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Aproximadamente a las 3 de la tarde, la jornada había terminado. Las puertas de la escuela estaban atestadas de chicos amontonados, tratando de volver a sus casas luego de un largo día. Algunos, al ser del turno tarde, aunque no tenían clases teóricas, podían seguir quedándose. Y eso es lo que hizo Graham, con la compañía de Damon.

La escuela, casi vacía ya que nadie parecía querer quedarse, le dio a ambos la paz y tranquilidad que necesitaban para poder volver a estar tan juntos como antes. Subieron a lo alto de las gradas, y se quedaron hasta el atardecer conversando sobre temas triviales. Eso hizo que por un rato Damon se olvidase de sus preocupaciones. Sólo podía pensar en Graham, y lo feliz que lo hacía pasar tiempo con él, y lo injusto que era que tuvieran tan poco tiempo. Pensó en sus gestos, sus tics, la infinidad de veces que acomodaba sus anteojos, la mano que pasaba por su cabello y dejaba ver su frente, su sonrisa y sus mejillas sonrosadas cuando Damon halagaba su belleza tan particular. Y se sintió horrible al pensar que consideraba decirle que ya no podían estar juntos.

Graham, ajeno a los pensamientos de Damon, se sentía feliz de tenerlo de vuelta consigo. Ese chico le llenaba el alma, le hacía tan bien que no podía creer que fuera real. El silencio disfrutable que casi siempre se hacía presente cuando estaban juntos volvió a reinar, dándole lugar admirarlo por milésima vez en el día. Lo quería.

—Te amo, Graham —le dijo Damon. Quería decírselo al menos una vez, antes de que cualquier cosa se interponga entre ellos.

Graham no tuvo tiempo de pensar una respuesta, que era obvia, porque Damon había puesto sus labios sobre los suyos, besándolo apresurado y casi rudamente, como si no tuviesen más tiempo. Como si intentase callar cualquier contestación por parte del moreno.

Y por un momento a Damon le dio igual si los veían o no.

— ¡Te amo! —gritó Damon, tomándolo de la mano y bajando las escaleras paralelas corriendo. Algunos de los pocos chicos que estaban allí los miraron divertidos, pero no hicieron más que volver a lo que estaban haciendo. Poco les importó a ambos ser vistos de esa manera por primera vez.

Salieron de la escuela, también corriendo, eufóricos y felices. La temprana oscuridad de la noche de los días de otoño se estaba haciendo presente. Pararon unas cuadras más adelante, cuando Graham se cansó. Se rieron de lo ridículo que había sido huir de esa manera. Porque sí, de alguna manera y dependiendo de como se lo vea, uno de los dos estaba huyendo. Damon escapando de sus razonamientos estúpidos, y Graham simplemente siguiendo su corazón.

Llegaron a la casa de Damon. Sus padres no estaban en casa, algo que nunca pasaba cuando Graham lo visitaba, ya que este siempre iba avanzada la noche, cuando Damon salía de la universidad, y para ese entonces los padres de este ya estaban allí.

Ambos subieron las escaleras, sabiendo lo que pasaría a continuación, pero sin decir una palabra.

Llegando a la habitación de Damon, el mismo abrió la puerta y automáticamente después de cerrarla, estampó a Graham contra la pared que estaba cerca de su cama desordenada.

Se besaron como nunca lo habían hecho antes. La ausencia de los padres de Damon les daba aun más libertad de hacer lo que quisieran. Graham abrazó el cuello de Damon, mientras que este acariciaba su mejilla y lo tomaba de la cintura. El moreno tomó impulso y sin dejar de besarlo rodeó su cintura con las piernas. Damon sonrió entre el beso, y puso sus manos por debajo de los muslos del chico, aferrándolo con fuerza a su propio cuerpo. Se volteó y lo subió encima de un pequeño escritorio atestado de libros. Con las manos temblorosas y con las caderas de Damon entre sus piernas, Graham le quitó la camiseta a su compañero, que agachó su cabeza y sólo entonces sus labios se separaron.

Volvieron a besarse. Damon posó sus labios entre el labio inferior de Graham, obligándolo a abrir su boca, para así entrelazar sus lenguas. El único sonido en la oscura habitación era el de sus besos, y sus respiraciones que pronto se tornaron agitadas.

Cuando Damon lo creyó oportuno, tomó a Graham por la cintura y lo obligó a pararse. Le sonrió. No hacían falta palabras, sólo los tiernos besos de Damon y sus manos calientes que fueron metiéndose por debajo de su ropa, tocando su piel suave y fría, le indicaron a Graham que las prendas estaban de más.

Se quitó su camiseta con la ayuda de Damon, que luego le dio un corto beso en los labios y lo dirigió lentamente a la cama que se encontraba detrás, acostándolo y posicionándose encima de él, con los brazos apoyados en sus costados, tratando de no aplastarlo.

Graham tenía el rostro caliente, y no supo descifrar si era su acostumbrada vergüenza, o el aceleramiento de su pulso cardíaco debido a la situación. Pronto supo que era la segunda opción. Ya no se sentía avergonzado de su cuerpo, no frente a Damon, que le hizo saber con dulces susurros en los oídos cuán hermoso era.

Lo hicieron con la inexperiencia y torpeza de dos novatos en el asunto, riendo y amándose mutuamente, siempre con ternura y caricias de por medio.

Damon atrajo a Graham contra sí, haciendo que descanse su cabeza sobre su pecho, que aún subía y bajaba, agitado. Graham alzó su vista, mirando sus ojos entrecerrados y felices. Ninguno lo dijo, pero ambos querían quedarse así por el resto de sus vidas.

Sólo hicieron falta palabras para arruinar el momento.

—Yo también te amo, Damon —le dijo el chico. Damon abrió los ojos. No había vuelta atrás. Si lo decía, le rompería el corazón y ya no podría arrepentirse. Pero, Damon pensó que era mejor decírselo en ese momento y no dejar que los sentimientos avancen y sigan creciendo.

Damon dejó pasar algunos segundos, que a Graham le parecieron horas, para responder.

—Graham, yo... no sé si soy gay —le dijo secamente—. Nunca me había gustado un chico antes de ti. No sé qué significa, pero quizá sólo seas tú... estoy confundido. Muy. Necesito algo de tiempo.

Graham seguía apoyado en su pecho, con los ojos muy abiertos y aguados. Damon sintió sus lágrimas calientes caer sobre su piel, casi quemándolo.

— ¿Por qué lo dijiste? —dijo el chico, incorporándose y apoyando su espalda en el respaldo de la cama, mirando un punto fijo en la pared que tenía en frente.

— ¿Qué? — dijo Damon con la voz quebradiza.

— ¿Por qué dijiste que me amabas? —le preguntó, secándose las lágrimas con fuerza, para evitar que Damon lo viera.

—Sí lo hago, Gra. Pero como te dije, necesito tiempo. Esto es nuevo para mí. Cuando te digo que me cambiaste la vida, también quizá haya sido para mal.

—Claro. Acabamos de hacerlo, pero no eres gay— rio amargamente. Ya no estaba llorando. Una gran furia se apoderó de él—. ¿Qué somos, de todos modos, para que me pidas tiempo? No somos nada. Jamás has puesto empeño en esta supuesta relación. Te la pasas escondiéndote. Si tanto miedo tienes de que nos vean, y si vas a seguir siendo un maldito cobarde, entonces no vuelvas a hablarme. Y no digas cosas que no sientes. Tú no me amas. Si lo hicieras, no me dirías esto justo ahora— dijo, y acto seguido se levantó para ponerse su ropa interior.

—Graham, lo lamento, Alex me dijo que...

— ¡No intentes culpar a Alex de esto! Él es un maldito homofóbico al igual que tú. Pero como dicen, la basura con la basura.

Graham salió corriendo de la casa de Damon. Por fin podía llorar tranquilo. El frío de la noche golpeó su rostro y le dificultó respirar. Caminó lento. Ni siquiera se preocupaba por la hora, sólo podía pensar en lo estúpido que fue. Claramente hubo señales de que tarde o temprano eso pasaría. Incluso desde un principio, Alex lo había advertido.

Se sintió un idiota engañado, porque sabía que muy en el fondo, desde un principio Damon nunca había querido estar realmente con él. Y sin embargo, Graham no quiso prestar atención, y hasta había llegado a excusarlo. 

monday; gramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora