ADVERTENCIA.
Esta historia posee contenido explicito.
-¡Sean todos bienvenidos al mejor espectáculo del Serentibulo! -Exclamó con euforia el presentador.
Aquel era el décimo show que ofrecía, pues se encontraba viajando por el mundo para exhibir su más valiosa adquisición. El pueblo era rico, pero carente de entretenimiento, por lo que sus habitantes eran capaces de pagar inmensas cantidades de dinero solo para recibir unos segundos de distracción.
Las personas curiosas llenaron el auditorio improvisado que habían montado en la inmensa casa y esperaron con ansias la estafa que aquel charlatán intentaba venderles.
-¡Vengan, vengan! Un show que puede disfrutar toda la familia. -Volvió a gritar y luego de unos segundos se alejó de las telas que hacían de puerta para acercarse al escenario.
El lugar se encontraba en penumbras y los suspiros de excitación inundaban el lugar, pronto el cuchicheo se hizo presente, siendo este acallado solo cuando un reflector ilumino el centro del escenario, revelando a su anfitrión.
-Espero estén preparados para ver a una criatura nunca antes vista. -Musitó con claridad, dándole un toque misterioso. -Una belleza de otro mundo.
Observó al público, dándose cuenta de que no había rastro de algún niño, por lo que podía expresarse con total libertad. Hizo una seña a los hombres que estaban a su derecha y con cuidado arrastraron una bañera al centro del escenario.
Una hermosa pelinegra con flequillo se asomo tímidamente y luego se estiro sonriente, dejando ver su cola. Los jadeos de sorpresa no se hicieron esperar, cosa que asustó a la criatura, quien intentó esconderse nuevamente, sin excito.
-¡Esta hermosura de aquí se llama Serena! -Comentó el presentador. -Y aquí su fiel servidor, John King, para ofrecerles la mejor propuesta de sus vidas.
Todos lo observaron con atención y John supo que los tenia donde quería. Embozó una sonrisa maquiavélica.
-¡Pero antes déjenme ofrecerles un bocadillo! -Los camareros hicieron su entrada rápidamente y con agilidad, repartiendo a todos los presentes un bocadillo de pescado. -¡Son totalmente gratis!
Efímero, era la palabra que describía a la perfección aquel momento y para John King aquello era excelente, pues la adicción a aquel platillo lo volvería rico. No obstante, como un buen comerciante, conservó lo mejor para el final.
-¡Damas y caballeros, lo que acaban de probar es cola de sirena! -Un escalofrío recorrió la espina dorsal de la criatura que se encontraba en la bañera. -¡Y estoy dispuesto a venderles algunas de ellas para que la disfruten a su gusto!
-¡Quiero una! -Exclamó un hombre canoso.
-¡Yo también! -Se escuchó en el fondo.
El presentador rió satisfecho y luego levantó sus manos para apaciguar el bullicio que se había formado.
-¿Qué pasaría si les dijera que hay algo mucho mejor que eso? -El publico aguardo expectante. ¿Qué podía ser mejor que aquella sensación en sus bocas?
-Sexo, damas y caballeros, es lo que vengo a ofrecerles hoy. -Los individuos presentes no daban crédito a lo que oían, pero John King continuó hablando sin ningún desliz. -Mantener relaciones sexuales con estas criaturas es mejor de lo que se imaginan.
Una mano se alzó entre la oscuridad y John le cedió la palabra: -¿Cómo es eso posible? Según lo que veo ellas no tienen...
El hombre dejó la frase a medio terminar, pero el presentador sabía perfectamente a lo que se refería. King observó a Serena y luego sonrió.
-Con la boca. -Fue lo único que dijo.
Una joven rubia se levantó de repente, atrayendo la atención de todos los presentes.
-Quiero intentarlo. -Confesó tímidamente. El chico a su lado la miro con incredulidad, pero al pasar unos segundos se unió a la idea.
John King observó la escena con burla, un par de jóvenes buscando emociones nuevas era bastante típico en sus shows.
-¡Mis hombres los guiaran por el camino de su perdición! -Anunció John con alegría. -Una vez se prueba esta magnificencia es imposible volver.
Tal y como dijo el presentador, la joven pareja fue guiada hasta un cuarto espacioso donde eligieron a la sirena de su preferencia, luego esta fue arrastrada hasta otra habitación en donde fue atada a la pared con un pequeño tobo de agua para evitar la deshidratación.
La chica observó al muchacho con emoción y lentamente se deshizo de su vestido, dejándolo caer en el suelo para luego lanzarlo lo más lejos que pudo. El muchacho siguió las acciones de la rubia y con velocidad empezó a besar a su amada.
Se arrodillaron en el piso y luego de un momento, ambos fijaron la vista en la criatura atada en la pared, la cual los observaba con temor. La joven rubia se acercó con el libido en su máxima expresión y dejó al descubierto su feminidad, pegando el pecho al piso.
Con miedo a lo que podría pasarle si no, la sirena se acercó lo mas que pudo a la joven y pasó su lengua por entre sus piernas, cada vez con más insistencia. La chica gimió alto, excitando a su pareja, quien decidió darse placer así mismo.
El presentador sonrió orgulloso al ver las caras de sorpresas de su público ante los gemidos que se oían en el auditorio.
-¿Alguien más? -preguntó burlón y, para su no sorpresa, los habitantes de aquel pueblo levantaron la mano solo por curiosidad.
El Serentibulo pronto se hizo famoso y John King decidió quedarse en un solo lugar. Aquella casa en la playa se convirtió en su teatro y gente de todo el mundo viajaba para pasar unas cuantas horas con las hermosas sirenas, mientras que otros preferían degustarlas en los mejores platillos de la casa.
Sin embargo, todo imperio tenía sus reglas por lo que a las cuatro de la mañana el Serentibulo debía cerrar. Dejando a John y a Serena solos en el escenario.
La más bella de todas las criaturas a las que había capturado era ella, su hermosa Serena. Inimaginables sumas de dinero le habían llegado solo por unas pocas horas junto a la pelinegra, pero no importaba cuanto ofrecieran, King era un ser egoísta, por lo que ella era solo de su propiedad.
-Un hermoso animal. -Susurro el presentador cerca de ella. Haciéndola preguntarse quién era el verdadero animal entre ellos dos.
La sacó de la bañera para poder dejarla en su habitación, y una vez estuvieron ahí, la ató con el pecho contra la pared, deshaciéndose de su ropa luego de eso.
Tomó un látigo de su mesita de noche y se embistió contra la hermosa sirena. John no era como sus clientes, no era un depravado. No permitiría jamás que un animal lo tocara de forma atrevida, sin embargo, disfrutaba oír de los lamentos de la joven.
A Serena se le cruzó una idea repentina por la cabeza, algo que probablemente no resultaría, pero no perdía nada al intentarlo. Empezó a cantar angelicalmente, suplicando entre sus versos que la dejara ir.
Escuchó el látigo caer y luego sus manos ser soltadas de las cadenas, John King se encontraba hipnotizado con la melodiosa voz de Serena, por lo que era difícil para él resistirse. La tomó en brazos cual princesa y salió de sus aposentos con dirección a la orilla del mar.
Depositó a la bella criatura en la arena y luego se arrodilló frente a ella, Serena dejó de cantar y esperó, llena de enojo, que el hombre frente a ella recobrara sus sentidos. Y para cuando ese momento llegó, la criatura no le dio tiempo para defenderse, pues se abalanzó contra su cuello para poder arrancarle la piel.
Fue ahí, con la tranquilidad del mar y mientras devoraba al gran presentador John King, que Serena comprendió que los humanos eran la peor especie que había pisado la tierra.
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Relatos: La Arcilla Que Nunca Será Oro.
RandomLibro creado para realizar retos que me voy consiguiendo por ahí. Actualmente cuenta con los relatos: 1. Serentibulo