«Capítulo 6»

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Los personajes son propiedad intelectual de Masashi Kishimoto (岸本斉史).

La historia es completamente de mí autoría.

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Capítulo 6

—¡Rápido que no hay tiempo! —gritó Sakura. Algo muy dentro de ella le dijo que hoy no sería un gran día, pero no espero a que una batalla se desatara en plena tarde.

El cumpleaños de su pequeño era el día siguiente, su regalo ya estaba preparado y listo para ser entregado, su fiesta ya estaba casi lista.

Mientras dirija a todos a los refugios, de la mano de Itachi, escuchaba las explosiones y derrumbes, todos los shinobis le hacían frente a un solo oponente, pero este único oponente era diferente a lo que antes habían enfrentado.

Al llegar a la puerta le entrego su hijo a Hinata, por más que le doliera ella debía de ir al campo de batalla, es cierto que no podría hacerle frente al enemigo, pero al menos salvaría vidas ahí, para eso había entrenado.

—Hinata, por favor, cuídalo —rogó la peli-rosa, no quería separarse de su hijo, no quería alejarse del pequeño que tenía una miraba llena de angustia, pero debía hacerlo, era una shinobi después de todo, y protegerlo era su prioridad.

—No te preocupes Sakura, el pequeño Ita estará bien —prometió su amiga, confiaba en ella. Tenía que hacerlo.

Se inclinó para despedirse de Ita, se puso a su altura del niño y lo abrazo, lo abrazo como aquella vez que se despidió de Sasuke hace seis años, con un dolor en su corazón.

—Tu hermana y yo estaremos bien, se bueno ¿si Ita? —le dijo mientras le acariciaba el cabello— Pronto volveremos.

—No te vayas mamá, no me dejes solo. Por favor —le rogó mientras lagrimas se avecinaban en sus ojos verdes y se aferraba al abrazo de su madre con sus pequeños brazos. Eso le rompió el corazón a Sakura, qué más quisiera que quedarse con él, abrazarlo y decirle que todo estaría bien, pero no podía, tenía que proteger a sus hijos, y Sarada aún estaba fuera peleando.

—Te prometo que volveré —le dijo mientras se ponía de pie para alejarse, mientras se escuchó una explosión cerca, debía mantener a todos a salvo. —Volveré hijo, ambas volveremos por ti.

Y mientras se alejaba, el pequeño miraba la espalda de su madre, esperando que ella ni su hermana tardaran, ellas iban a volver por él, lo sabía.

«サスサク — Promesas»

Sarada aún no creía lo que estaba viendo.

¿Cómo se equivocó?

¿Cómo pudo ser tan necia?

¿Por qué no notó las señales?

Kawaki había cambiado, ya no era aquel chico del cual se había enamorado, no era aquel muchacho que le pidió ser su novia en un hermoso atardecer, no era aquel muchacho que la hacía perder la paciencia y la cabeza, no era aquel que siempre la miraba con cariño.

Ahora tenía en frente a un extraño, a un enemigo.

Hace menos de seis meses actuaba diferente, más distante con todos, más callado, su comportamiento era diferente, sus miradas eran diferentes y ella solo lo había dejado pasar.

Después que volvió de aquella misión hace meses, ya no era el mismo.

—¿Te quedaras todo el día parada sin hacer nada? —se burló el joven —No me digas que no harás nada Sarada, vamos, espero algo interesante de ti.

—Digo lo mismo Kawaki.

Y así empezaron a combatir, ella nunca espero esto, se suponía que hoy terminarían de arreglar la fiesta que su hermano esperaba con ansias, no que se enfrentara a su amado en una batalla a muerte.

«サスサク — Promesas»

La batalla que se desataba entre aquellos dos jóvenes era muy dura, pero lo era aún más para la joven Uchiha.

Los sentimientos traicionaron a Sarada dejándola fuera de combate, ella nunca esperó o imaginó aquella escena. Practico y entreno por años para no dejarse ver como una kunoichi débil, entrenó aunque su cuerpo le exigiera un descanso, pero de nada sirvió. Pues ella nunca imaginó que a quien enfrentaría al final sería al mismo hombre que algún día entregó su corazón

Todo parecía perdido, hasta que llegó Naruto, el séptimo Hokage.

Con mucho pesar él se enfrentaría a su discípulo. Que ironía, su maestro Jiraiya también se enfrentó a Pein y Konan hace mucho tiempo, no hay nada más doloroso para un maestro enfrentarse a sus propios alumnos.

La batalla fue ardua pero el resultado no fue el esperado, el rubio sabía que había entrenado muy bien a aquel muchacho desprotegido, con los días lo fue queriendo como a un hijo más, ¿en qué falló?

¿Dónde estuvo el error que nunca logro ver?

No había duda, Kawaki había aprendido muy bien del séptimo, tanto que estuvo a punto de matarlo, un ataque directo y era el fin del Hokage, pero antes que aquello pasara un cuerpo se interpuso dando batalla a Kawaki.

Sasuke había llegado en el mejor momento, y ahora el adversario del pelinegro era el portador del sharingan.

—Boruto ayuda a tu padre, llévalo con el equipo médico de inmediato. —Hablo el maestro del Uzumaki.

Y aunque Boruto tenía ganas de reclamar a su amigo por todo, debía de atender a su padre que estaba muy mal herido.

«サスサク — Promesas»

Sakura ayudo cuanto pudo, aquellos que estaban graves y malheridos eran atendidos por el cuerpo médico, encabezados por ella, pero poco a poco sus energías se fueron agotando, no tenía opción, había que abrir su sello y encontrar a Sarada.

«サスサク — Promesas»

—¡AYUDA! —se escuchó un fuerte grito a lo lejos.

Shikamaru se acercó al joven que había gritado, este traía cargando a Naruto en su espalda.

—¡Boruto! Tráelo de inmediato, ponlo aquí —junto al consejero del Hokage estaba un grupo del cuerpo médico. —Nosotros nos encargaremos, tú ve con Sasuke.

—No, mi maestro puede con él.

—No lo entiendes Boruto —hablo frustrado el Nara. —Su poder es diferente a lo que antes habíamos visto, Naruto no pudo contra ello, Sasuke no creo que resista mucho, no quiero sonar negativo, pero ahora el único que puede hacerle frente es alguien con un poder similar.

A lo lejos escucharon una fuerte explosión, y por mucho que el joven rubio quiera sonar optimista sabía que Shikamaru tenía razón, «que estos años de entrenamiento valgan la pena» pensó, iba a proteger la aldea a cualquier precio.

«サスサク — Promesas»

Mientras tanto Sakura corría de un lado a otro dando asistencia médica a cuantos podía, y aunque lo que más quería era ir donde se encontraba Sarada no podía dejar a los heridos a su suerte.

Su chakra estaba al límite, no quería, pero debía de abrir su sello. La última vez que lo utilizo fue en la guerra, después de eso nunca más se vio en la necesidad de volverlo a abrir y es que no hubo motivos para utilizarlo hasta ahora, cuando todo parecía haberse vuelto pacifico.

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