#02

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Días después de que el joven Aang se emprendiera en un viaje lejano hacía la Nación del fuego, donde conoció a el hijo de el señor del fuego Ozai y a la princesa Ursa, volvió al templo junto a su amigo Appa. Appa era un bisonte volador, aún no era tan grande como su madre bisonte pero le tenía mucho aprecio. Era como un amigo para él.

— Últimamente te veo muy risueño pupilo Aang. —Menciono el monje Gyatso— ¿Hay algo que no me hayas dicho sobre tu viaje hacia la Nación del fuego?

— Hice un amigo, eso creo. —Confeso, con una media sonrisa en su rostro. El monje, el cual era como un padre para Aang, formó una "o" en sus labios. Seguidamente, le pregunto por el nombre de su amigo y de dónde provenía— Bueno, su nombre... No lo sé, pero es de la Nación del fuego. Me pareció que él dijo que su hermana le había robado la corona real a su padre así que supongo que es de una familia importante...

— ¿De una familia importante de la Nación del fuego...? —Pregunto nuevamente, como si estuviera tratando de recordar algo. Aang afirmó, confundido, ¿Había algo de malo en ello?

Un silenció se hizo presente, que había logrado inquietar a Aang. ¿Por qué no le decía nada?

— ¿Puede venir? —Como un chasquido, el monje Gyatso volvió a la realidad, confundido. "¿Que decías?", preguntó nuevamente— Pregunté si el podía venir... ¡Prometo que no romperemos nada!

El niño junto ambas manos en forma de súplica. Parecía tan ilusionado de tener amigos de otras naciones...

— No es tan fácil Aang... —Continuo— Este es un lugar sagrado, no siempre se deja pasar a cualquiera por el simple hecho de que algunos visitantes ya han destruido y robado cosas... ¿Lo entiendes, verdad?

El joven Avatar, asintió desanimado.

En la noche, Gyatso se dirigió a la habitación de Aang luego de haber meditado un poco acerca de lo que su pupilo le había pedido.

Aang se sintió bastante feliz y consentido cuando él se ofreció a llevarle para quedarse unos días en la Nación del fuego.

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Al llegar al pueblo, el monje dijo que debía buscar en donde iban a quedarse y qué tratará en lo posible de no causar problemas.

— Bien... ¿Cómo se supone que voy a encontrarlo en este enorme lugar si ni siquiera se su nombre...? —Se preguntó a sí mismo. El joven avatar, molestó, pateó lo primero que sus pies pudieron alcanzar: Una pequeña e inofensiva piedra.

— ¡Ouch! ¿Quien fue el gracioso? —Un grandulon se quejó del dolor al sentir algo duro estrellarse en su cabeza. Unos chicos que se encontraban alrededor por miedo a la imponente figura del hombre, señalaron al niño encapuchado— ¿¡Buscas problemas niño!?

El joven Avatar parpadeó varias veces perplejo.

— ¿Me está hablando a mí? -Le preguntó de forma inocente, cosa que parece que lo molestó aún más.
El grandulon hizo rechinar sus dientes y corrió para atraparlo.

El pequeño monje lo esquivó con facilidad, pero aún así admitía que le daba algo de miedo.

— ¡Guardias! ¡Ese hombre está tratando de lastimar a un niño! —Un anciano que sostenía bebidas en ambas manos, advirtió a los holgazanes que se suponía que debían proteger a los ciudadanos.

Cerca de allí, el príncipe Zuko daba un paseo. Desde que se había encontrado con Aang, había vuelto a aquel lugar solo por si volvía pero no fue así.

Recordó vagamente que él había mencionado algo sobre el templo del aire. A decir verdad ya había escuchado antes pero no por sus libros de historia si no, por su padre.

"¡Guardias! ¡Ese hombre está tratando de lastimar a un niño!", reconocía aquella voz. Era la del buen hombre que lo había ayudado a escapar aquella noche... Debía ver que estaba pasando. Después de todo, el algún día sería el heredero al trono y debía prepararse.

Al llegar, vió a un niño. Sus ojos emitieron un brillo y se abrieron de par en par, ¿Podría ser que se tratase de Aang?

La gente comenzó a juntarse alrededor, tapando la vista del príncipe Zuko. No iba a quedarse ahí mirando desde abajo, debía confirmar que se trataba de él, tenía que advertirle sobre su presencia.

Cómo aquella vez, logro hacerse paso entre la multitud hasta llegar al frente de todos.

Tomó aire y sacudió sus prendas.

— ¿Te encuentras bien? —Uno de los guardias sostenía el brazo del monje. Aang asintió y le pidió que lo dejará irse— ¿Tus padres se encuentran aquí?

Antes de que pudiera decirle, fue interrumpido por un joven.

“Es él..”, inevitablemente una media sonrisa se formó en sus labios.

— Él anda conmigo, es un amigo de mi hermana... —Meter a su hermana había sido lo peor que podía haber dicho pero ya estaba, ya la había mencionado...

— ¡Príncipe Zuko! —El guardia hizo una reverencia y soltó al chico— ¡Su alteza, discúlpeme...!

“Zuko, por fin se nombre”, se dijo a si mismo en pensamientos.

— Vámonos de aquí, es peligroso. —Le susurró, sujetando su mano con suavidad. Las palmas, inclusive sus dedos eran cálidos y eso le resultaba agradable de sentir— Yo me encargo ahora, gracias soldado.

La puesta de sol cubría el techo de los hogares con su hermoso color naranja que combinaba tan bien con el azul del cielo.
Usualmente hacía algo de frío en la noche, por ello mantenían todo el lugar a una temperatura cálida.

— No deberías haber venido Aang. —Dijo el pelinegro. El monje no entendía, menos sí no lo ponía en situación.
“¿Por qué no debería haber venido? No lo entiendo...”, aunque quería mantenerse calmado, no podía. - Aang, debes escuchar atentamente lo que voy a contarte.

Aún estaba en práctica pero podía manejar sus emociones, debía encontrar paz antes de perderla.

— Esa noche cuando volví a casa, mi madre me preguntó por tí. Le conté que eras un maestro aire y... Azula me escucho.
Fue a contarle a mi padre al día siguiente, el se molestó conmigo, dijo qué yo intentaba escapar contigo para... —Suspiro, debía ponerse firme— Los nómadas aire ya no son bienvenidos en la Nación del fuego... Debes irte antes de que se den cuenta de quién eres.

— ¿¡Cómo que no somos bienvenidos!? ¡No hemos hecho nada malo! —Sus poderes de aire control hicieron volar su capucha y varias cosas alrededor.

— Y tienes toda la razón. Pero no hay nada que pueda hacer contra su palabra... —Zuko parecía un poco confundido acerca de lo que decía. De alguna forma, Aang se preguntaba que había pasado luego de aquella noche que se conocieron.

— Se que se puede hacer algo Zuko, lo sé... —Arrinconado, dió por finalizada la charla. Al parecer ambos se mantenían firmes en lo que ellos creían correcto— Me voy...

Dada la circunstancias, debía marcharse. De su bolsillo sacó un pequeño silbato para llamar a Appa, debía volver con el monje Gyatso para informarle y hablar de aquello.

El pelinegro dió media vuelta para marcharse, había hecho lo correcto al pedirle que se fuera antes de que lo descubrieran pero aún así no podía evitar sentirse mal. ¿Por qué?

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2019 ⏰

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