Capítulo 42

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En esos momentos me sentía culpable, jamás había estado en una relación y me costaba controlar mis impulsos agresivos contra Valtiel hasta el punto de hacer que se fuera de mi lado; intenté dormir pero solo entrecerraba los ojos pues de cierta manera me encontraba un poco depresivo por lo anterior ocurrido. No me sentí bien los días posteriores, a la mañana siguiente me había levantado pero solo para ir al baño y regresar a mi cama lo antes posible; así fue durante tres días sin ir a la escuela. Las llamadas constantes de Cosette hacían pensar creer que tal vez tendría problemas en clase por no asistir o quería saber el porqué de mi ausencia por tanto tiempo, de igual manera no quería darle explicaciones a nadie.

Esa tarde mi padre llegó a la casa encontrándome recostado aún con mi pijama puesta.

—¿Qué haces aquí, Jace? —Escuché desde la puerta.

No le contesté, ni siquiera tenía las ganas de contestar cualquier cosa; mi depresión cada vez aumentaba y no sabía porqué aunque tuviese una idea de ello.

—¿Estás enfermo?—. Sentí como se sentó en la orilla de la cama.

—No me siento bien...—. Solté sin esfuerzo.

—¿Durante tres días? Me llamaron de la escuela para decirme que no has ido. ¿Por qué?—. Su voz se torno de comprensiva a seria.

—Prometo ir mañana... Pero por favor papá necesito un poco más de tiempo, aún no quiero ir...—. Musité.

—¿Acaso se trata de una chica?—. Su pregunta me tomó por sorpresa.

—No papá... no es una chica—. Me giré.

—Entonces me imagino que es un chico...—. Concluyó.

Guardé silencio pues no entendía porqué me había dicho eso, a veces mi padre era sarcástico pero en esta ocasión había sentido su honestidad en la respuesta.

—Ya lo sé, Jace, no tienes porqué responder—. Me acarició el hombro.

Lo miré con confusión, sus palabras solo significaba algo y estaba seguro de lo que se trataba. Me senté en la cama para mirarlo, me sentía como si tuviese diez años de nuevo y mi padre me estuviera explicando algo que había hecho, así de indefenso me sentía ante el tema pero su sonrisa tranquilizó las cosas.

—Yo te amo, Jace, eres mi hijo y la persona más importante en mi vida. Quiero que estés bien en todos los sentidos—. Sacudió mi cabello.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, lo abracé tan fuerte como pude sintiendo felicidad, miedo y tristeza al mismo tiempo. El vacío en mi pecho me hizo darme cuenta de que en verdad me lastimaba tener esos sentimientos guardados sin poder desahogarme, no siempre podía hacerme el fuerte. A través de mis sollozos y lágrimas pude liberarme, se sentía tan bien pero al mismo tiempo mal por los recuerdos que me traían; la imagen de mi madre pasó por mi mente y también el rostro de Valtiel, de verdad lo extrañaba. Pasados unos minutos terminé mi llanto.

—¿Ya estás mejor?—. Me preguntó a lo que yo asentí.

—Yo también te amo mucho, papá—. Le dije con una sonrisa.

—Bueno, me imagino que ahora sí me vas a decir el motivo de tu llanto, ¿no? —volvió a reformar la pregunta pero quedé en silencio—. ¿Es por un chico?

—Sí... — Solté con vergüenza.

—¿Quién tuvo la culpa?—. Cuestionó.

—Yo...— Admiti bajando ligeramente la cabeza.

—¿Y por qué estas así? ¿Acaso no debías de estar arreglado las cosas con él? —Me miró con extrañeza.

—Sí pero no sé cómo... No lo veo desde hace tres días—. Comenté.

En las garras del demonio (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora