Muñeca de porcelana,
que en la repisa descansas,
con tus pupilas perdidas
y tu piel en grietas bribas.
Olvidada te han dejado,
donde el polvo inunda como vástago,
con tu rostro triste muestras una mueca
que tu dolor nos agüera.
La soledad te abruma,
y los años sobre ti se inculpan,
del daño hecho,
a tu esmalte berrueco.
Nadie nunca sabrá,
si en tu pecho de grana
un corazón descansa,
o sólo en triste vacío se halla.