IV: Terribles consecuencias

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No pude dormir esa noche, tenía como obligación planear todo muy bien, cuidando en no pasar ningún detalle por alto, porque de lo contrario lo que me vendría sería terrible.

Al día siguiente busqué entre las pertenencias de mi padre, era químico y tenía muchas muestras de su laboratorio en casa.

No fue imposible conseguir un poco de ricina...

En la hora del receso me acerqué a Katia y a sus amigas, como era de costumbre cada vez que me acercaba ellas solo volteaban, no fue difícil cambiar su bebida de naranja por la mía que era naranja mezclada con una buena cantidad de ricina.

Me alejé quejándome porque no me dirigía la palabra, no porque me importara la actitud que tenía conmigo, solo para disimular y no levantar sospechas.

¡Qué buen actor!

A lo lejos la observé, ella tomaba como si nada su jugo ya que la ricina no modificaba el gusto de la bebida... el caos vino después cuando los primeros síntomas fueron fiebre, tos y náuseas.

No iba a sobrevivir más de 36 horas. Y si lo hacía, qué buenos médicos ha de tener eh.

La tarde llegó, no sabía nada sobre Alicia, no sabía si se había enterado de lo que le estaba sucediendo a Katia, no sabía si se pondría contenta, no tenía idea de nada.

Pensándolo bien no tenía idea de si la iba a volver a ver y eso fue exactamente lo que me hizo pensar...

Asesiné a una persona en un bar con un cuchillo, la investigación estaba abierta y se mantenían indagando a los posibles responsables. Hace unas cuantas horas había envenenado a una chica, que obviamente, ella o su familia no iba a dejar por desapercibido el hecho de que alguien había atentado contra vida. En cualquiera de los casos podían dar conmigo, comenzando porque ambos crímenes los había realizado con miles de espectadores.

¡Estúpido! ¡Mil veces estúpido!

Y todo ¿por qué? Para ni siquiera probar sus labios, para que ella no estuviera aquí.

Grité con fuerza.

¡Esto no me puede estar pasando a mí!

—Octavio —Alicia habló con desconcierto—, ¿Cuál es el problema?

—¿Cuál? ¿Te atreves a preguntar cuál es mi problema? —me giré en su dirección— ¡Tú eres mi problema Alicia!

Tapó su boca con las manos en una expresión de asombro.

—¿Por qué me dices eso? —hizo su cara una mueca— cuando lo único que he hecho es amarte.

—¿Amarme? —reí burlón poniendo ambas manos en mi cadera.

—¿Dudas de mí?

—¡Claro que dudo de ti! —grité asustándola.

Comenzó a llorar con vergüenza.

Mi corazón se ablandó al instante, mi princesa, le había hecho daño a mi princesa.

—Discúlpame Alicia —quise acercarme pero ella retrocedió.

—No digas nada Octavio, solo aléjate.

—Cariño tranquila —dije con voz dulce—, solo entiéndeme. Todo este tiempo me has prometido que podría besar tus labios y no lo has cumplido.

—¿Estás así porque no me has besado? —su rostro estaba triste, apagado. Muy distinto a la vez que la vi por primera vez.

—No sabes todo lo que deseo hacerlo —confesé.

—Octavio, para besarme hay que correr un riesgo muy grande —advirtió acercándose.

—Cualquier riesgo estoy dispuesto a tomar —hablé convencido—, hasta ahora solo me has dado besos de palabras acompañados de horribles homicidios. Así como —busqué las palabras adecuadas— besos agridulces...

—Pues no hay que esperar más, ya es hora.

Besos agridulces [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora