7: ¿Quieres casa...

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El restaurante donde Mario trabajaba era de los más elegantes del área, pero no me iba a poner un vestido. Tenía que vestirme con ropa que me cubriera las marcas de Poché.

Luego de casi una hora en mi armario buscando algo que me gustara y me cubriera, terminé de vestirme.

Me senté en la mesa del comedor para esperar a Mario y mi mente comenzó a torturarme.

Yo no era una mujer infiel. Detestaba la infidelidad, pero no sentía un mínimo arrepentimiento por haber engañado a Mario con Poché.

Lo hecho, hecho estaba. Lo único que podía hacer al respecto era evitar caer en la tentación de nuevo y eso haría.

Mario era un hombre correcto, que me amaba y que sí quería algo más que solo sexo conmigo.

Poché, ella solo quería desquitarse sus ganas conmigo y yo necesitaba más que eso.

La puerta del apartamento se abrió y Mario entró vestido muy formal y con su gran sonrisa.

-¿Nos vamos, señorita? -Me dio un beso y me extendió su brazo para ayudarme a levantar.

-Sí, vamos. -Me paré y tomé mi bolso.

"Solo fue cosa de una noche... No volverá a pasar. Ella ya no es nada tuyo."

Salimos y llegamos al estacionamiento.

"¿Qué hacía acá? Pendeja, es su edificio. Ella puede andar donde quiera."

Poché iba delante de los dos con cuatro guardaespaldas rodeándola. No parecía haber notado nuestra presencia y eso me aliviaba.

Sonreí, la diferencia de estatura era muy notable.

Ellos siguieron caminando en dirección a los estacionamientos reservados.

Mario me abrió la puerta de mi auto y él subió al volante.

-Estas hermosa, mi Reina. -Me dijo y nos pusimos en marcha.

Mario puso música y comenzamos a cantar. Al menos me distraía de todos mis pensamientos.

Trás media hora de camino llegamos al restaurante. Mario me abrió la puerta y entramos al local.

-¡Mario! ¡Señorita Daniela! Un gusto tenerlos aquí. Hoy seré quién los atienda. -Nos saludó Juancho.

Sí, era uno de los chicos que invitamos a la noche de cine en mi apartamento hace un año. Juancho trabajaba de camarero en el restaurante y nos explicó que sus amigos vivían en otro lugar y venían de vez en cuando a visitarlo.

-¡Holi, Juanchis! -Lo saludé y noté que a Mario no le agradó que lo saludara con un beso en la mejilla.

-¿Mi reservación está lista? -Mario intentó sonar calmado, pero su brazo haciendo peso contra mi hombro me decía otra cosa.

-Sí, pueden seguirme. -No había mucha gente en el restaurante y la mayoría de las mesas estaban vacías.

-Aquí, por favor. -Nos indicó Juancho señalando una mesa para dos en una esquina, algo bastante privada si no fuese por una solitaria mesa para cuatro cercana.

Juancho colocó las cartas del menú sobre la mesa.

-¿Les apetece algo para comenzar? ¿Bebida, aperitivo?

-Con el mejor vino estaremos bien. -Respondió Mario y Juancho se fue sin dejarme hablar.

-¿Qué vas a pedir? -Le pregunté mientras miraba la lista de platos.

A Un Click: Siempre Tú Y Yo EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora