Café irlandés

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Graham solía esperar los fines de semanas con muchas ansias, principalmente por el deseo de ver a su madre, ahora era distinto, viernes a las cuatro de la tarde, salió del cuartel sin equipaje, cabizbajo, escuchando las conversaciones y las risas emocionadas de sus compañeros, sus planes el día de hoy consistían en vagar, quemar el tiempo vagando, recorrer las mismas calles frías y horribles y volver a su habitación a dormir en la noche, ahora no tenía ganas de hablar con su madre, sabía que ella era muy buena leyendo sus emociones y no quería explicarle el origen de su desgano porque no tenía ni palabras suficientes ni deseos, en el fondo le gustaría contárselo a alguien, pero creía que nadie lo entendería, porque ni el mismo lo comprendía.

Llevaba algo más de una hora caminando cuando sus ojos se toparon con un desastre en la vereda y alguien rubio agachado intentando recoger aquellas cosas, no lo pensó mucho cuando se decidió en ayudarle, sin saber exactamente de quien se trataba, de todos modos, no tenía nada más que hacer.

Pronto sus ojos se encontraron, reconociéndose.

-Gracias, no, no tienes que hacer esto, yo...-

-Descuida, tengo tiempo. – interrumpió Graham.

Damon se sintió avergonzado de ser visto en una situación tan embarazosa y continuó su labor sin levantar la vista, una vez recogido todo ambos llevaron las cajas hasta el interior de una oficina y salieron.

-Muchas gracias por ayudarme, estaba apunto de terminar y lo arruiné, ya vez que torpe soy. – dijo el de ojos azules riendo.

-No es nada, cuando quieras... siempre y cuando pueda ayudarte. – respondió serio.

- ¿Quieres... Quieres un café?

- No, muchas gracias.

- Oh, yo invito, es para darte las gracias.

-No te preocupes, como te digo, mientras pueda servir de algo es un placer. – rechazó el castaño nuevamente, poniendo énfasis en el servir para contrastarlo con el sentimiento de inutilidad que le aquejaba.

- Oh, vamos, por favor. Es final de mes y tenemos que celebrar. - insistió riendo.

- ¿qué tendríamos que celebrar? –

- Pues nada, y por eso vamos a emborracharnos. – Dijo con una sonrisa que denotaba tanto entusiasmo que terminó contagiando a Graham.

Guiados por Damon se dirigieron a un café muy sencillo, el más económico que conocía, a decir verdad, allí conversaron un montón de trivialidades mientras el rubio hacía gala de su sentido del humor para hacer reír al de ojos castaños de muy buena gana, haciendo que el tiempo pasara muy rápido.

Al salir el sol ya se estaba ocultando.

-Adiós, muchas gracias por tu ayuda, nuevamente. ¿a dónde vas ahora? – Preguntó Albarn.

- Pues a dormir al cuartel, pero a decir verdad... ¿Quieres ir a tomar algo? – preguntó al darse cuenta de que no quería volver a ese sitio en realidad, mientras más alejado de él estaría mejor y con suerte podría pasar la noche en vela en algún bar de mala muerte que abriera hasta la amanecida.

-Pensé que nunca lo dirías. – Acepto Damon con una sonrisa.

-¿Conoces algún lugar?-

-Obvio, si es que no eres un chico de gustos caros, claro está. -sonrió.

Caminaron mucho, recorriendo pasajes y calles estrechas en un camino tortuoso hasta llegar a un bar horrendo sin una pisca de acogedor, allí comenzaron bebiendo cervezas mientras continuaban en su burbuja de risas y trivialidades.

-No entiendo, no entiendo como puedes ser militar y convivir con esos perros.- cuestionó el rubio arrastrando la lengua.

- esto, yo tampoco. Tú- dijo señalándole. – eres él único que me entiende. - ¿sabes que son unos putos desgraciados? – por eso estoy aquí contigo y no con esas mierdas, pero hay algo que me preocupa...- dijo ya bajo los efectos del alcohol.

- ¿Qué cosa?- interrogó el ojizarco con real interés y rostro preocupado.

-Que no estamos tomando nada, este vaso de mierda está vaaaacío- dijo volteándolo sobre su cabeza y haciendo señas a la mujer que atendía.- Señorita, tráigame algo que valga la pena, no tengo toda la noche para terminar borracho, acto seguido la fémina le llenó el shop con algún agua espirituosa de alta graduación alcohólica, pero de baja calidad, la cual Graham se empinó alcanzando a tomar solo la mitad cuando de pronto se detuvo, dejando el vaso en la misa para comenzar a llorar.

- ¿Qué te sucede, amigo?- inquirió el de ojos azules mientras se acercaba a abrazarlo.

El otro le alejó como pudo -No me vuelvas a tocar. – advirtió levantando el dedo índice.

-Estás ebrio, vámonos, dijo haciendo señales a la dueña del local y dejando el dinero de la cuenta sobre la barra. Para luego pasar el brazo del chico, quien no era capaz de oponer resistencia alguna debido a su estado, alrededor de su cuello, abrazarlo por la cintura y ayudarle salir del lugar, decidiendo que el mejor lugar para llevarle sería el cuarto que arrendaba ya que si los superiores del joven le veían borracho, por seguro le traería problemas y amonestaciones.

Al llegar lo recostó en el colchón que se encontraba en el suelo, lo acomodó de lado, puso una fuente cerca por si al otro le daban ganas de vomitar, lo cubrió con unas mantas y se acomodó a su lado ya que no había más lugar en la habitación. Intentó conciliar el sueño, pero se sentía intranquilo al tener a aquel hombre a su lado, quería conocerlo, se moría por tener una de esas conversaciones nocturnas, esas donde dejas salir todo lo que tienes dentro, observó su nuca, sopló un poco, encontrando algo de diversión en el estremecimiento ajeno y acarició levemente su cabello.

-Buenas noches. – Pronunció para darse la vuelta y continuar reflexionando, sabía que le gustaba, no sabía si definirlo como atracción a primera vista o un sentimiento que había nacido del reencontrarse y toparse con él precisamente en momentos que no eran agradables. Ahora que habían tenido la oportunidad de compartir, podía decir que le agradaba un poco más.

En la tarde del sábado, Damon fue despertado por los gritos histéricos de su compañero

- ¿dónde estoy?- preguntó asustado

-¿Por qué estás desnudo?- indagó el rubio al observar su torso.

-¡Ah!- exclamó cubriéndose un poco.-Exacto, ¿por qué no tengo mi ropa puesta?

-¡¿Qué se yo?!- aclaró el de ojos azules intuyendo que el otro intentaría culparle.

Sucedía que Damon le había puesto demasiadas frazadas, Graham se sintió acalorado y procedió a quitarse la ropa como era su costumbre.

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