfa.

Karl emitió un pequeño gruñido de frustración al sentirse muy ignorado por su hermana.

— ¡Emma, hazme caso! —gritó con molestia— ¡Eres una alfa tonta y mala!

Emma emitió un bajo gruñido, dejando sus papeles de lado para mirar de forma acusadora a su hermano.

— ¿Qué quieres ahora? —inquirió, regañándolo— ¿No tienes trabajo que hacer?

Karl asintió, haciendo un pequeño puchero.

— Sí, pero no puedo trabajar con el estómago vacío —respondió con fingida tristeza— No puedo concentrarme.

— Ya casi has arrasado la cafetería —se burló ella— ¿Qué más quieres?

— Algo de chocolate seguro —respondió él con emoción— Ve a la cafetería y trae algo, por favor —suplicó, poniéndole cara de cachorrito.

Emma negó, devolviendo su atención a los papeles sobre su escritorio.

— ¡Por favor! —insistió Karl.

— Baja tú a por algo, Karl —refunfuñó Emma— No voy a dejar a mi omega solo.

Samuel había conseguido, sin mucho esfuerzo a decir verdad, otro nido en la oficina de su alfa. Así, mientras ella se dedicaba a mantener vigilado a su omega durante su jornada laboral, él podía descansar cómodamente y, cuando le apetecía, dormir una siesta.

— Joshua me verá y me regañará por comer tanto —refunfuñó el beta con indignación— Pero si tú vas, le puedes decir que la comida es para tu omega y... —sonrió con emoción— ¡Es un plan perfecto! —gritó— Además, tu omega no se quedaría solo, yo estaría con él.

— Pues eso... —comentó Emma con burla— Que no voy a dejarlo solo.

Karl hizo un ruidito de indignación, cruzándose de brazos para mirar a la alfa con molestia.

— ¡Yo puedo cuidarlo perfectamente! —gritó ¡Ahora, por herir mis sentimientos, vas a bajar!

«Malditas hormonas»
Pensó Emma con molestia.

No solo tenía que lidiar con las hormonas para nada revueltas de su omega, sino que también le tocaba lidiar con las de su hermano. Haciendo un gesto de rendición con sus manos, la alfa se levantó de su asiento.

— Tú ganas —gruñó, acercándose al nido de su omega— ¿Cariño? —inquirió con suavidad, levantando brevemente las mantas de éste para echarle un vistazo a Samuel— Oh, estás despierto —sonrió ampliamente— Voy a bajar a la cafetería, ¿quieres algo? —inquirió con suavidad— ¿Tú también tienes algún antojo?

Samuel sonrió con emoción, asintiendo.

— Una ensalada, por favor —suplicó con timidez— Con mucho, mucho, mucho tomate.

— Pero omega... —refunfuñó Emma— Son las diez de la mañana, ¿cómo vas a comer una ensalada a estas horas?

— Pero es que... —los ojos del omega comenzaron a llenarse de lágrimas— Los bebés quieren ensalada, alfa.

Karl sonrió ampliamente, pensando lo muy merecido que se lo tenía.

— ¡El Karma, alfa! —chilló— ¡El Karma ha llegado para saludarte!

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora