ii. lluvia de verano

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ii. lluvia de verano

—Hyung, ¿qué haces? ¡Te van a ver!— exclamó entre susurros Hoseok, pero yo no le hice apenas caso. Saqué la cabeza de nuestro escondite y maldije en mis adentros en cuanto vislumbré a Kangin aún buscándonos en los callejones.

Llevaba el móvil pegado a la oreja, así que no me cabía duda de que estaba contactando a la policía.

—Se está acercando— advertí en el momento en que tomó rumbo hacia nuestra dirección—. Saldré para distraerlo, Hoseok, huye por la otra dirección.

Iba a salir corriendo, pero una mano me lo impidió, me volteé para hacer frente a mi amigo, frunciendo el ceño en desaprobación. Hoseok tragó saliva antes de hablar, parecía poco dispuesto a soltarme la mano, por lo que tuve que tomar la iniciativa.

—No me pasará nada— negó con la cabeza, me quería a su lado. No sé si por mi bien o por el suyo, sin embargo, a mí no me quedó de otra que esbozar una leve sonrisa de consuelo antes de tomar mi camino—. Coge la comida, Hoseok, llévala a nuestro cuarto.

Asintió indeciso, pero terminó por hacerme caso.

Hoseok siempre fue una persona sumisa, de escasa fuerza de voluntad, por eso odio no tenerlo actualmente entre mis brazos. Es muy fácil quebralo, y yo no puedo permitir que el mundo lo pisotee. 

Kangin me tomó de la mano en cuanto quise huir.

—Aquí te tengo, ¡ladronzuelo!— exclamó, su rostro estaba rojo y la rabia parecía manifestarse en sus orbes castaños, tragué aterrado—. ¡Devuélveme lo que has robado!

—No lo tengo— me limité a responder, ejerciendo la fuerza necesaria para zafarme de él, mas no fue de ayuda.

—Tú y ese amigo tuyo me tenéis hasta los cojones, ¡pudriros en otro lugar! Iros a morir de una sobredosis en algún barrio lejos de aquí, inútiles.

Creía que podía afectarme en algo su menosprecio, pero lo cierto es que había oído de todo, incluso el insulto más subido de tono que se le pudiera ocurrir. Y no me afectaba, nada lo hacía, lo único que nos importaba a Hoseok y a mí era poder comer el día de mañana. Las palabras eran solo eso, palabras que podían ser llevadas por el viento al igual que quedarse incrustadas en tu corazón. En mi caso, a menos que fuera Hoseok quien me atacara verbalmente, no me afectaba lo que los demás pudieran pensar, la mayoría del tiempo llevaban razón al tenerme miedo, así que tampoco estaba en mis manos juzgarlos.

Que Dios lo haga, si no estaba muy ocupado acortando mis años de vida.

—Dejáme ir, por favor— imploré, no quería ser encerrado entre rejas, no soportaba los cuartos pequeños, si algo me aterraba al punto de derramar lágrimas y besar pies ajenos, era la cárcel. Si estaba ahí, ¿quién ayudaría a Hoseok?

—No, tú te quedas conmigo hasta que la policía venga. Sucio muerto de hambre.

—¡Por favor! ¡No, eso sí que no! Haré lo que sea, ¡lo que sea!— exclamé, abriendo los ojos con amplitud, necesitaba transmitirle mi desesperación, con la esperanza de que pudiera compadecerse de mí.

Pero no fue así, él se negaba rotundamente, y por más que intentara huir, era lo suficientemente fuerte como para impedírmelo. Entonces, todo sucedió de forma repentina, alguien le asestó al señor un golpe con un palo, ejerciendo la fuerza necesaria para que se derrumbará en el embarrado suelo, una vez levanté la mirada, me topé con los carnosos labios de Hoseok entreabiertos en mi dirección. Jadeaba por lo que acababa de hacer.

—¿Estará bien?— preguntó con aparente preocupación, eché un vistazo al hombre, ni siquiera había caído inconsciente, pero le estaba costando recobrar la compostura. Me apresuré en tomar la mano de Hoseok y correr en dirección a nuestro hogar.

Lluvia de verano | Yoonseok; BTS ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora