Me desperté un 6 de septiembre sobresaltada, con el flequillo empapado de sudor, otra vez él, a mi lado un ser inerte que lleva resoplando toda la noche, respiro ahogada y me levanto y me siento en el repiso de la ventana.
Llueve. Diluvia. Miedo. Angustia, pero sobre todo recuerdos, puñetera memoria.
Me abrazo a mí misma, y me centro tan sólo en el sonido de las precipitaciones cayendo poco a poco, como mi vida, desde lo más alto hasta ahora sentada en una ventana escuchando llover.
¿Por qué no luchamos? ¿Por qué no luché? ¿Por qué nos dejamos de disfrutar sí no tenía mejor refugio que su pecho junto al mío? ¿Por qué me tengo que estar muriendo lentamente por las dudas y por los te quiero que no dije cuando en el fondo lo sentía?
La cabeza y el corazón van a mil, y todo me recuerda a esa noche y nuestras últimas palabras.
-¿No me vas a pedir que me quede?- preguntó él con los ojos cristalizados como aquella frontera que rompió por ella.
-Estoy cansada de luchar, Luis estoy harta de esta situación- dijo ella mientras él no fue capaz de sostenerla la mirada, la que siempre fue su debilidad.
Era cierto, en ese momento no estaba pasando por el mejor momento de su vida, ni en lo profesional, ni en lo personal, y eso derivó en problemas con él, con la única persona que no se lo merecía y tuvo que pagar por todo y por todos.
Sentía agobio, el cual sólo desaparecía cuando todas las noches a las 23:30 de la noche él llegaba de trabajar y se tumbaba en la cama que antiguamente compartían y ella instintivamente se abrazaba a su cuerpo y se quedaba dormida tras unos cuantos besos en el flequillo y el olor que desprendía su cuello, mientras que ambos, los dos sin camisetas, se sentían, y no, no hacía falta decir nada más.
-Para luchar hay que querer y tener ganas-sentenció él cogiendo la maleta y su guitarra, para emprender un camino largo y duro, sin ella.
Él sabía todo por lo que estaba pasando ella, la comprendía, pero se cerraba, no había manera, la dejó espacio pero en un piso de 25 metros cuadrados al que ella se había acostumbrado a pasar las noches y bueno también los días no era tan grande para que le ignorara siempre. Las únicas palabras que cruzaban eran simples saludos y discusiones por cualquier cosa, él esperó y esperó, pero la paciencia no era infinita, se refugiaba en el trabajo, pero ya ni el trabajo le apasionaba tanto como antes, estar yendo 8 horas a una oficina para hacer planos no era lo que había deseado desde que era pequeño.
Su sueño siempre fue ser artista, guitarrista, cantautor o tan solo poder ganarse la vida cantando en pequeños bares para 10 o 15 personas, pero no, no fue así, su entorno le alentó ,más bien le obligaron a hacer una carrera.
Hasta que el día en el que llegó su gran oportunidad, le ofrecieron un contrato en Alemania, para intentar poder grabar algo, sin duda no le costó decidirlo, tan solo por una pequeña parte, o más bien por una pequeña Aitana.
Se lo contó y ella sin duda, le animó a aceptarla. Sin embargo, él le afirmó que sólo la aceptaría siempre y cuando ella le esperase o incluso le ofreció la oportunidad de que viajara junto a él.
Ella se negó rotundamente, él tenía la oportunidad de triunfar, y ella tan sólo era un obstáculo en su vida, no podía aceptar la idea de que él perdiese la oportunidad de su vida por la catalana.
Así que ella le dejó marchar y no fue capaz de pararle, estaba enamorada de él, a pesar de la diferencia de edad, los pros y los contras, pero no fue hasta ese momento cuando se dio cuenta, cuando ya lo perdió.
Perdió el camino de 2 años, llenos de risas, confianza, seguridad, mucha pasión, comprensión, lealtad, orgullo, apoyo, abrazos, besos que terminaban en guerras bajo las sábanas, domingos de manta película y palomitas, piques...
Pero sobre todo dejaron un camino por el que sabían a ciencia cierta que no volvería a empezar, con un norte en Alemania y un sur en Barcelona, con un este perdido y un oeste aún más.
Unos pasos pequeños a gran velocidad, alarman a Aitana para volver a la realidad, y seguir recordando en otro momento, porque era lo único que podía hacer ,recordar, porque son memorias, memorias guardadas en un cajón, cuentas pendientes, balas perdidas, y sobretodo mares de dudas, sin segundas oportunidades.
-Mamá, mamá, mamá-Gritó una vocecilla
-¿Qué pasa cariño?-preguntó la catalana, tras coger a una personita con flequillo en sus brazos para sentarla con ella.
-Hay un monstruo muy grande en mi habitación.
-¿Más grande que tú?-dijo Aitana, intentando quedarse con su hija.
-Más grande hasta que tú-sentenció la pequeña asustada-puedo dormir con vosotros porfi porfa porfi-mientras que ponía pucheros.
-Aiti, hija, estas todas las noches así
Pero es que cualquiera le podía decir que no a algo con esos ojos escondidos tras un flequillo, y unos mofletes que abultan más que ella.
-Bueno, está bien, vamos a tu habitación, pero que papa no se entere- afirmo mientras que se levantaba con su hija en brazos.
-Tú tampoco podías dormir, ¿es que acaso tú también has visto un monstruo?-Preguntó una niña inocente, que no tenía ni la más mínima idea de nada, pero su madre asintió riendo, y se la comió a besos, como la mayoría de las noches.
Se tumbaron en una cama diminuta, mientras que como todas las noches, le cantaba la misma canción hasta que se quedara dormida, le acaricia el flequillo y sonríe, se siente afortunada por tenerla, porque sin ella no podría a ver seguido adelante.
E intenta dormir, evitando recordar, porque la consume pensar en él y en qué hubiera pasado sí le hubiese esperado. Y se siente ridícula, porque ya han pasado más de 4 años, pero cada noche se atormenta por cada día que está sin él.
Estarán condenados toda su vida ,por no arriesgarse, ambos.
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Mañana publicaré el primer capítulo, espero que os guste, un beso
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Ciencia Cierta o Incierta
RomanceCaminos separados, ejes rotos, coordenadas partidas y promesas sin cumplir.