El inicio del fin: Desarrollo.

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Lo primero que mis ojos observaron al llegar a mi escuela, fue la cara de terror de la mayoría de los alumnos. Todos hablaban y hablaban sobre sus notas o al menos lo que querían que fueran.

Por esta distracción se me hizo fácil escabullirme entre la ola de estudiantes y llegar a mi casillero pasando desapercibida. Al llegar ingresé la contraseña y coloqué con cuidado los libros que no necesitaba dentro. Antes de cerrarlo leí una de las frases de motivación que pegué cuando apenas estaba empezando a soportar los abusos.

»Nada sucede hasta que algo se mueve«

Mis dedos tocaron con cuidado la pegatina, y observaron atentos todas las que la acompañan.

Esta frase me colocaba en incontables ocasiones a pensar de manera profunda, sufría de acoso o bulliyng, y aunque no todos mis compañeros participaban en estos actos, la mayoría solo permitían que pasara... Eran espectadores.

Me dolía pensar que a una pequeña parte le caía mal y a la mayoría no lo suficientemente bien como para intervenir.

Pero esto yo lo permití... Desde el principio nunca les di dado un "alto" o los acusé con los profesores, solo me lo callé ... Dejando que me fuera consumiendo.

Hasta hoy.

Con ese humor era capaz de mandar a todos a contar chinches.

Bueno, no importaba sólo debía  aguantar unos horas más y saldría de aquí.

Pero volverás.

Mi mente tenía algo en mi contra, nunca está de acuerdo conmigo o siempre busca ponerme más nerviosa de lo que estoy.

Esa simple frase hizo que esas vacaciones no se vieran tan prometedoras como antes. Hizo que este descanso se viera como la calma antes de la tormenta.

Tratando de mantener la compostura me dirigí al salón después de escuchar la campana sonar.

Cuando entré me senté en uno de los puestos de atrás donde nadie me veía o eso fingían; mis piernas las crucé y apoyé mis antebrazos en el pupitre escondiendo mi cabeza entre ellos.

— Buenos días chicos —saludó el profesor de matemática, el Sr. West.

Su voz me obligó reincorporarme en cuestión de segundos de mi anterior posición.

Era importante resaltar que entre el resto de los docentes se consideraba un profesor joven apenas 27 años, era muy agradable y por si fuera poco  bastante apuesto, lo cual hizo que junto a la clase que impartía el me agradara.

— Buenos días profesor —respondimos al unísono.

— La mayoría debe de estar ansioso de recibir sus notas. Así se enteraran de que tan mal lo hicieron.

Debido a este comentario algunos alumnos se rieron.

— Bueno pues no sé preocupen les traigo una buena noticia... La profesora Sonia no vino hoy por lo tanto yo les entregaré sus boletines y, además saldrán después de esta clase.

Gritos de euforia se escucharon en el salón y probablemente en los pasillos.

Si no hubiera amanecido de mal humor para mí esa noticia no me hubiera gustado pero... Seguía sin tener ansias de nada que no fuera regresar a casa.

Me apetecía irme así que esperaba a que llamaran mi nombre para poder marcharme y refugiarme en mi cuarto, con un buen pote lleno de helado de dulce de leche mientras que disfrutaba de la cuenta en Netflix que mis padres nos regalaron.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora