𝒫𝒶𝓇𝓉𝑒 𝒰́𝓃𝒾𝒸𝒶:

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Nos habíamos casado en otoño, aún recuerdo la felicidad que brillaba en el rostro de HakYeon la noche de nuestro compromiso, habíamos bailado tanto que terminamos exhaustos uno en brazos del otro, pero a pesar del cansancio tuvimos una chispa de energía para disfrutar nuestra primera noche juntos como esposos.

La felicidad me invadía, al fin mi sueño estaba hecho realidad. HakYeon fue mío desde el instante en el que puse mis ojos en él, cada vez que cerraba mis ojos podía permitirme soñar que volvía a esa misma noche donde nos conocimos, era un baile formal en el que sólo asistían los miembros más importantes de la sociedad. Yo había pasado casi toda la noche en silencio junto a mi padre, siendo el objeto de el más grande orgullo del señor Jung; mi padre no podía parar de parlotear acerca de mis últimos logros más que exitosos en el campo industrial, estaba aburrido, pero no podía permitirme marcharme sin más, pues sabría que no me esperaría nada bueno en casa. Mi salvación de esa noche fueron las copas de vino que relajaron mi cuerpo, casi adormeciéndolo, aún era lo suficientemente consciente para saber que no debería hacer algún comentario o gesto inapropiado que pudiera enfurecer a mi padre.

Cerca de la media noche, cuando ya había perdido el conteo de las copas que estaba bebiendo, me dirigí hacia la mesa de servicio donde habían más botellas, pero en el instante en el que intenté tomar la última copa que quedaba sobre la charola otra mano se interpuso en mi camino. Ambos las retiramos, yo volteé cuando escuché una risa nerviosa y entonces lo vi por primera vez. Cha HakYeon subió los ojos desde mi pecho hasta mi rostro y me sonrió con amabilidad, sus mejillas se tiñeron de rojo cuando me atrapó viéndolo de una manera diferente, entonces cruzó sus manos detrás de su espalda y retrocedió un paso, aún sin dejar de sonreír.

Decir que estaba impresionado era poco, desde esa noche que nos vimos por primera vez comencé a asistir a todos los eventos sociales que antes no acudiría ni con obligación, y todo creyendo que podía volver a verlo otra vez. Estaba perdido, no sabía quién era, a qué familia pertenecía o si solo era alguien que se había colado, pero en estos momentos no me importaba, yo lo quería ver otra vez.

Él apareció ante mí casi un mes después, estaba a punto de subir a mi coche cuando una suave mano me tocó el hombro por detrás, cuando volteé me encontré con su rostro sonriente, y ésta vez no podía dejarlo ir sin preguntarle al menos su nombre.

Cha HakYeon, era el nombre al cual respondía el hombre que se colaba en mis sueños cada noche y me llevaba a vivir increíbles experiencias con él a lugares a los que jamás había ido, aún así podía sentirme como si estuviese caminando por esos lugares con las historias vívidas que solía narrarme cuando nos encerrábamos en la biblioteca por algo más que solo lectura.

HakYeon era el cuarto hijo de un antiguo conocido de la familia Jung, HakYeon supo que su vida estaba destinada a la aventura desde el momento en el que pudo pararse sobre sus sus pies por primera vez, y solo le bastó con cumplir los dieciséis años para abandonar su hogar y viajar por el mundo conociendo lugares y culturas sobre los cuales yo solo alcancé a leer en libros de texto.

Él me enseñaba un mapa donde tenía marcado todos los lugares que había conocido, yo me recostaba junto a él y escuchaba las historias de esos magníficos lugares que yo solo podía atreverme a soñar con conocer. Amaba las interminables anécdotas sobre desiertos o selvas que me narraba mi amado, yo sentía que con cada palabra me enamoraba más de él; quería a HakYeon y deseaba tanto ser como él.

El día en el cual lo llevé a casa para presentarlo ante mi familia fue un caos, mi padre me gritó que era un bastardo malagradecido y que lamentaría mis decisiones en un futuro, pero aún así ambos salimos sonrientes con las manos entrelazadas, y para cuando llegó el otoño, ya estábamos felizmente pronunciando nuestros votos matrimoniales.

El príncipe en la torre, bello y solitario |NeoWhere stories live. Discover now