—Muchas gracias por dejar que pasara aquí la noche, Doña Margarita.
—Oh, no es molestia. Es más, puedes quedarte aquí por el tiempo que quieras.
—No, no —denegué la propuesta—. No quiero causar más molestias, de veras.
—Insisto. De verdad que no es problema —aseguró la anciana—. Sé lo complicado que es para los jóvenes de hoy en día encontrar un lugar donde vivir, ¡díganselo a mi nieta!
—¿Tiene una nieta?
—Uy sí, te caería bien. —La anciana caviló un segundo—. Bueno, vayamos a desayunar.
En cuanto Doña Margarita dijo esas palabras, algo dentro de mí rugió. ¿Qué fue aquello?
—¡Sí que tienes hambre, sí! Ni a mí me rugen así las tripas, y mira que yo soy de comer mucho.
¿Así que eso era? ¿Mis... tripas? Y entonces lo recordé... los humanos no comen por placer como nosotros, sino que necesitan hacerlo para vivir. Y parece que yo aquí también.
—Apresúrate, que si no no quedará nada rico —me instó antes de darme una palmada en el trasero que me hizo dar un respingo. ¿Qué tenía esta mujer con golpearme las posaderas?
—Buenas... —murmuró Dave, dando un bostezo enorme al entrar. ¿Y eso? Le di un asentimiento que creo que no vio y continué con mi trabajo—. No recordaba que tú abrieras hoy.
—Pues ya ves que sí —dije, encogiéndome de hombros—. Por cierto, hoy te toca barra.
—Cómo no... —masculló, bostezando, antes de posicionarse en su puesto. Yo, por mi parte, recibí al primer cliente.
—Bienvenido a "Café y Canela", ¿qué le pongo?
Y así comenzó mi mañana. Típico comienzo de un día laboral, sin nada interesante que contar o escuchar más que la historia del último ligue de Dave. ¡Con razón estaba tan cansado! Tanto bostezo seguido no era normal, y lo vi bostezar varias veces después de eso. Espero que ninguno de sus gérmenes se haya impregnado en la cubertería, sería asqueroso y además no quiero que el local tenga que cerrar por intoxicación. Obviando la acción que Dave vivió anoche, cosa que no quise escuchar pero tuve que hacerlo igual, nada fuera de lo normal ocurrió durante de la mañana. O eso fue hasta que un par de curiosos clientes entraron a la cafetería. Me acerqué a ellos, sin distinguir muy bien de lejos quiénes eran. Maldita miopía. De todas formas, me acerqué a ver qué querían.
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Cupido, no juegues con el amor
Fiksi Remaja¿Qué pasaría si dos personas, supuestamente destinadas a estar el uno con el otro, no terminasen de encajar? Este es un problema que Cupido presenciaba prácticamente todos los días. La mayoría de las veces era fácil de solucionar, un toque de su fle...