Capítulo 1

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El estridente sonido del despertador sonó por toda mi habitación, como cada mañana, dejándome como única alternativa levantarme de la cama para apagarlo. Eran las seis de la mañana, así que aún no había luz en las calles que no fuese la de las farolas y los faros de algunos coches que pasaban. Después de darme una ducha y arreglarme, cogí mi bolso y salí de casa. Pasé por la cafetería al final de mi calle, la única cerca que abría antes de las siete, y pedí mi habitual café caramel macchiato. Frotándome las ojeras con suavidad para no desmoronar mi maquillaje, salí de la cafetería en dirección al coche y así poder, por fin, ir a trabajar.

Me licencié hacía ya 6 años en diseño gráfico en la Academia de Arte de Nueva York y dos años después de optar a distintos puestos en una empresa para obtener antigüedad, fui admitida como Asistente de Diseño, en la sección de Marketing. Estaba muy contenta con mi trabajo, sobre todo con mi jefe, Steven Hampton, de quien llevaba enamorada desde poco después de conseguir mi puesto actual, aunque él no me hiciera ni caso. Entré en el rascacielos cubierto de grandes ventanales y cogí el ascensor hasta la planta siete, donde estaba el departamento de Marketing. Mientras caminaba hacia mi mesa, alguien pasó por mi lado dándome un codazo, provocando así que el poco café que me quedaba manchara mi blusa blanca.

—¡Hey, ten más cuidado!— me quejé. Una pelirroja despampanante dio media vuelta para mirarme. Era Jessica, la subdirectora del departamento de Marketing y, extraoficialmente, la novia de Steven. Ella misma presumía de que su puesto se debía al número de hombres de la empresa con los que se había acostado.

—Uy, perdona Kate, no te he visto— se burló ella. La miré furiosa.

—Me llamo Katherine—la corregí.

—Sí, eso, muy bien— comentó Jessica sin interés.

—Jessica, querida, debes tener más cuidado— esa voz, grave y sensual como el dueño, transformó mi expresión de enfado por una de embobamiento —. Lo siento mucho Katherine, ya sabes que Jessica es un poco despistada a veces— ella pestañeó varias veces, inocentemente.

—Sí, claro, no pasa nada. Si me disculpas, debo ir a limpiarme antes de ponerme a trabajar— asentí con la cabeza agachada.

—Sí, sobre eso, solicitamos tu presencia en mi oficina lo antes posible— habló Steven, dando media vuelta y volviendo a su despacho. Suspiré dirigiéndome al baño de mujeres. Mientras yo seguía intentando quitar la mancha, cosa que acabó siendo imposible, entró Annabelle, una de las compañeras de trabajo con las que mejor me llevaba. Era mi mejor amiga, en realidad.

—Lo hemos visto todos, Katherine, esa chica tiene un problema contigo— murmuró mi amiga.

—Da igual, Annabelle, ya sabes que es la jefa, no hay nada que pueda hacer para cambiar eso— respondí tirando el trozo de papel higiénico húmedo que había usado para intentar quitar la mancha de café. Ambas salimos del baño, pero ella se dirigió hacia nuestra zona de trabajo y cuando vio que no la seguía se giró, confusa —. Me han citado a última hora. Quieren hablar conmigo. Los dos—aclaré. Ella se acercó a mí y me dio un golpecito amistoso en el hombro.

—Cariño, si tienes suerte te nombrarán diseñadora de las invitaciones de su boda— rió Annabelle. Yo rodé los ojos. Siempre hacíamos bromas sobre el friendzoneo en el que me tenía Steven, solo que ese día no estaba de muy buen humor. Finalmente, caminé hacia el despacho de mi jefe y llamé a la puerta, para después abrirla cuando oí el "pasa".

—Tenemos una terrible noticia que darte— empezó Jessica, con un notorio tono de pena falsa. Se estaba riendo de mí. Miré a Steven en busca de respuestas, quien tenía la mirada fija en su escritorio, dispuesto a no mirarme.

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