Capítulo 1

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Casi tres meses habían pasado desde que Gaia había huido de aquellas celdas en el medio del mar. Tres meses donde lo único que pudo hacer era pasarse por alguien más o esconderse, pues su embarazo no la dejaba utilizar demasiado sus poderes o terminaba desmayada.

Gaia se encontraba recostada en la cama de su pequeño departamento acariciando lentamente su vientre poco abultado. Ella consideraba que para tratarse de los casi cuatro meses de embarazo su vientre era demasiado grande, pues había escuchado que lo normal era que en el quinto mes apareciera. Pero no le daba importancia, ya que dado la mezcla de sangre entre Steve y ella, hacían que todo fuera más misterioso.

-Si tan solo estuvieras aquí-murmuró la joven mientras acariciaba su vientre.

Aun le dolía el saber que Steve no formaría parte de la vida de su hijo y, sobre todo, que ni siquiera se había podido enterar de que estaba esperando un bebé suyo. Su muerte aún era latente en la mente de Gaia y eso le llevaba a tener pesadillas con el recuerdo de Stark y despertar llorando en la madrugada, queriendo fuertemente el sentirlo a su lado, abrazándola, diciéndole que todo estaría bien con ella, pero no era así, lo único que encontraba al despertar era el vacío en la cama, donde ella deseaba que él estuviera.

Tantos eran los pensamientos que tenía que comenzaban a abrumarla, por lo que decidió ir a caminar un poco. Las calles de New York se encontraban abarrotadas, desde que los vengadores se habían desintegrado, las personas se encontraban enojadas con el gobierno, pues incluso los ciudadanos creían que los gobernantes eran incompetentes ante las amenazas que normalmente combatían los anteriores héroes.

Sin saber realmente que rumbo tomar, la pelinegra decidió que era hora de ir a visitar a su familia, la cual no había visto desde lo sucedido. Cuando el taxi estuvo a punto de llegar a casa, notó que varias camionetas se encontraban aparcadas frente a su casa, lo cual no significaba nada bueno.

-¿Es en esta casa?-preguntó el taxista parando frente a la casa de la joven.

-No, es a cuatro casas más-mencionó. Lo que fuera que estuviera pasando, lo averiguaría desde la casa de Marlenne, ya que no quería poner a su familia en peligro.

Una vez que el auto paró en casa de su amiga, le pagó al hombre y bajó del taxi. Al acercarse a la puerta del hogar de Marlenne, pudo ver salir a un hombre de casa de sus padres. Sus ojos rápidamente comenzaron a cambiar a un rojo intenso. Se sentía ofendida ante quien visitaba a sus padres. El secretario de gobierno acomodaba su traje de color gris y después volteó de nuevo hacia la casa de sus padres. Preparen todo, fue lo único que logró escuchar de lo que sucedía en casa de su familia. Fue entonces que Gaia tocó la puerta y segundos después Michelle se encontraba abriendo la puerta.

-¿A quien busca?-preguntó la hermana menor de su amiga. La pobre no había podido reconocer a Gaia ya que esta se encontraba transformada totalmente en otra persona. Su cabello totalmente rojizo, ojos verdes y pecas la hacían irreconocible.

-Busco a tu hermana-mencionó la joven. Al decir eso, instintivamente volteó a ver la casa de sus padres y notó que los hombres comenzaban a marcharse de ahí. Pero alguien se encontraba en la puerta- Mamá- susurró muy apenas Gaia. Michelle había ido a buscar a Marlenne, por lo que no supo aquello.

La castaña bajaba las escaleras con paso lento, haciendo notar la pereza que sentía. Al llegar Marlenne cerca de la puerta, miro a Gaia y su sonrisa no pudo ensancharse más.

-Gaia-susurró, pero en su voz notaba aquella felicidad que sentía al ver a su mejor amiga frente a su casa. La castaña rápidamente caminó hasta llegar frente a Gaia y la abrazó con tanta fuerza que la, en ese momento, pelirroja sintió que la iba a asfixiar.

Mystic: The life changeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora