VI

28 4 0
                                    

Seokjin

Mientras caminamos por Busan , pongo mi blazer y mi corbata dentro de mi mochila, y la cálida brisa vespertina agita las mangas de mi camisa desabrochadas contra mis brazos desnudos.

El sol apenas empieza a tornarse anaranjado, rociando gotas de
oro sobre la superficie escamosa del agua, moteada como el dorso de una
serpiente. Este es mi momento favorito del día, la tarde apenas termina, el atardecer aún no ha comenzado, las horas de lánguido sol se extienden ante nosotros antes de desaparecer en el oscuro crepúsculo.

Muy por encima de nosotros, los puentes están pesados con el tráfico congestionado: autobuses sobrecargados, coches impacientes, ciclistas imprudentes, hombres y mujeres sudando en sus trajes, desesperados por llegar a sus hogares, transbordadores y remolcadores que pasan por debajo del puente.

La grava cruje bajo nuestras pisadas mientras cruzamos los grandes espacios vacíos entre los edificios de cristal de las oficinas, pasando por los lujosos apartamentos que se apilan en su camino hacia lo alto del cielo. Está tan soleado, que el mundo se siente como una página en blanco, una blancura luminosa. Le lanzo mi mochila a Yoon, tomo carrera, corro,
y salto haciendo una voltereta, el camino de grava es rugoso contra las palmas de mis manos. El sol desaparece momentáneamente y nos sumergimos dentro de la fresca sombra azulada cuando pasamos bajo un puente, nuestros pasos súbitamente se amplifican, rebotando en el ligero arco de soporte y una paloma parte súbitamente hacia el cielo.

Unos pocos pasos a mi izquierda, manteniéndose a una distancia segura de mis travesuras, Yoon camina a zancadas, las manos en sus bolsillos, las mangas de la camisa arremangadas hasta los codos. A la luz, trazos de sus venas son visibles en sus sienes y las sombras bajo sus ojos le dan un aspecto atormentado.

Él me mira con sus brillantes ojos y me brinda una de sus características sonrisas torcidas. Yo sonrío, doy otra voltereta completa y Yoo1n alarga su paso para que coincida con el mío.

Parece ligeramente divertido. Pero, cuando aparta la mirada, su sonrisa se desvanece y empieza otra vez a mordisquearse los labios. A pesar de
su constante presencia a mi lado, siento que hay un espacio entre los dos, una distancia indefinible. Aun cuando sus ojos están en mí, tengo la sensación de que no acaba de verme, que sus pensamientos están en algún otro lado, fuera de mi alcance. Pierdo mi oportunidad de una victoria fácil y tropiezo contra él, casi aliviado de sentirlo sólido y vivo.

Él ríe brevemente y me estabiliza, pero rápidamente vuelve a chuparse los labios, sus dientes raspando la rozadura.
Cuando éramos niños, yo podía hacer alguna tontería y romper el hechizo, jalarlo fuera de éste, pero ahora es más difícil. Sé que hay cosas que él no me dice. Cosas que mantiene en su cabeza.
Cuando llegamos a las tiendas, compramos pizza y Coca-Cola de un negocio de comidas para llevar y nos encaminamos hacia el parque. Dentro de las puertas, nos aventuramos hacia la mitad de la vasta extensión de verdor, lejos de los árboles, y nos alineamos con el sol, recostándonos hacia el oeste para perdernos
su brillo. Con las piernas cruzadas, me examino un morado en la espinilla, mientras Yoon, arrodillado sobre el césped, abre la caja de pizza y me alarga una rebanada. La tomo y estiro mis piernas, alzando la barbilla para sentir el sol sobre mi rostro.

FORBIDDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora