Laberinto de Pasiones

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Copyright2012 by Camila Winter—Laberinto de Pasiones. Todos los derechos reservados, prohibida su reproducción parcial  o total de la obra sin el consentimiento de la autora.

     

 

                  Laberinto de Pasiones

                         Camila Winter

 

              Capítulo Primero. La carta de amor.

   

    Tenía diecinueve años cuando  encontré la carta de amor que cambiaría mi vida para siempre.

  En ocasiones me he preguntado si fue el destino o la fatalidad, o el alma en pena de mi hermana que hizo  que finalmente descubriera el amor y también el misterio que rodeaba su muerte.  Y aún hoy, después de tantos años sigo haciéndome la misma pregunta: ¿Acaso ella quiso que me enamorara y encontrara la felicidad que a ella tanto le había sido negada? Tal vez.

    En ese entonces estaba comprometida con  un joven  llamado Osvald Winston, heredero de un importante señorío, tímido y poco agraciado joven de cabello rojizo y mejillas siempre coloradas. Habría sido atractivo si hubiera tenido un poco de mundo, y una pizca de la picardía que adquieren ciertos jóvenes con una pequeña temporada en la gran ciudad.  Pero Osvald no era de esos, nunca lo sería. Su proposición fue como una bendición del cielo y la acepté porque era  lo que  mi familia esperaba que hiciera.

   Creo que entonces me encontraba inquieta, feliz y desdichada como nadie puede serlo. Feliz porque viviría en una gran mansión y tendría todo lo que había soñado, pero inquieta porque no estaba preparada para dar ese paso. Y esa sensación se debía a que Osvald había sido un viejo amigo de infancia, él y su hermana Meg (fallecida a la edad de trece años de gripe) compartían juegos conmigo y mi hermana Helen (Harriet era toda una señorita cuando yo todavía jugaba con mi muñeca de trapo). Y porque creo que su interés por mí no era romántico.

   Luego de aceptar casarme con él, de la declaración nada romántica escuché que alguien decía que era una unión concertada y satisfactoria  para ambas partes.

   Y un día, en que buscaba en la habitación de Harriet algún libro para matar el tedio de ese día gris y húmedo de otoño encontré la carta. Amarillenta, con polvo, dentro de un libro en francés de poesía y estaba dirigida a mi hermana.

   Una carta de amor dirigida a Harriet, mi hermana muerta hacía ya diez años. Hoy me estremezco al recordar que en realidad fue esa carta el principio de todo.

  “Mi amada Harriet, sabéis que lo he intentado, pero he fracasado. No he podido olvidaros. Todo este tiempo no he dejado de pensar en vos. Cada día, cada noche.  No he podido apartaros de mis pensamientos.

  Por favor, necesito veros. La glorieta de Whitehall, el viernes. Debo deciros algo importante”. F.C. Delaine. Decía.

   No era extraño que mi hermana mayor recibiera cartas románticas, era muy bella y encantadora, y tenía algo que atraía las miradas de los caballeros.  Pero esa carta en particular era un poco desconcertante por la brevedad, y porque a los diecinueve años comprendía que mi hermana, había cometido un desliz. La fecha en que fue escrita, y los lugares mencionados… Ella estaba casada con Thomas Willmond entonces. Y ese misterioso enamorado firmaba  F.C Delaine. Un nombre original pero tal vez no fuera el verdadero... Mi imaginación comenzó a tramar una historia novelesca.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2012 ⏰

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